-Estoy hablando muy en serio. Uno de los que están enredados en tus redes, es Carlos- se quedó en silencio -Tú verás lo que haces, me trae sin cuidado, pero o lo dejas con Carlos o lo dejas con tu novio.
Me daba rabia tan solo, el tener que decir aquellas dos últimas palabras.

-Megan te quiero mucho, ¿pero no crees que este tema no te incumbe?- quise asesinarla con la mirada.

-Me gustaría tener una segunda opinión, quizás Carlos pueda dármela- dije.

-Megan- me detuvo agarrando mi brazo cuando me di la vuelta para salir de la cocina -¿Qué vas a hacer?

-¿Qué sientes por Carlos?- me giré nuevamente hacia ella.

-Yo... Él... Me gusta mucho la verdad. El día que fue al hospital para visitarte, sin lugar a dudas me gustó, pero al verlo por segunda vez...

-Es mi amigo Sophie y no dejaré que le crees ilusiones mientras estés con otro- me arrepentí de decir aquello último, lo cierto es que por el momento Carlos la veía como yo lo veía a él, a diferencia de que él se había dejado besar por ella. En otras palabras, el que estaba jugando con las ilusiones del otro, era Carlos.

-Yo no...- no supo qué decir. Caminé hacia la puerta -¿Se lo vas a decir?

-No-seguí andando -Aún. Te doy la oportunidad de hacerlo tú primero.

*

La risa de las niñas fue lo primero en recibirme. Linda estaba echada sobre las dos pequeñas, alternando la ducha de lametones entre ambas, mientras los dos cachorros jugaban entre gruñidos a morderse mutuamente. Lo segundo fue la mirada de Philip, a quien me acerqué.

-¿Qué ha pasado?- me preguntó en voz baja, mirando a mi espalda.

-Nada, tan solo hemos hablado- me senté. Las distintas conversaciones amortiguaban nuestras voces, por lo que no nos escuchaban.

-¿Qué va a hacer?- me encogí de hombros.

-Espero que lo correcto- negó con la cabeza a modo de reprobación.

-No deberías...- lo callé con un beso que lo hizo reír.

-Olvidemos el tema por el momento- se palmeó las rodillas como un padre que le pide a su hija que se siente sobre su regazo. Me senté sobre él, con la diversión de mis pensamientos reflejada en mi sonrisa -¿Me acunas?- bromeé.

-Claro- dijo pícaro antes de comenzar a hacerme cosquillas, provocándome un ataque de risa. Cuando por fin pude dejar de reír y aún limpiando mis mejillas por las lágrimas, mi mirada se cruzó con la de Carlos, quien me miraba sin ninguna expresión en el rostro mientras Sophie le susurraba algo al oído.

-¿Vais a querer comer algo más?- preguntó Mike dejando otro plato de costillas y chorizo sobre la mesa. Se veía realmente gracioso con el delantal y las tenazas de cocinar en la mano.
Todos nos negamos en rotundo a seguir comiendo, llevábamos toda la tarde comiendo y ya comenzábamos a plantearnos si hacernos o no vegetarianos.

-No por favor, mi pantalón no tiene más botones para desabrochar- suplicó Alexandro provocando la risa del resto.

Cuando la noche ya estaba bien entrada y en los cielos reinaba la oscuridad, a las niñas se les ocurrió hacer una hoguera y sentarnos alrededor de ella a contar historias.

-Por ahora tan solo recuerdo esas, era muy joven cuando hacía cosas como esa- dijo Marcello tras contar varias trastadas o bromas que hizo de pequeño, como por ejemplo, cuando se divertía en doblarle las colas a los gatos o cosas parecidas, pero sin lugar a dudas, lo peor era, que cogían un vaso de sal y se lo echaban entero dentro de la boca de una pobre rana, que al poco explotaba.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora