28. Engañada y rota.

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No sé si alguna vez habéis notado que os falta el oxigeno dentro de vosotros, como que no puedes respirar y notas que te ahogas, pero así me setía yo. Me sentía rota, sucia y vulnerable. Era como que todo a lo que había escuchado decir a las chicas más mayores que yo en el baño cuando yo tenía catorce años me estaba sucediendo. Me estaba pasando algo que había temido desde que tuve razón para pensar. Me estaban rompiendo por dentro. No sé cuando empecé a llorar, sólo sabía que todavía no había terminado. Seguía llorando, sola, en mi habitación, sin nadie, mirando una pared asimilando lo que Scott me había dicho esta tarde. Quería gritar, gritar lo mucho que le odiaba ahora por estar haciendome pasar esto, gritarle lo mucho que deseaba no haberle conocido, lo mucho que me odiaba a mi misma por quererle.

Scott me enseñó el vídeo desde su móvil. Era más que repugnante. Salíamos Kyle y yo en la cama, él estaba encima de mi, mi vestido estaba tirado por el suelo, al igual que mis tacones y la ropa de Kyle. Se escuchaban sus gruñidos y mis gemidos. Era realmente repugnante, y aún sabiendo que era yo, el vídeo me daba asco, pero yo me daba más asco todavía.

Me levanté de la cama y la vi. Estaba herida. No sólo herida en el sentido literal de la palabra, estaba herida en la mirada, en los gestos, en las manos. La miré intentando descifrar algo más que dolor, pero no encontré nada, sólo había soledad y tristeza. Estaba sucia, o al menos así se sentía, con los labios entreabiertos y la mirada perdida. Intentaba curar el dolor con el silencio.

Deje de mirar mi reflejo en el espejo cuando escuché la puerta abrirse, pero no me gire a mirar quien era, me quede mirando en frío y duro suelo. Una mano se poso en mi hombro, haciendome dar la vuelta, y mirar a mi hermano. Scott me miraba con una expresión de pena y tristeza. No dijo nada, sólo me abrazo mientras yo seguía llorando.

- No pasa nada. - susurró en mi pelo. - Todo saldrá bien, te lo prometo.

No le contesté, no valía la pena decirle que pensaba que sí iba a salir de esta, no valía la pena mentirle a mi hermano. 

- Son las doce menos veinte. - murmuró rompiendo el abrazo. - Deberías ir a dormir, mañana te espera un día largo. 

Scott me dio un beso en la frente después de pasar sus dedos por mis mejillas y quitarme las lágrimas que todavía salían de mi casa.

- Te quiero. - dijo antes de salir por la puerta. - Sabes que estoy en la habitación de al lado si me necesitas.

Asentí, pero no le dije nada, no tenía fuerzas para hacerlo. Fui al baño a lavarme la cara y me metí de nuevo en la cama, mirándo mi mesita de noche, pensando en qué debería hacer al día siguiente. No sabía si debería ir y romperle la cara por haber roto mi corazón, no sabía si debía ignorarle o gritarle. La única cosa que quería era no llorar delante de él.

Sólo eso.

(...)

- ¿Estás mejor? - me preguntó Scott entrando en la cocina.

- Bueno... - murmuré sin mirarle.

Tenía la mirada fija en mi vaso de leche, pero no podía comer ahora, tenía el estómago cerrado.  No había pegado ojo en toda la noche, y cuando por fin me dormí, tuve una pesadilla. Me desperté gritando y sudada, Scott vino corriendo a mi habitación, asustado y preguntándome qué había pasado, le dije qué sólo había sido una pesadilla, que no se preocupara. Pero no volví a dormir en toda la noche.

- Hey. - me llamó mi hermano. - Te va a salir bien el examen hoy. - dijo con una sonrisa. - Ya verás.

- Eso espero. - murmuré. - No te hagas leche, toma. 

IdiotaWhere stories live. Discover now