» 02 «

44 5 0
                                    

—Sí, pero ¿por qué?

—Ya sabes lo que dicen del arte, te ayuda a liberar emociones y a sentirte libre de expresar tus ideas más locas —Hunter se aceró a mí lentamente, como si yo fuese su presa—. No digas que no es cierto, porque te conozco, Miranda.

—Sí, sí, está bien —levanté las manos en señal de rendición—. Pintemos, si es que tienes pensado manchar tu camisa. Tu madre se volverá loca cuando te vea.

Hunter se miró a sí mismo, luego me sonrió.

—Me la puedo quitar, ¿sabes? Si es lo que quieres.

Puse los ojos en blanco.

—Mi madre podría entrar y si te viera así… es posible que le dé un ataque.

—No sucederá —se defendió—. Además, estoy seguro que mis increíbles abdominales le sacarán más de un suspiro.

—Espero que sea una de tus ya desgastadas bromas —le regañé, al mismo tiempo que me levantaba para ir a buscar mis instrumentos de pintura y todo lo que necesitaríamos.

Hunter se apresuró a ayudarme, como todo un caballero.

Desplegamos sobre mi mesa de trabajo varias cajas de crayones de madera, plumones de distintos colores, un par de acuarelas, pinturas de aceites y uno que otro juego de témperas. Tomé varias hojas en blanco e incluso decidí usar varios de los pinceles que mantenía reservados para una ocasión especial.

Tendría que usarlas algún día y que mejor hacerlo con Hunter, el chico que amaba escuchar música, hacer chistes sin importar el momento, lidiar con la ausencia de un padre y a pesar de todo eso, tratar de ser feliz.

Dispuesto o no, lo ayudaría a fortalecer una de sus habilidades menos preferidas.

—¿Cuál de todos quieres usar? —le pregunté a Hunter.

—¡Cielos! Sí que hay mucho de donde escoger, amor —respondió, haciendo un gesto pensativo—. ¿Qué me recomiendas?

Le di un ligero empujón con la cadera.

—Tú serás el artista, bobo —esbocé una torpe sonrisa—, elige tus herramientas y haz magia con ellas. No es algo del otro mundo.

—Usaré las acuarelas, si me permites —usó una voz dramática mientras hablaba—. Al menos sé que mi arte no va a impresionar a nadie.

—No es verdad —comenté para animarlo un poco—. El arte puede tener un enfoque objetivo y también subjetivo, por esa razón es que todos lo percibimos de diferentes formas. Lo mismo pasa con la belleza, el pensamiento y el amor.

Él no pareció cuestionar mis palabras, simplemente tomó las acuarelas, unos pinceles y un par de hojas para empezar a dibujar.

No actuaba raro muy seguido, pero cuando lo hacía, no me gustaba nada.

—¿Quieres usar la mesa?

Hunter negó varias veces.

—Así estoy bien.

Ya concentrada toda su atención en sus ideas, empezó a dibujar.

En silencio, yo también me dispuse a hacer lo mismo.

A primera instancia pensé en plasmar un paisaje, de esos que solo contaban con dos o tres montañas seminevadas como fondo principal, en el centro una hilera de árboles verdes y frondosos, en la parte inferior un lago de aguas transparentes y el cielo salpicado de tonalidades cálidas y encantadoras que no se veían a menudo en Hillertown.

La asíntota del mal [#1] - ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora