Capitulo 28

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Estaba sentada en el mismo lugar donde había estado mi madre, aquella mañana de fiebre. Recordaba su silueta recortada por el sol cegador y como me describia cada cosa que observaba por la ventana por muy absurdo que fuera.

Recuerdos con un sabor agridulce.

Después de todo este tiempo, tantas torturas que se me propinaron no he sabido guardar su recuerdo que lentamente se borra en mi mente. Siendo sincera conmigo misma, evité tener que entrar a su habitación. No quería recordar el vacío. Aquella habitación permaneció cerrada desde el momento que Hana apareció por la puerta para hacerme la cena, diciendo que mi madre estaba ocupada.

Como último recuerdo en aquel lugar... Me permití, aunque sólo fuera una vez, volver a mi faceta de niña llorona que llamaba a su madre con lágrimas en los ojos. Ahogué mi llanto en las mantas, y las golpeé repetidamente intentando aliviar la tristeza. Más bien, el dolor de una niña que pierde a su madre.

-¿Recordando los viejos tiempos?-oí preguntar a una voz que me llenó la garganta de odio reprimido.-Creí que habías madurado y aceptado lo que pasó.

Mantuve el rostro pegado a las mantas, aspirado el aroma a la encierro que había impregnado las mantas. No quería que Emilio viera mi rostro así. No le daría tal gusto.

-¿No me vas a hablar?-oí pasos.-Entonces seré breve. Las cosas de tú madre no las puedes llevar a mi casa. No quiero que mi nueva familia tenga que recordar a una muerta.

Asco. Un nudo de odio y asco reprimido. Rabia contenida en mis puños cerrados sobre la suave tela. Quería ir y recordarle a golpes que esa mujer que tanto despreciaba fue su mujer y merecía respeto. ¿Acaso no la había querido nunca?

¡Que habían sido marido y mujer por veinte años! Yo era fruto... ¿del amor? Aquella era tan absurdo que decidí recortar aquella cadena de pensamientos de mi mente.

-Veo que por fin estamos de acuerdo en algo.-Añadió.-Cuando acabes de recoger sus cosas déjalas en la entrada ya pediré a alguien que las tire por ti.

No me costó imaginar una sonrisa en su rostro, mientras hablaba de los últimos recuerdos de mi madre. Cada día perdía aún más el respeto por ese ser que a los ojos de la ciencia era mi progenitor.

-Adiós.

No aparté  mi rostro de las mantas hasta que oí la puerta cerrarse. Sólo entonces, corrí a la cocina. Ya estaba todo guardado en cajas. Alzé  una para  a continuación lanzarla al suelo, oyendo como el cristal de la vajilla se rompía en cajas trozos.

Tras aquel ataque de ira, sabiendo que aquella podría ser mi última oportunidad.. Cogí las llaves, mi móvil y los cascos dispuesta a ir de excursión. Antes de irme debería hacerle una visita.

Mamá, almenos merecía eso.

Quiero un beso bajo la lluviaWhere stories live. Discover now