37. Ya no estoy ciega.

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Me había pasado una semana entera llorando y tirada en mi cama. No había ido al instituto, estaba demasiado deprimida. Mi madre me decía que no podía pasarme todo el día en mi habitación llorando, -yo era consciente de ello- y que no podía dejar los estudios -cosa de la cual también era consciente-. Pero me daba la impresión de que si me levantaba de la cama, mis piernas temblarían tanto que me caería y me rompería. 

Las chicas habían estado todas las tardes conmigo, intentando animarme mientras yo solo lloraba y gritaba en susurros diciendo lo mucho que le odiaba y el daño que me había hecho sentir. Ellas no sabían que decir, y la mayor parte del tiempo no decían nada, pero me gustaba más eso a que estuviesen diciéndome cosas como que no debería llorar por él y que todo iba a estar bien. Todo eso son mentiras. Mentiras que en algún momento determinado de nuestra vida hemos dicho a alguien para hacerle pensar que todo puede estar bien. Y sí, estará bien en algún momento más lejano de su futuro, pero no al día, ni la semana, ni el mes siguiente. Son todo mentiras que nos sentimos con la necesidad de decir y alguna que otra vez de escuchar. Pero yo no las quería más. 

Kyle no había dejado de llamarme y mandarme mensajes, en los cuales todos decía lo mucho que se arrepentía, lo mucho que me quería y me necesitaba y que quería volver a estar conmigo, me llamaba y me dejaba mensajes de voz diciéndome que teníamos que hablar en algún momento porque me amaba, y la gente que se ama habla las cosas. Ahí es cuando volvemos a las mentiras.

Estaba dolida, pero no era imbécil. Sabía que si cogía sus llamadas me rompería a llorar, y le diriía lo mucho que le quiero y que quiero volver con él pero a la vez le odio por ser un capullo. Mentiría si dijera que no pensaba que todo esto era un sueño, que en algún momento me despertaré y esto no es real. Pero después volvía a la verdadera realidad y me daba cuenta de que no era un sueño, el dolor era real, estaba ahí. Alguna vez había pensado que era una broma de mal gusto, pero no lo era. 

<Debería dejar de engañarme a mi misma.>

La noche en la que todo pasó le miré a los ojos, y me di cuenta de todo. Había vuelto a mi vida, prometiéndome que me amaba, que todo era real, y yo le creí. Pero sería imbécil si volviese con él o le contestara a los mensajes o llamadas. Fue todo una mentira. Nuestro amor, sus sentimientos, todo. No lo habría tirado todo a la basura si me amase. ¿Por una apuesta? Está loco si se piensa que confiaré en él. Siempre supe que no quería esto, que no quería acabar como las chicas de mis libros, llorando sola en mi habitación por un chico que no la valora. Nunca pensé que pasaría esto. Él actuaba como si me amase de verdad, ¿para qué? Para después dejarme caer. Y me caí, desde el piso más alto que había. Pero me di cuenta de que los únicos hechos que realmente conocía era que cuando le miraba a los ojos sólo veía mentiras. Capas y capas de mentiras. Y estaba harta de todas y cada una de ellas.

Me encontraba acurrucada dentro de las sábanas en mi cama cuando escuché la puerta de mi habitación se abría. Las sábanas habían sido mis mejores amigas esta semana. Me pasaba el día envuelta  en ellas, como si fuesen castillos que podían protegerme de todo el daño que había fuera de ellos. 

La voz de Emily me sacó de mis pensamientos.

- Patito. - me llamo con suavidad. - ¿Sigues llorando?

Negué con la cabeza antes de pasarme las manos por mis mejillas, quitando cualquier rastro de lágrimas en estas. 

- Al final cancelamos la fiesta después de que nos llamaras. - comentó Wen, asentí. - Sé que debería decirte cosas como "debes animarte" y más estupideces a pesar de que sé que no te vas a mejorar, pero nos harías un favor si al menos nos hablaras. Ya no recordamos el sonido de tu voz, ¿sabes? - bromeó a pesar de que nadie se había reído.

IdiotaWhere stories live. Discover now