Sin embargo, no hice nada de eso.

—Quiero ver lo que hiciste —Hunter mantenía su hoja oculta en su pecho—. Seguro será mejor que el mío.

—Ya vas a empezar —le advertí, ocultando también mi hoja—. Muéstrame el tuyo primero —Hunter curvó las cejas de manera provocativa—, tu dibujo, quiero decir.

—No, tú primero —respondió, mientras se acercaba a mí.

—Ambos al mismo tiempo, ¿te parece?

—A la cuenta de tres.

Intercambiamos una mirada nerviosa y llena de emoción.

—Uno…

—Dos…

—¡Tres! —gritamos al unísono, en tanto girábamos nuestras hojas.

El dibujo de Hunter no era muy simple ni muy complejo, pues consistía en una manzana bastante simétrica colocada en el centro, tanto en la parte superior como inferior había un racimo de uvas de diferentes tamaños.

Cuando notó mi mirada inquisitiva, frunció el ceño.

—No te gustó, ¿verdad?

—¿Qué? ¡No! —exclamé—. Me encanta lo que hiciste con las hojas, casi puedo creer que son de verdad. Y el ángulo de la sombra en la parte de abajo te quedó muy bien —dije y no mentía. Era evidente su esfuerzo y el resultado era estupendo—.  Incluso lograste que la manzana se viera realista. Usaste los colores adecuados y en serio me gustó. Y mucho.

—Nah, pero el tu… ¡Santo cielo, Miranda! ¿Soy yo? Dime que no soy yo, por favor.

Hunter miraba atónito mi dibujo.

Y en efecto, era él.

Traté de retractarlo cuando estaba recostado en aquel árbol el día anterior. Se veía muy feliz, entusiasmado y relajado, y me pareció un lindo detalle guardar esa imagen de mi mente ahora en una hoja.

No fue fácil, pero la técnica del claroscuro era a veces funcional.

—Te luciste, Miranda —Hunter me dio un beso—. Tienes un talento asombroso. No cabe la menor duda de que tengo a la novia más talentosa del mundo —su reacción era autentica y me conmovió—. Pero, debo preguntar por qué ese dibujo…

Respiré hondo antes de dar mi respuesta.

Esperaba que no lo tomara a mal.

—Creí que sería buena idea plasmar tu valentía al enfrentar un problema que probablemente será temporal —mi pecho empezaba a subir y bajar con algo de rapidez—. Además, te veías guapo y quise retratarte…

Hunter me miraba en completo silencio.

Tuve que aguantar varios segundos incomodos, deseando que mi iniciativa no me pasara factura más adelante.

—¿Te gustó?

Hunter ladeó la cabeza, como si analizara su propio retrato y hallar uno que otro defecto inexistente en él.

—Me encantó… en serio me encantó.

—¿De verdad?

—Claro. ¿Me la puedo quedar? —inquirió.

Ah, eso no me lo esperaba.

Solté un suspiro y me sentí tranquila.

—Sí, siempre y cuando yo me quede con la tuya —le extendí la hoja. Él la tomó con cuidado, como si fuese de un material valioso y temiera hacerle algún tipo de daño.

—Espero que mi dibujo no te dé pesadillas por las noches —comentó él.

—Me hará sentir mejor, cuando lo necesite.

Fui a mi mesa de trabajo, tomé un clip y colgué el dibujo que hizo Hunter sobre un cartel dispuesto en la pared, junto a mis diplomas y reconocimientos como concursante en eventos artísticos del colegio.

No tenía todo organizado, desde luego, pero ahora se veía más decente.

—Se hace tarde y me tengo que ir ya —comentó Hunter.

Era evidente el cansancio en su expresión.

—Por supuesto. Debes descansar. Ha sido un largo día.

—Y falta ir a la biblioteca mañana —me recordó.

—Sí, es verdad.

Hunter tomó su chaqueta, también el dibujo y juntos bajamos las escaleras. Nos topamos con mi madre, que le hizo un gesto de despedida y siguió su camino.

—Te veré mañana después del desayuno —dijo Hunter.

Le di un abrazo, teniendo cuidado de no estropear el dibujo.

—Claro, aquí te esperaré.

Tras un último beso de despedida, finalmente se alejó.

La asíntota del mal [#1] - ✔Where stories live. Discover now