XI - Los Bosques Mágicos de Valahall (Pt.1)

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Una vez concluido el asunto de Othila, el mago se mostró gustoso en aceptarlo como parte del equipo pese a que varios de los guerreros no dudaron en mostrar apatía hacia él. Después de todo no les hacía mucha gracia que un príncipe de dudosa habilidad en el combate y una infame reputación se sumara a ellos, aun así prefirieron callar. A fin de cuentas era el mago quien tomaba las decisiones en el grupo y por lo demás Volundir había sido bastante amable con ellos hasta ese entonces como para entrar en discusiones respecto a su hijo.

Tras una amena y sentida despedida, los guerreros finalmente abandonaron Antímez, Ereas estaba feliz de haber hallado una amistad tan significativa como la de Solari y Evitha, lo habían despedido con tristeza comprometiéndose fervorosamente a reencontrarse en cuanto les fuera posible, no obstante y a pesar de todas aquellas muestras de afecto de parte de sus nuevos amigos no pudo evitar sentirse un tanto herido con Mina, la noche anterior le había hecho sentir cosas tan agradables que de cierta forma esperaba al menos haberla visto aunque sea una vez más... y mantuvo aquella esperanza hasta el último momento, pero la elfa no se presentó.

Una vez que los caballos se pusieron en marcha y los elfos les entonaron una conmovedora canción de despedida, Ereas no pudo evitar sentirse utilizado y con el corazón roto. "¿Por qué rayos la elfa había actuado de esa manera?" se cuestionó "¿había estado jugando?" para él había sido mucho más que un juego y a pesar de que seguía sintiendo cosas mucho más intensas por Sophía siguió sintiéndose traicionado.

Habían comenzado alejarse de Antímez cuando de pronto advirtieron a un nuevo jinete que cabalgaba apresurado hacia ellos indicándoles que aguardasen.

—¡Alguien más viene! —dijo Gianelo, quien fue el primero en advertirlo.

Los guerreros detuvieron sus caballos de inmediato, girándose en dirección a Antímez.

—¿No será un nuevo miembro para el equipo supongo? —espetó Teddy con cierto sarcasmo mirando de reojo a Othila. El elfo ni se inmutó.

—¡Es Mina! —dijo Insgar— La hija de Volundir.

A Ereas se le estrujó el corazón emocionado y con avidez observó la frágil figura de la elfa sobre una yegua blanca acercándose, un extraño cosquilleo le inundó la panza.

—¿Qué querrá? —se preguntó Gianelo extrañado, pero Eguaz en su infinita sabiduría pudo intuirlo con sólo mirar a Ereas por donde iba aquello.

—¡Ve muchacho! —le dijo el mago instándolo a salir a su encuentro. Ereas dudó un instante confuso, pero el mago, esbozándole una sonrisa, le guiñó un ojo. Aquello fue suficiente para que el gorgo se armase de valor e inmediatamente azuzó a Arrow cabalgando en dirección a Mina. Los demás lo quedaron observando si comprender.

La elfa venía cabalgando apresurada y con evidente diligencia, su yegua no traía ni montura ni bozal, lo que Ereas atribuyó a la prisa. "¿Dónde había estado?" se preguntó, su rubia cabellera ondulaba en el viento cual espigas maduras, mientras sus pechos seguían el suave vaivén del galopar de su montura, estaba sudorosa y vestía de forma bastante sencilla comparada a la última noche. Aun así a Ereas le pareció la imagen más hermosa de ella hasta ese entonces, no pudo evitar recordar el delicioso tacto de sus labios, trayéndole un intenso torrente de emociones similar al de aquella ocasión, sintió que temblaba.

—¡Uf! —bufó sonriendo una vez que detuvo su yegua junto a Arrow— ¡Pensé que no te alcanzaría! —sus luminosos ojos verdes volvieron a hechizar al gorgo por un instante— ¡Esto es para ti! —le dijo alargándole una extraña flor de singular belleza. Era similar a una rosa, pero de tallo plateado luminoso, mientras que sus pétalos eran dorado brillante y exquisitamente aterciopelados, parecía la mejor obra concebida por un artesano sin igual.

El Viaje De EreasOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz