Al principio no pasó nada, creí que solo fue un susto temporal y todo había salido bien. Hubo un silencio terrible, interrumpido por el murmullo de la gente, música en todas partes y el llanto de un bebé en alguna parte del ajetreado parque.

Entonces Hunter gritó.

Se llevó las manos al rostro y se dejó caer de espaldas.

Mi reacción fue únicamente acercarme a Hunter y revisar que estuviera bien.

—¡Hunter! ¿Estás bien?

Él gemía y no dejaba de retorcerse.

—¿Cómo se te ocurrió hacer algo así?

Me costó trabajo levantarlo, él seguía ocultado el rostro con sus manos.

—¿Te duele? —él no respondió—. Vamos, Hunter, tengo que revisar el daño.

Miré a los lados, frenética.

Necesitaba actuar rápido, poco a poco iba perdiendo la calma y no sabía la gravedad de la situación. Respiré varias veces y me puse a pensar en lo siguiente que haría, incluso si eso significaba crear un alboroto.

—¡Ayuda! ¡Necesitamos ayuda! —grité, mientras me levantaba.

—No… no, estoy bien —jadeó Hunter, sujetando mi brazo.

—¡No es verdad! —rematé, impaciente.

Me di cuenta que varias personas nos miraban, algunos como si fingieran estar interesados en saber lo que estaba pasando. Escuché murmullos a nuestro alrededor, otros alzaban el cuello, llenos de curiosidad y el resto nos ignoraba.

Una pareja que estaba sentada a unos metros delante de nosotros, captaron mi escándalo y se apresuraron a acercarse.

—¿Se encuentra bien, señorita? —preguntó la mujer.

—Hunter… él… algo le pasó. Necesitamos ayuda —sostenía a Hunter en mi regazo, igual que un niño indefenso.

Estaba temblando de manera incontrolable.

—Déjeme ver… —el hombre que acompañaba a la mujer se inclinó, sin verse amenazante.

—Por favor, Hunter —supliqué.

—¡No! —gritó él, usaba una mano para tapar su ojo y con la otra mano ahuyentaba a la pareja de forma descortés—. ¡Váyanse! ¡No quiero a nadie aquí!

La gente comenzó a reunirse a nuestro alrededor y eso empezaba a incomodarme, más aún, debido a la reacción negativa de Hunter. Escuchaba las voces y los murmullos que nos rodeaban.

—Pero…

—¡Váyanse! —repitió Hunter con frenesí.

—¿Llamamos a la ambulancia, señorita? —quiso saber una mujer de entre la multitud.

Negué con la cabeza.

—Creo que no —mi voz vaciló.

Hunter dejó de gemir por lo bajo y de sacudirse, incluso. Y no supe por qué me había sonrojado, lo notaba por el calor en mis mejillas, en mi pecho y especialmente en la parte baja de mi cuello.

—¿Qué hacemos?

—Será mejor que se los lleven o podría pasarles algo todavía peor —opinó alguien.

—Es verdad, por eso no hay que traer niños a lugares abiertos como este —lo secundó otro.

—¿Quiere que nos quedemos? —preguntó una mujer a mi lado.

La asíntota del mal [#1] - ✔Where stories live. Discover now