VII - El Paso de Lahar (Pt.2)

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Cabalgaron veloces y con sus corazones agitados. Las bestias ganaron terreno rápidamente, sus patas impactaban el suelo de manera poderosa, haciendo saltar el pasto allí donde pisaban, su carrera era agresiva, rápida, metódica. Insgar alcanzó a contar a lo menos ocho criaturas; su líder, el alfa, era grande, intimidante, fuerte, de pecho ancho e increíblemente musculoso; su quijada era desproporcionalmente grande y sus dientes afilados, estaban hechos para despedazar; sus ojos amarillo luminosos poseían una endemoniada bestialidad y estaba plagado de espantosas cicatrices que ni el grueso pelaje lograban disimular. Las flechas no se hicieron esperar, Insgar, Orfen y el príncipe Gianelo habían comenzado a contraatacar en un desesperado intento de mantener a los licántropos a raya, sin embargo, ya era imposible. Orfen tenía un manejo del arco un tanto deficiente y sus flechas, incapaces de acertarle a nada que no fuera la noche, se perdieron en la oscuridad. La misma suerte corrieron los tiros de Gianelo, aunque el príncipe tenía una buena destreza, el acelerado ritmo del galope, sumado a su nerviosismo y la distancia que aun los separaba, hizo sus tiros imprecisos y las flechas terminaron desperdiciándose. Por su parte, y para su sorpresa el gran arquero elfo falló por primera vez, Insgar vio con ojos incrédulos como su blanco burlaba su habiloso tiro, no pudo comprender si había sido un error suyo o si el gran lobo alfa era demasiado veloz para su arco, pero el enorme licántropo evadió su flecha de forma burlesca y sin ningún esfuerzo, la que terminó clavándosele a una de las bestias que le seguían, la peluda criatura lanzó un tosco gruñido de animal herido, cayendo al suelo de bruces, giro una vez sobre sí mismo y luego volvió a la cacería con renovada furia.

—¿Creí que nunca fallabas? —le dijo Orfen al aun asombrado elfo.

Sin duda alguna Orfen había descifrado a la perfección el creciente desconcierto de Insgar al ver que su tiro fallaba su real objetivo.

—¡Tuvo suerte! —contestó el elfo recuperando su dolido ego, cargo una nueva flecha con inhumana agilidad y esta vez, se tomó un ligero instante para dispararla con precisión ineludible.

El licántropo no tuvo posibilidad de escape, ni siquiera alcanzó a percibirla, la flecha lo impactó de lleno en su ojo derecho, clavándosele profundo en su interior. El monstruo aulló salvajemente y la sangre corrió por su canino rostro, pero no se detuvo, en tan sólo un segundo se arrancó impávido la flecha con una de sus peludas manos y corrió ardiendo en cólera tras Insgar, su amarillento y endemoniado ojo sano lo miró sentenciándolo de manera aterradora, todavía los separaba un buen trecho, pero si los alcanzaba, Insgar no tendría oportunidad, aquella bestia era demasiado fuerte.

—¡El paso de Lahar! —gritó el mago en ese instante— ¡No se separen o no quedaran ni sus huesos!

Y realmente así era, dejando de lado a los licántropos, todo aquel que conociese aquella tierra lo sabía. Las macabras historias que contaban de aquel paso, mantenían alejados a la mayoría de los hombres y más aún por la noche cuando ni siquiera la intensa luna llena era capaz de iluminarlo.

El paso de Lahar se alzaba majestuoso, intimidante y oscuro como boca de lobo, tenía incontables caminos, muchos de ellos intransitables y la mayoría de ellos finalizaban en desfiladeros y puntos muertos, otros llevaban a horribles y desconocidos destinos. Años atrás se había hecho un particular esfuerzo por mantener señaléticas que marcasen el camino para aquellos que se aventurasen a cruzarlo, sin embargo, aquello no había sido más que una oportunidad para ladrones, asesinos y hombres con oscuros propósitos que habían hecho uso indiscriminado de ellas para guiar a los viajeros a emboscadas y trampas mortales, por lo que finalmente y por la propia seguridad de los viajeros se había optado por sacar todo rastro de ellas, quedando un único grabado en roca en su entrada como debida advertencia.

Usted está abandonando el seguro reino de Tormena

para llegar a la tierra de los elfos.

¡VOLVED SOBRE SUS PASOS Y REGRESAD!

Si continúa... ¡Que El Gran Thal se apiade de su alma!

Sin embargo, nadie leyó aquel grabado esta vez, los caballos y jinetes pasaron veloces a su lado, sin siquiera advertir su existencia... y en todo caso de poco hubiese servido, su suerte ya estaba echada, no había más opción que enfrentar el inminente desenlace.

Los hombres lobo rugieron su victoria, habían caído en la trampa; fueron escasos metros más adentro que Eguaz lo advirtió, el resto de la jauría los había estado esperando pacientes y la treta les había dado frutos, el mago y los demás estaban exactamente donde los querían. La entrada del paso era un camino estrecho, plagado de oscuridad y altas paredes de roca solida con numerosas cuevas y escondrijos en las alturas, por lo que ya no había forma de escapar, sin embargo, ese fue el día en que Ereas y el resto del grupo llegaron a conocer el enorme y asombroso poder que albergaba el mago y al verlo sintieron temor, pero a la misma vez nació un profundo respeto y admiración hacia él.

Sin duda alguna la jauría los había cercado, pero aun así el mago los obligó a continuar incesantes. Los licántropos se habían comenzado a mover agresivamente entre las sombras, frente a ellos y por encima de las paredes. Un grupo de al menos ocho bestias enormes se había asentado en el camino para cortarles el paso, los encabezaba un licántropo igual de fuerte y amenazante que el de las cicatrices. Los caballos, al percibir a las bestias que les bloqueaban el camino, quisieron encabritarse, haciendo que Ereas casi perdiera el equilibrio. Por un instante el gorgo creyó que era el fin y en un intento de hallar algo de seguridad llevó la mano a su espada para asirla con fuerza, sin embargo, aquello perduró tan sólo un segundo... porqué el mago en ese mismo instante alzó su báculo con firmeza. Ereas juró verlo brillar, pero todo sucedió demasiado rápido como para estar seguro.

¡Globusigniss! —gritó a viva voz y una enorme bola de fuego azulado se disparó veloz como flecha, iluminando los oscuros parajes de la montaña como un rayo.

El sorpresivo hechizo les impactó de lleno y de forma atronadora a la apiñada jauría, produciendo una mezcla explosiva de fuego, rocas, polvo y cenizas. Los aullidos de dolor y la sangre inundaron el lugar. Algunos corrieron asustados, otros con menos suerte ardieron. El aire se llenó de un apestoso aroma; una mezcla de sangre, carne y pelo quemado, sin embargo, el camino, que una vez había estado obstruido, yacía libre de toda bestia. Los caballos continuaron su carrera nerviosos, pero a todo galope, dejando de esta manera en unos pocos instantes las aun ardientes llamas y los ahora asustadizos licántropos tras de sí.

 Los caballos continuaron su carrera nerviosos, pero a todo galope, dejando de esta manera en unos pocos instantes las aun ardientes llamas y los ahora asustadizos licántropos tras de sí

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El Viaje De EreasWhere stories live. Discover now