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Mis días eran así, un día tras otro. Habían pasado dos semanas desde lo ocurrido, pero mi "vida" era de lo más aburrido y simple que probablemente alguien pueda tener. Tenía los exámenes finales esta semana, así que lo único que hacía con mi vida era levantarme, ir al instituto, comer, dormir y estudiar. Kyle había dejado de llamarme hacía tres días, por lo visto, había cogido entendido mi señal al querer alejarme de él. Las chicas seguían diciéndome que debería salir, y yo lo único que hacía era asentir y decírles que tenían razón. Luego hacía lo que quería, pero así al menos dejaban de darme la paliza.

Kyle estaba sentado delante de mi, y Emily estaba sentada a mi lado. Él se giraba de vez en cuando en mitad de la clase para mirarme, pero cada vez que veía que hacía intención de hacerlo, agachaba la cabeza y ponía mi pelo en mi cara para formar una cortina y no me viera.

Me sentía avergonzada.

Me sentía como una zorra.

Emily golpeó con su codo suavemente mi brazo y me dio una notita doblada. La cogi vigilando que no mirara nadie y la abrí.

Esta tarde quedamos tú y yo. Sin excusas. Iré a tu casa después del instituto, ¿vale?

Asentí una vez, ella sonrió triunfante al ver que no había puesto ningún inconveniente. Pensaba que me hacía falta dejar de estudiar por una tarde y ver a Emily, era la que mejor me comprendía de todas, y me hacía feliz quedar con ella. Era todo menos tenso.

- Señor, ¿puedo ir a por la fregona? - la voz de Stefan me sacó de mis pensamientos.

- ¿Qué has hecho ahora, Saura?

- Se me ha caído el agua.

- Esta bien, pero rápido. - le contestó con a voz exausta el profesor Deaton.

Empecé a hablar con Emily por las notas hasta que escuchamos la puerta de nuevo, las dos nos giramos rápidamente para ver entrar a Stefan con la fregona y una sonrisa picara. Caminó rápidamente a la esquina del aula para limpiar el charco que se expandía por todo el suelo. 

- ¡Stefan, que bien te queda la fregona!

Los chicos de mi clase empezaron a silbar y a gritarle cosas sucias a Stefan, mientras él reía y les enseñaba el dedo corazón. 

- ¡Stefan vete a las esquinas!

- ¡No sabíamos esto de ti, Stef!

- ¿A cuánto la hora, Stef? Espero que no sea muy caro.

- ¡Comedme el culo! - gritó riéndose.

Me reí tanto que empezó a dolerme el estómago. Hacía tanto tiempo que no me reía que había olvidado la sensación de tranquilidad que tienes al hacerlo. Emily también reía mientras observaba la escena. Stefan cogió la fregona y la puso entre sus piernas, mientras bajaba haciendo un movimiento de caderas, intentando imitar a las stripers. El profesor Deaton también se reía al ver a Stefan, pero se percató de que todos nos dimos cuenta de que el también se reía y tuvo que hacerse el serio para -como él decía- no nos desmadraramos.

- Bueno, Saura. - dijo el profesor. - Ya que vemosa que eres aficionado, puedes ir a guardar la fregona. Estoy seguro de que al conserje le encantará ver tu baile.

- ¡Sí! - gritó emocionado. - ¡Voy a bailarselo! - exclamó antes de salir corriendo por la puerta con la fregona.

(...)

Poco antes de las cinco, Emily llegó a mi casa, con una caja grande. La miré extrañada, y ella me sonrió. Decidí no preguntar y subimos directas a mi habitación. Una vez allí, me dijo que también había traido películas y que quería verlas. Llevaba cuatro, dos de American Pie, una titulada Virgen a los cuarenta y otra Rumoresy mentiras. Esta última ya la había visto miles de veces, pero era una de as películas favorias de Emily, así que no dije nada.

IdiotaWhere stories live. Discover now