V - El Mago que Enfrentó a la Oscuridad (Pt.2)

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—Veo que la ropa te ha quedado de maravilla —comentó Sentos mientras le extendía los brazos y admiraba al muchacho de pies a cabeza— ¡Seas bienvenido a mi reino! —agregó besándole ambas mejillas de forma amorosa.

—¡Mu... muchas gracias! —respondió Ereas un tanto incomodo, no esperaba tan cálido recibimiento— Es un agrado volver a verlo... su majestad —agregó reverenciándolo de manera cortés.

Era tan pequeño y había pasado tanto desde que Sentos había visitado Drogón con su comitiva, que apenas si lo recordaba. Le sorprendió verlo canoso y un tanto regordete, el tiempo no pasaba en vano.

—El agrado es de nosotros —respondió Sentos señalando a los demás— Estas más bello y radiante que cuando pequeño —sonrió— ¡¡Amigos, por favor!! ¡Conozcan a Ereas! ¡El único muchacho en toda la Tierra Conocida en vencer al Bosque Sombrío!

El variopinto grupo pareció dudar, como si no supieran como actuar frente a la bella apariencia del gorgo, por un instante parecieron maravillados, al otro más bien recelosos. Ereas no pudo evitar un dejo de incomodidad ante sus atentas miradas.

—Serás un gran héroe —le susurró Sentos guiñándole un ojo. Ereas se forzó a fingir una sonrisa.

Fue en ese instante cuando conoció a los allí congregados; estaba el príncipe Gianelo por supuesto, alguien a quien conocía previamente de las visitas del rey Ewolo al reino de Drogón; el otro hombre, el de bigote imperial, era Teddy Rosaverde, caballero del reino de Caliset famoso por su manía con los cuchillos y hombre de confianza de Catlina de Sirah, la conocida "Reina de Hierro"; el elfo era Insgar, general militar y gran amigo del rey elfo Volundir, que a esas alturas, tras varios siglos de servidumbre, lo considerado casi un hermano, su nombre era leyenda citándose que jamás había fallado una sola flecha o perdido una sola batalla; el enano era Demethir del reino de Furia, Demethir era el campeón indiscutido de los enanos y como tal había tenido el honor de ser escogido el representante de su pueblo, a simple vista se podía intuir la razón, era robusto y musculoso, pero por sobre todo era más alto que un enano promedio. Algo que por supuesto le significaba una gran ventaja en batalla.

Tras las presentaciones, el animado rey Sentos mandó a instalar rápidamente una cómoda butaca a su derecha para sumar a Ereas, dándole así la oportunidad al gorgo de observar mejor el enorme mapa que se hallaba allí sobre la mesa. Éste contenía detallada y con mucha precisión toda la información geográfica de la Tierra Conocida... o casi toda; las ciudades, reinos, aldeas, montañas, ríos, lagos, bosques, sus distancias, caminos, bifurcaciones, pasos secretos y un sinnúmero de otras especificaciones de gran utilidad; era el mapa más prolijo y detallado que Ereas jamás había visto y al parecer lo habían estado utilizando activamente antes de que él llegara. Tenía una ruta marcada, desde Tormena a Antímez y desde Antímez hacia Morbius y Um; allí, tras las montañas, en lo que parecía ser un destino, había un enorme espacio en blanco; la parte desconocida del continente, la que sabía que los cartógrafos jamás podrían completar... los demás volvieron a tomar sus respectivos puestos. Eguaz fue el único que permaneció de pie.

—Aquí falta un hombre —dijo el mago arrancando a Ereas de su ensimismamiento con el mapa. Su voz sonó seria.— ¿Dónde está Orfen? —preguntó, pero antes de que alguien alcanzara a contestarle la pesada puerta de la sala se abrió. Un hombre alto, musculoso y bastante atractivo para ser un simple humano entró en la sala portando una mordaz sonrisa en su rostro.

—¡Aquí estoy, mago! —dijo el hombre. Tenía una voz profunda y extremadamente masculina, en ese instante Ereas comprendió a que debía aquel hombre su tan difundida fama. Era atractivo, sin duda, pero no por estar colmado de belleza, sino que en él había algo más, algo enigmático y difícil de descifrar, algo que hacía de su figura una presencia dominante, llena de gracia y encanto. Podía ser su mirada fuerte y penetrante o su caminar orgulloso y arrogante, o tal vez su sexual y masculina personalidad. Lucía dos cicatrices en el rostro de forma vanidosa una sobre una ceja y la otra sobre su mejilla en forma de medialuna, mostrando claramente que estaba avezado en la batalla. Muchos decían que era una máquina de matar, haciéndolo ver casi como un ser inmortal, increíblemente hermoso, con la fuerza y gracia de semidiós; otros en cambio lo hacían ver más bien un mujeriego de extrañas preferencias sexuales, dado a las apuestas y a un marcado libertinaje; todas conductas impropias de un verdadero siervo de Thal. Ereas se había impresionado con aquellas historias alguna vez, sin embargo, tras sus recientes desventuras había aprendido a darse cuenta de lo mucho que la gente solía exagerar, y muchas veces hasta inventar, historias y sucesos que muchas veces ni siquiera habían acaecido; pronto llegarían inclusive a sus oídos fantásticas e impresionantes historias de todo lo que supuestamente había visto y vivido en su odisea a través del bosque Sombrío, le hacían ver como un legendario héroe; aunque él jamás contase la más mínima palabra. Orfen, por su parte, poseía claramente atributos que iban más allá de lo común, no obstante, también estaba lejos de ser aquel pintoresco y fantástico héroe indomable del que la gente solía pregonar. Sea como fuere y a pesar de que el mismo Ereas había admirado alguna vez sus reconocidas hazañas, al verlo no logró sentir simpatía por él y al parecer el mago tampoco.

El Viaje De EreasWhere stories live. Discover now