Capítulo 123

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-Te lo preguntaré por última vez, ¿estás con ellos?

Este tipo de ojos marrones verdosos y un estúpido uniforme azul oscuro, no para quieto. Dando vueltas en círculos,  abre la ventana,  la cierra, se acerca a Alexandra como si eso fuese a despertarla, vuelve a dar otros pasos en círculos y prosigue su ardua tarea de tocarme los cojones.

-Joder- mascullo cuando se sienta a mi lado intentando incomodarme, algo que consigue perfectamente.- Ya te he dicho que no, ¿no me escuchas?

-¿Entonces cómo explicas que estuvieras allí?

Me levanto. Estoy harto de esa conversación.  He perdido la noción del tiempo desde que metieron a la rubita en esa camilla con la cabeza vendada. Lo único que sé es que fuera está oscureciendo y ni he desayunado.

Maldita Marga. Ya verás. Esta no te la paso.

-¿Es que no me puedo poner una puta sudadera negra sin ser un maldito criminal? Estás mal de la olla tio... háztelo ver.

-Mira, renacuajo,- el poli se levanta y se acerca a mí, utilizando su altura como medio de persuasión- tengo a mi mejor amiga en esa camilla con un golpe en la cabeza por tu jodida culpa.

-Hablas como si yo la hubiese golpeado.

Camino hacia el incómodo sofá y me tumbo con los pies sobre el reposabrazos. No le daré el gusto de regodearse en su juego del poli malo. Yo a la chica no le he hecho nada. Es más,  de no ser porque la hostia de Marga iba dirigida a mí,  no estaría aquí.

-¿Acaso no lo has hecho?

-No.

Cierro los ojos intentando disimular mi hambre. Llamar a mi madre para que me traiga algo de comer no es una opción. Se pondría a gritar como una histérica y para numeritos ya tengo el de este tío.

-Entonces dime quien fue.

-No soy un chivato.

-Maldito crío.

Siento su mirada clavada en mí. Sé perfectamente que de no estar en un entorno público ya me habria cruzado la cara, tirado al suelo y dado patadas hasta que su culo estuviera a gusto.

-Relaja, estirado, que no tengo por qué aguantarte.

-Pues lárgate. Aquí sobras.

Abro los ojos y sonrío. ¿Acababa de intentar echarme?

-¿Y tú qué?

-Yo estoy aquí porque soy uno de los pocos amigos que tiene.

-Vamos que te hace tilín la rubita.

Antes de acabar la frase el estirado se abalanza sobre mi y estira del cuello de la sudadera. Siento la tela alzarme un par de centímetros sobre el mueble y tambien los ojos destella te de odio por partede mi amigo poli.

-Vuelve a decir algo así y no volverás a hablar en tu vida.

La gente... cuando metes el dedo en la herida reacciona de una forma taaaaan divertida.

-He acertado de lleno, ¿eh? ¿Cómo se siente amenazar a un niño diez años menor? ¿Se te pone dura?

-No sabes nada de ella. Hazle un favor y pírate.

Me empuja contra el respaldo y se aparta, volviendo a meterse las manos en los bolsillos. Podría denunciarle. Pero no lo haré.  Que majo soy.

-¿Eres su novio?

-No.

-Pues eso, me quedo un ratito.

Cruzo los brazos tras mi cabeza y le dedico una amplia sonrisa. Está furioso.

-Dios, maldito crío. Eres insoportable,  ¿lo sabías?

-Algo me han dicho.

-Al menos, vigílala mientras voy a por algo de comer.

El poli se mete las manos en los bolsillos y hace amago de abandonar la habitación.  Antes de que cierre la puerta, le grito:

-Ey, papi, píllame algo.

-¿Perdona?

-Comida. Ya sabes,- gesticulo, haciendo que corto algo y me lo llevo la boca- comer... esa cosa de humanos...

-Ya veré que hago.

Una vez a solas con la rubia, intento pensar en motivos de peso para seguir allí. No tengo razón alguna excepto de que le debo estar ileso. Pero si yo no hubiese aceptado desayunar con ella... vete a saber que le habrían hecho.

Se habría defendido, no parece una debilucha.

Ese pensamiento no consigue acallar mis remordimientos. Debería haberla advertido, o incluso decirle de ir a desayunar a otro sitio. Saldrá de esta, el médico lo ha dicho, pero quién sabe como reaccionarán Marga y los demás.

No se rendirán.

Me levanto y camino hacia la camilla donde descansa. No es fea. Tiene unos rasgos delicados aunque fuertes. Sus labios parecen suaves y dulces... Una cicatriz en la mitad del labio inferior denota que se lo ha mordido con demasiada fuerza.

Paso la mano por su mejilla.

¿Cómo es posible que esta chica se haya interpuesto entre una culata y yo?

Veo como en sus párpados hay movimiento y aparto la mano. Unos ojos marrones surgen, para inmediatamente desaparecer de nuevo. Frunce el ceño. Le duele.

-¿Unai?

Así se llamaba el poli.

-Ha ido a por comida- respondo molesto, apartándome de la camilla.- Ahora vuelve.

-¿El chico...?- murmura, y abre los ojos.- Eres tú... ¿estás bien? ¿No te han hecho nada?

La rubia estira sus brazos para que acuda a su lado pero la ignoro. Estoy molesto. Realmente molesto. Y no entiendo el porqué.

-¿Por qué lo has hecho?- me giro para ver su reacción y simplemente se encoge de hombros.- No me conoces.

Lejos de soltar una respuesta con sentido simplemente esboza una sonrisa nostálgica y me indica que me acerque. Esta vez obedezco sin comprender. Ella me abraza.

Si habia algo sano en su cerebro se acaba de romper. Uno no va salvando y abrazando a desconocidos. La vida que yo conozco no es así.

Quiero un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora