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Los golpecitos contra el cristal le hicieron abrir los ojos, Conway señaló los seguros de las puertas, pidiendo que abriera el Audi, tomó el mando y abrió, permitiendo que el alfa abriera la puerta del conductor y subiera.
-Ya nos encargamos del hijo puta, se va a comer la perpetua, por intento de abuso a un funcionario público-.
-¿Bien?-.
-Te llevó a casa-.
Se quedó en silencio, no estaba seguro de querer quedarse solo en su departamento, el lugar por si solo era tétrico, quería quedarse con el...
Era absurdo, tonto y no lo comprendía del todo, pero quería estar cerca del aroma a canela.
Estaba hecho un lío, su instinto rogaba por la compañía de ese alfa para que le vigilara, para evitar más incidentes con personas no deseadas, y la lógica gritaba que no fuera tan dependiente, sentía su cabeza pesada y los ruidos llegaban a él como si estuviese bajo el agua.
Pararon fuera de un viejo complejo de apartamentos que con trabajo se mantenía en pie.
-Gracias por traerme-.
-Voy a llevarte hasta la puerta, no quiero más líos-.
-Gracias-.
Salió del coche abrazando el saco negro, una vez en pie y de cara al frío aire de los Santos noto lo afectado que estaba, su piel hervía y estaba bastante húmedo, miró con pánico al asiento del Audi notando la mancha que había dejado en el asiento, ¡joder! Le tocaría lavarlo después.
Camino como pudo hasta donde el alfa y entraron juntos, agradecía mentalmente que el portero del edificio no estaba y que el lugar estuviera vacío, Conway se adelantó a presionar el botón del elevador.
-No sirve, por lo que la señora Carlota dice, ese elevador no sirve desde hace más de 5 años-.
Comenzó a subir los escalones, maldiciendo a cada paso por el roce, sus mejillas estaban ya rojas y de verdad necesitaba... algo, un baño frío, acostarse en su cama entre las sábanas o... al alfa que iba a su lado... ¡No! Céntrate coño.
Se cagaba en todo por vivir en el sexto piso, iban por el cuarto cuando se detuvo.
Ya no podía, el cuerpo ya no le respondía y si seguía así terminaría cayendo hacia atrás y rodando los cuatro pisos que ya había subido.
-Vamos-.
El alfa se acercó a el y le alzó.
-Ba...bájame-.
-Quiero llegar hoy a casa y al paso al que subes nos amaneceremos aquí-.
Le cargaba a modo novia, mientras Gustabo luchaba por estarse quieto y mirando a cualquier otra cosa que no fuera al superintendente, el alfa luchaba por no tocar demás, se sentía atontado por el aroma a miel y calor que Gustabo desprendía, no quería soltarle, al contrario quería presionarlo más contra su cuerpo.
Subieron el par de pisos que les quedaban y una vez en el sexto miró al omega en espera de que le dijera que puerta era la de su apartamento.
-¿Que número?-.
-Emm...8-.
Camino por el pasillo hasta la puerta numerada con una placa 8 oxidada.
-Las llaves-.
Gustabo comenzó a buscar entre las bolsas de sus pantalones militares.
-Si me bajas es más fácil buscarlas-.
Inconscientemente le presiono más contra si mismo.
-No, ya las busco yo-.
El superintendente se negaba a soltarle, mientras caminaba por el pasillo en busca de la puerta correcta había captado al menos 3 esencias alfa, no iba a cometer el error de dejar al chico solo.
Rebusco en los 4 bolsillos delanteros del pantalón militar encontrando de todo menos las llaves, pasó a buscar en los bolsillos traseros, su corazón se detuvo al sentir lo húmedo que estaba el pantalón de Gustabo, eso solo significaba que el omega estaba empezando completamente su etapa de celo.
Las manos de Conway paseándose por esas partes dificultaban su tarea de mantenerse concentrado y con la cabeza fría, un dolor en su vientre bajo le hizo retorcer, comenzó a jadear, sentía que se asfixiaba del calor que tenía.
Finalmente encontró la llave, abrió la puerta con prisa y cerró con una patada.
Busco el cuarto de Gustabo, siendo no muy complicado debido a lo pequeño que era el piso, entró y dejó al omega en la cama mientras trataba de conseguirle algo de agua para que se refrescara.
Volvió a la habitación donde Gustabo se retorcía del dolor e incomodidad, le ayudó a sentarse y le sostuvo el vaso de agua.
Lo bebió completo para luego empezar a hacer respiraciones en busca de calmarse.
-¿Puedes... cerrar la ventana?-.
-Eso solo te dará más calor, Anormal-.
-Ya... pero lo último que quiero es que alguien venga a tirarme la puerta por que me olió-.
Tenía un punto, si por azar del destino su aroma llegaba a algún alfa al que no le giraran bien los engranes  este intentaría llegar a él.
-No lo harán, a menos que quieran morir, puedo ponerte una marca de olor, así sabrán qué hay un alfa contigo...-.

Canela y miel por error Donde viven las historias. Descúbrelo ahora