—Una de ellas, mi Lady.

—Cierto. Son ocho sus Vendidas, ¿no?

—Éramos. Quedan siete, y sospecho que no más de tres que todavía… use. A mí me pasó al personal de limpieza cuando… bueno, cuando quiso. Imagino que ya no sentía nada conmigo.

—¿Cómo es que me sirves ahora a mí?

—No hago preguntas, mi Lady, y dudo que a él le importe lo que hagan sus Vendidas luego que se aburre de ellas. Una noche vino a mí y me dijo que de ahora en adelante le serviría a la Vendida de su hermano, y nada más. Creo que se alegró de darme una utilidad mejor, es muy buena persona.

Mientras más conocía de Antares menos me parecía nada similar a una «buena persona», y se suponía que él era el héroe, el decente, el aclamado, ¿qué quedaría para su infame hermano maldito?

—Ya está. Ahora a escoger la ropa.

Mientras ella buscaba en la colección de vestidos yo subí la pequeña escalera de la pared izquierda para llegar al nivel de la ropa interior. La ropa íntima tenía una variedad abrumadora, dejé a mis dedos deslizarse entre ese campo de encaje, seda, algodón y ligas. Levanté una pieza que atrajo mi atención y comencé a ponérmela justo ahí, sin bajar la escalera. Empecé por colocarme una panti de encaje crema, luego deslicé las medias de malla elástica color rosa pálido sobre mis piernas, llegaron a la mitad de mi muslo y de ahí, unida por medio de un anillo cromado, se desprendía una liga blanca que también estaba por la cara trasera de mis piernas hasta la altura de mi cintura, donde me tocó abrochar la cinta blanca que rodeaba esa zona en un anillo en el centro, sobre mi ombligo.

Busqué mi reflejo en la pared del frente. La complicada trenza del cabello me atravesaba el pecho contrastando su negrura con mi palidez, mis senos desnudos la enmarcaban, y si bien no podía sentirme a gusto con la anomalía en mis pezones, deseaba que alguien pudiera verlos así, con su caída natural pero firmes y deseosos de un buen tacto que los despertara. Las medias y la panti tan escasa me daban una inocencia fingida por la timidez de su color; me pasó por la mente el nombre de una constelación a la que me habría gustado darle la oportunidad de tenerme como solo el espejo podía, pero era tan imposible que deseché la idea y me dispuse a deshacerme de aquel disfraz empezando por el anillo sobre mi ombligo.

—No se lo quite, mi Lady.

Bajé mi vista hacia mi doncella que sostenía el vestido selecto en sus manos.

—Podemos probar cómo se ve con esto, la parte más insinuante estará oculta, lo demás será un bonito decorado.

Mi respuesta fue una sonrisa amplia.

Era el primer vestido con corsé que usaba; eso, sumado a su diseño strapless tipo sirena me elevaba los senos y los redondeaba a la vez haciéndolos un foco de atención solo compartido por una pequeña gargantilla de una sola hilera de cristales shwarosky que me apresaba el cuello. La caída de la falda empezaba justo donde terminaban mis costillas con un adorno hecho de pedrería a modo de cinturón. La falda se elevaba un poco gracias a todo el tul que había debajo, pero se detenía justo por encima de mis rodillas para dejar que las medias hicieran su trabajo. Todo el vestido era color durazno, y las zapatillas de tacón iban a juego con la pedrería de la cintura y el brillo de los cristales en mi cuello.

—Me encanta —confesé—. ¿Por qué el príncipe me daría todas estas cosas?

—Mi Lady, usted es su primera Vendida, tal vez necesita mostrarla por todo lo alto. No sé si sabrá, pero su futuro reinado dependía de que él pudiese cumplir con su deber con las tradiciones de Aragog como su hermano, y adquirir una Vendida es parte de ello. El siguiente paso es casarse.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα