VII - El Paso de Lahar (Pt.1)

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El mago dirigió al grupo cabalgando un elegante caballo blanco mientras Ereas procuraba mantenerse a su lado, algo que debido a sus limitadas habilidades ecuestres le resultó complejo, pero al menos le ayudó a conocer mejor a su caballo. Un poco más atrás cabalgaba Teddy y el príncipe Gianelo seguidos de cerca por la carroza guiada por el viejo criado de rostro amable, su nombre era Rusandín, un viejo bastante humilde y respetuoso, hablaba sólo cuando se lo pedían y no se entrometía en ningún asunto que no fuera su carroza y los cuidados de la princesa y la criada. Detrás de la carroza venían Insgar, Demethir y Orfen. Al parecer el elfo y el enano venían conversando animadamente, pese a que ambas culturas no solían tener buenas relaciones.

Cabalgaron a paso rápido e incesante, comenzando cada día desde antes del alba y desmontando recién al anochecer; sólo se detenían lo estrictamente necesario, comían dos veces al día y dormían bajo las estrellas. El invierno ya había abandonado los campos de Tormena por lo que lentamente las noches comenzaban a tornarse más cálidas. No se detuvieron ni desviaron hacia ninguna aldea, granja u hospedaje, por lo que el contacto con otras personas fue escaso. La idea era llamar el mínimo de atención, por lo que Ereas, el elfo y el enano viajaron a cabeza cubierta, su presencia era demasiado llamativa e inusual para aquellos parajes, si los veían de seguro levantarían preguntas o incertidumbre entre los curiosos.

Por otra parte, la princesa Sophía y su criada tuvieron estrictamente prohibido abandonar la carroza o tener contacto con los demás miembros de la comitiva en todo momento por lo que únicamente el viejo Rusandín se encargó de atender sus necesidades. Ambas debieron contentarse con tan solo abrir un poco la ventana y correr mínimamente la cortina para dejar entrar un poco de aire fresco de vez en cuando.

Ereas, en tanto, fue uno de los que menos disfrutó de todo aquello, no estaba acostumbrado a cabalgar tan seguido ni de forma tan prolongada, por lo que al final de cada día se sentía destruido, con sus muslos y verijas enrojecidas y un pronunciado dolor en la espalda baja. Además el mago con ayuda de Insgar había comenzado a instruirlo activamente durante la marcha, el elfo lo entrenó en el uso correcto del arco y la espada al final de cada día y para asombro del gorgo, Insgar era un maestro sin igual, su manejo de las armas era metódico, elegante, rápido y eficiente, por lo que a pesar del cansancio y el reducido tiempo que le quedaba cada noche para cenar y dormir, se sintió feliz de que lo aleccionara. El mago por su parte lo instruía en los asuntos restantes, era casi como su viejo maestro Peter, pero infinitamente más elocuente. La primera lección que recibió fue acerca de los elfos y enanos instruyéndolo en muchos detalles de sus creencias y costumbres que Ereas desconocía por completo, algo de suma importancia considerando el gran acercamiento de culturas que, debido a los últimos acontecimientos acaecidos, se estaba produciendo en la Tierra Conocida. También le habló de la magia, su poder y lo peligroso que podía llegar a ser el uso de ella de manera inescrupulosa, advirtiéndole que jamás se dejase engañar por cualquier mortal que se declarase mago, los siete auténticos habían muerto o desparecido hacía mucho y el poder de la magia podía provenir de muchas fuentes, muchas de las cuales no tenían nada que ver con la divina gracia del Dios Thal, sino que de algo muy distinto y demoniaco, sin embargo, aunque todo aquello a Ereas le pareció inmensamente interesante, no fue sino hasta al tercer día que Eguaz comenzó a abordar aquel tema que a él tanto le desvelaba, su verdadero y misterioso linaje, y aunque las cosas que le dijo fueron tremendamente reveladoras, estas a su vez le generaron nuevas interrogantes que hasta ese entonces jamás se había planteado...

"Los gorgos, después de la tierra, habían sido la primera creación de Thal -mucho antes que los elfos, los enanos, los humanos o los mismos gigantes- Y como tales habían sido creados con el amor más puro e incorruptible que alguna vez se pudo concebir. Eran una raza hermosa y perfecta, armoniosa y feliz, amaban la naturaleza y poseían una devoción profunda e incomparable a su creador, correspondiendo en cada sentido a todo el apego que Thal sentía por ellos. Así fue como crearon y construyeron las más hermosas ciudades, templos, palacios y jardines, además de innumerables obras artísticas, música, artefactos y monumentos de belleza sin igual. Todo en pos de la gloria de su dios. Vivieron en la más bella y prospera de las tierras, la llamaron la tierra de Thal; los elfos, Cedivín; los humanos, Gargalia...

El Viaje De EreasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora