Capitulo 44

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"No."

"Que confianza tienes en mi..."

"La misma que tú tienes en mi."

Aquello eran las últimas palabras que nos habiamos dirigido en todo el día tras mi insinuación de la violencia de género en su vida. Ni él se acercó a mi ni yo hice amago de preguntarle por su mano. Realmente, el ambiente era tan tenso que podria haberse cortado con un cuchillo.

Tengo que admitirlo, él llevaba la razón. No confio en Samuel. Aunque no es culpa suya, soy desconfiada por naturaleza. Pero por otra parte, ya tengo una cierta experiencia en heridas y sé que aquel corte, en la palma de la mano, no se lo habia hecho al recoger un cristal del suelo. A no ser...

-Que cerrara la mano...-susurré, buscándole con la mirada.

En aquel momento el nieto de mi vecina, estaba depositando una cerveza sobre la mesa de una mujer ya entrada en edad. Sonreia, pero no parecia alegre además de que llamaba la atención su vendaje mal puesto. Aquello si que era su culpa, deberia haberme dejado ponerselo bien.

-¡Alexandra!-me llamó Susana, golpeándome la mano.- ¿Estás bien?

De maravilla. Perfectamente. Soy una persona realizada e incapaz de confiar en la gente.

-¿Cuanto tiempo llevan juntos Samuel y Sophia?-pregunté, mordiendo un trozo de tortilla.

Es su vida privada, aquello no me incumbia.

-No sé con exactitud. Creo que cinco o seis meses...-murmuró- pero esa chica no me convence.

-¿Por?

-Intuición femenina y de madre.- Se rió, poniendo mas tortilla en el plato.- Comes mucho ¿eh?

Ha cambiado de tema. A propósito. Con todo aquello, ¿quien en su sano juicio no pensaría que se trataba de violencia de género? Estaba todo. La mujer con carácter dominante, la herida y el hombre... bueno, Samuel. Pero no entiendo porqué lo permite si en realidad existe.

-No estoy acostumbrada a que cocinen para mi, asi que si me cocinan yo como- sonreí algo cansada mientras le seguia el rollo.- ¿Y Josh?

-Se lo llevó su padre mientras estabas en la cocina. Cuando cerremos lo conocerás. Es un amor y guapísimo.. aunque no se si está bien que yo lo diga- siguió riendo.

Esbocé otra sonrisa cansada, girándome para observar las idas y venidas de Samuel desde la barra hasta las mesas. Cada tanto entraba a la cocina, por unos instantes le perdia de vista, pero volvia a aparecer. Siempre.

¿Sería asi en mi vida? ¿Estando siempre? Menuda gilipollez, claro que no. En cuanto consiguiese trabajo estable me iría de su lado. Eso implicaba adios Hana y su cálida familia. La echaria en falta, a ella y sus sopas tan deliciosas.

Entre trozos de tortilla y zumo de manzana frios, pasé la mañana y gran parte del dia. Aunque al caer la tarde apenas conseguia mantenerme sentada en aquel taburete. El sueño cerraba mis ojos como si mis párpados pesasen toneladas. Aquella sensación de sentir sueño y no poder dormir... era horrible.

Susana y Samuel recibieron un enorme grupo de clientes al crepúsculo y apenas tuvieron tiempo a reaccionar. Él desapareció en la cocina, y ella comenzó a moverse a un ritmo propio de un atleta olímpico. Asi que... a eso lo llamaban trabajar duro.

La familia de Hana... era sorprendente.

-En el vestuario tienes un sofá, puedes tumbarte ahí, esto tardará bastante.-Dijo Susana, con una sonrisa.- Tendrás que acosumbrarte a este ritmo, ¿eh?

No dije nada, avancé arrastrando los pies en dirección al vestuario. Al entrar en la cocina vi a Samuel de espaldas, concentrado en cocinar algo que olia realmente bien.

La camisa le marcaba la espalda, esa que habia visto la tarde que me llevó al campamento. Sus manos se movian rápidamente vatiendo algo que no alcanzaba a ver.

Mis ojos me dieron un ultimátum y proseguí mi camino hacia el sofá de los vestuarios. El cual tenia ropa encima. Aparté la que pude, y use un par de prendas de almohadas. Supuse que no habria problemas en hacer eso.

Cerré los ojos, y olí el aroma a colonia masculina. No supe identificarla, pero me sumergí en el mundo de los sueños, entre aquel aroma, y no tuve ninguna pesadilla.

Tardé un par de segundos en ser fisicamente consciente de donde estaba. Y otro par de segundos en reconocer a quién estaba apoyado en el sofá. Roncando.

¿Que hace este tio aquí?

-Oye-le sacudí la cabeza.- ¿Que haces aquí?

-¿Hmmm?-murmuró, desperezándose.-Tienes un sueño profundo.

-¿Yo? Para nada. Es mas, si no estoy tranquila me despierto cada poco tiempo.

Samuel comenzó a reirse con esa cara de acabarse de despertar. Estaba vestido de calle, por lo tanto...

-¿Que haces aqui?-repetí, rascándome la cabeza.-¿Que hora es?

Samuel se levantó del suelo, pero al apoyarse en la mano mala masculló un par de palabras malsonantes y salió por la puerta de los vestuarios.

Se levantó  con la mano mala... ja ja ja ja.. Vale no, no tiene gracia. Si lo hubiera dicho en voz alta me hubiera mirado de forma asesina.

-¡Son las cinco y cuarto!-gritó.

Bostezé levantandome de aquel sofá y al hacerlo cayeron un par de chaquetas al suelo. Todas parecian masculinas...

-Son mias.-Dijo Samuel entrando con una bandeja con dos tazas.-No queria que te resfriases.

-Pensé que estabas enfadado conmigo.

-Tenias razón, deberia confiar en ti.

Esta conversación.. no, esta atmosfera, está comenzando a darme repelus.

-¿Dejemos el tema si?

El objeto de mi incomodidad dejó una taza de café sobre un lado del sofá antes de sentarse. No pasamos mucho tiempo en silencio, él  comenzó a hablar del trabajo.

Seguia evadiendo el tema principal. Y eso solo me daba la razón.

Quiero un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora