Aquí te espero

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Con la llegada del otoño se comenzaron a apagar los sonidos típicos de su estación predecesora. Apenas se podían escuchar algunos grillos que se negaban a abandonar su característico e incansable grillar, dejando que, en algunas noches todavía calurosas, se pudieran apreciar aquellos cri-cri, cri-cri.

El otoño trae consigo imágenes bucólicas hasta de la calle más aburrida de la ciudad. Las ramas de los árboles casi desnudas, la armonía cromática, los rayos crepusculares que asoman entre las nubes, el olor a madera quemada, el crujir de las ojas secas al pisarlas, las cada vez más escasas horas de sol y ese petricor tan característico que nos hace, constantemente, oler a lluvia.  

Pasear sobre mantos de hojas marchitas se convierte en toda una hazaña que rara vez nos permite evitar algún que otro resbalón, y la chaqueta se vuelve compañera inseparable para pasear bajo los cielos nublados.

Y mientras el oso pardo se dedica a alimentarse de bellotas y hayucos refugiado en algún bosque, tratando de acumular la energía suficiente para pasar el invierno, el ciervo rojo inunda con su berrea los valles, y las aves migran desde el norte de Europa para pasar el otoño en una zona más cálida, Alba y Natalia remolonean en la cama de la morena, despertando de una siesta a deshora.

- Hmmm... buenos días - ronronea Alba sobre el cuello de la morena, rozando su piel con la nariz.

- Son las 8 de la tarde Albi.

- Pues buenas tardes - dice sonriendo acercando su cara a la de Natalia.

- Buenas tardes - contesta la cantante pegando sus labios - ¿quieres que salgamos a tomar algo?

- Si - una llamada entrante en el teléfono de Natalia interrumpió aquel despertar.

- Hola Mari.

- Hola tía buena, ¿qué haces?

- Pues me acabo de despertar de la siesta - dice bostezando.

- ¿Estás con la rubia?

- Ajá.

- ¿Os venís a tomar algo con Sabela y conmigo?

- Espera un segundo - Natalia colocó el móvil sobre su tripa para evitar que María la escuchara y se dirigió a Alba, que caminaba por la habitación para salir hacia el pasillo - Albi - susurró - ¿te apetece que vayamos con María y Sabela? Van a ir a tomar algo. Pero si no te apetece me invento cualquier cosa.

- Ay si, vamos con ellas.

- ¿Segura?

- ¿Estás tona? Claro que si Nat.

- Que si Mari, ¿a qué hora?

- ¿En media hora? Ahora te digo dónde vamos.

- Vale perfecto.

Natalia salió de la habitación y se asomó al baño donde se encontraba la rubia lavándose los dientes y sonrió al ver aquella escena tan cotidiana. No era poco frecuente, porque Alba tenía ya bastantes cosas desperdigadas por casa de la morena, y, de hecho, algunas veces echaba en falta cosas cuando estaba en su propia casa y tenía que hacerle una visita a la cantante para recuperarlas. La abrazó acercándose a su espalda, y acogiendo con sus brazos la cintura de la más bajita.

- Te quiero - le dice dejando un beso en su hombro.

- Y yo a ti nena - contesta Alba riéndose y con la boca llena de espuma.

- Estás muy guapa - suelta entre risas.

- Gracias - la rubia se agachó para escupir el agua y vuelve a levantar la cabeza para mirarla a través del espejo.

¿Me das fuego? // ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora