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Hunter seguía en el suelo, en posición fetal, mantenía los ojos cerrados pero era notorio que respiraba y hablaba en voz demasiado baja. Varios estudiantes se arremolinaron en torno a la puerta y no dejaban de murmurar.

Más tarde llegaron varios profesores, el director y también la mamá de Hunter.

—¿Qué le pasó? —quiso saber, mientras se agachaba y auxiliaba a su hijo—. ¿Qué fue lo que le hicieron?

—¡Nosotros no le hicimos nada! —chilló Hanna.

La señora Armentrout no nos dejaba de taladrar con la mirada.

Minutos después, llegó una ambulancia y trasladaron a Hunter en una camilla, a la vista de todo el Colegio Bryn. Incluso nosotros, los que sufrimos heridas leves, fuimos llevados también al hospital.

Mis padres llegaron poco después, estaban muy alterados y preocupados.

Mi cuerpo dejaba ya de doler, porque el medicamento que me habían administrado al llegar al hospital, estaba surtiendo efecto y me relajaba poco a poco. Debido a que no sufrí nada grave, fue más un choque emocional que heridas superficiales, decidieron atenderme después de que todos los médicos y enfermaras de turno en la sala de emergencias prestaran toda su atención en Hunter.

No obstante, me recomendaron recibir terapia psicológica, pero, el daño ya estaba hecho y era imposible borrar eso. 

Papá estaba enardecido, afirmaba que Hunter representaba un peligro y que su presencia significaba únicamente problemas.

—Si nos unimos, podemos interponer una demanda…

—No, papá —le supliqué. La venda en una de mis muñecas lesionadas me provocaba comezón pero, logré hacer caso omiso—, no lo hagas. Ellos están sufriendo, Hunter está sufriendo y no quiero ser la persona que incremente más su dolor.

—Pues merecido se lo tiene —respondió papá, inmóvil y muy serio.

—¡Jason Roux, no digas eso! ¿Acaso no tienes sentimientos? —soltó mamá, haciendo un gesto de indignación—. ¡Recuerda lo que le pasó a su padre!

—Lo siento, Linda, es solo que nuestra hija es la más afectada de toda esta situación. Y me parece que te lo advertí, ¿no es así, Miranda?

No sabía qué decidir.

Estaba segura de que, si terminaba lo nuestro con Hunter, me alejaría finalmente de todo ese desastre. Era lo correcto, desde luego, ya que estaba asumiendo un riesgo muy alto por el simple hecho de acudir a él en los momentos menos oportunos y lo menos que quería era terminar con heridas físicas graves.

Mis padres jamás me lo perdonarían.

Pero ¿qué será de Hunter? Esa era la otra parte de mi situación.

Si me quedaba con él, si luchábamos juntos y afrontábamos lo que sea que se avecinara, tal vez me daría cuenta que fuimos creados el uno para el otro. Además, prometí que estaría a su lado, que lo cuidaría, porque sé que él lo haría conmigo si yo estuviese en su lugar.

Y eso mis padres no lo entendían.

Rompí en llanto, porque era una decisión muy difícil.

Y las consecuencias no se harían esperar, claro está.

—¿Qué harás? —quiso saber papá.

Todavía llorando, les dije:

—He decido terminar con él, sé que es lo mejor —murmuré y una parte importante de mí se derrumbó—. Pero, antes de irnos, quisiera verlo por última vez.

La asíntota del mal [#1] - ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora