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Maniobró como bien pudo para meterse en la tina, dejando que su cuerpo se acostumbrara al agua y dejase de arder antes de tomar el jabón y comenzar a lavar la tierra, sudor y sangre de su piel.

Se sentía algo mareado y como si tuviese la cabeza llena de humo, haciendo que pensar fuese más complicado; ni si quiera había terminado de procesar que había pasado más allá de haber entrado al camino de tierra, no tenía ni idea de cómo se había caído, cuando o por que Ivanov había llegado donde el y ni hablar de como es que estaba en casa de él, tomando un baño siendo que debería estar en la comisaría, esperando se sentencia definitiva.

Se quedó un rato solo sentado, pasando sus manos por su piel en un intento distraído de quitarse el jabón.

-¿Todo bien?-.
La voz de Ivanov desde el otro lado de la puerta le hizo sobresaltarse levemente y volver a la tierra.

-Si si, todo bien-.
Tomó el bote de shampoo para lavarse el pelo, pero al mínimo intento de alzar su brazo más allá de su hombro una punzada de dolor lo recorrió.

-Mierda-.
Soltó en medio de una queja, dejando caer el bote a un lado.

La puerta se abrió rápidamente y un Ivanov claramente preocupado entró.
-¿Que pasa?-.
-No puedo alzar mi brazo para lavarme el cabello-.

Con paso lento Ivanov se acercó a donde Segismundo, acercó sus manos al hombro del menor, parando un momento antes de hacer contacto para mirar a la cara al omega.
Al ver que este no se apartaba ni le tiraba un puñetazo apoyo sus palmas en el área, haciendo círculos y poniendo presión para comprobar que no estuviera fuera de sitio; solo era un tirón por el impacto de la caída, nada serio, pero sería mejor no forzarlo y poner alguna pomada desinflamatoria.

-No es nada grave, voy a ponerte alguna crema y una venda en cuanto terminemos aquí-.
-Que no me voy a salir con el pelo lleno de hierbas del monte-.

La mirada de Ivanov fue directa al nido de ratas que llevaba Segis en la cabeza, había hasta pedazos de plantas atoradas.
-Ya, claro que no, hasta crees que te voy a dejar subir a mi cama con esa maraña de ramas y pelo-.

El policía tomó el bote de shampoo de chocolate y café y vertió un poco en su mano antes de empezar a pasarla por el cabello del omega, iba sacando con cuidado las ramitas y desenredando los nudos de cabello con delicadeza y paciencia poco común de él.

Mientras los dedos de Ivanov iban pasando por el cabello de Segis este comenzaba a deslizarse más dentro del agua, recostándose, quedándose casi dormido por el masaje.

-Eh, No te duermas, aún hay que secarte y vestirte ¿O que quieres que también haga eso por ti?-.

Un quejido de protesta fue la repuesta de Segismundo, quien cerró los ojos y volvió a dejarse llevar por las sensaciones.

Siguieron así un rato más, incluso después de que el cabello del omega ya estaba limpio y enjuagado, había sacado todas las basuras de este y los nudos habían disminuido tanto que el volvía a caer en hebras lacias y oscuras.

Por mucho que quisiera dejar al menor descansar, el agua comenzaba a enfriarse, no parecía un lugar muy cómodo para dormirse por varias horas, la hora ya era avanzada y aún no habían terminado con esto.

-Arriba, hay que sacarte de aquí antes de que te enfríes-.

Con pesadez Segismundo abrió los ojos y dejó salir un bostezo.

-¿Crees poder salir y secarte por tu cuenta?-.
-Si, descuida-.
-Bien, iré a buscarte algo para que te pongas, el botiquín para curarte y me llevaré lo que queda de tu ropa para meterla a lavar, si pasa algo grita-.
-Vale, gracias-.

Ivanov salió del baño con una bola de ropa entre sus manos, la dejó sobre la mesa de noche mientras escarbaba en su closet.
Saco una sudadera gris y un chándal negro que podría usar el omega para dormir y los dejo sobre la cama de su habitación.

Salió con la ropa bajo el brazo y la dejó en el cuarto de lavado antes de ir a la sala a por el botiquín, era común que este estuviera ahí, muchas veces llegaba con heridas del trabajo y tras un tiempo le pareció mejor dejarlo ahí a la mano.

Al pasar por delante de la cocina decidió entrar y tomar otra barrita de cereales y chocolate para darle al menor, no era la mejor cena, pero era lo único que tenía a la mano para comer.

Entro a la habitación con la mirada clavada en el suelo y con la cabeza llena de dudas.
"¿Porque había ayudado a Segismundo? ¿No era yo quien más ganas tenia de que por fin dejara de tocar los cojones diariamente? Bueno, eso no significaba que quisiera verle en la perpetua, solo... solo quería verle vivir una vida normal, sin ir por ahí arriesgando el cuello."

Lanzó el botiquín y la barrita a la cama y se lanzo hacia la puerta del baño donde estaba apoyado Segis, envuelto como un burrito en la toalla.

-¿Se te complica mucho caminar?-.
-Me duele el tobillo, la espalda y wel cuello; ni siquiera cuando me caía en el pueblo, corriendo con las cabras me sentía tan mal-.
-Pues claro, imbecil, iban a 200 y saliste volando-.

Pasó su mano por la cintura del castaño para hacerle de soporte hasta la cama.

-Gracias Ivadog, ahora fuera-.
-Mira que correrme de mi habitación, que visita más descortés-.
-Tendré que vestirme ¿no? Y voy a necesitar un poco de privacidad, que yo no soy como el Horacio o el Gustabo que se desnudan frente a todo Dios, soy un chico de pueblo con su moral y...-.
-Vale, vale, te dejo Virgen maria-.
Soltó Ivanov con una media risa interrumpiendo el monólogo de Segis.

Canela y miel por error Donde viven las historias. Descúbrelo ahora