-Tú mamá se ha quedado pensativa, tú que estás dentro de ella me podrías contar qué piensa de vez en cuando, ¿no?- sonreí tontamente.

-No pensaba en nada amor- dije volviendo a fijar la mirada en el cielo.

-Mentirosa- me dijo rozando sus labios con el lóbulo de mi oreja, provocando un escalofrío a lo largo de todo mi cuerpo. Me volví para mirarlo.

-Lo juro- frunció el ceño levemente con una casi imperceptible sonrisa en los labios.

-¿Entonces por qué no me has respondido?- tomó mis manos entre las suyas.

-¿A qué?- rio.

-¿A si querías desayunar?

-Ups... Es que me he quedado embobada con lo que me has dicho y a eso sumarle lo bonito que está hoy el cielo...

-¿El qué? ¿Lo de te amo mi pequeño ángel o lo de que nunca me cansaré de escuchar un te quiero que venga de ti?- repitió.

-Ambas- respondí provocando en sus labios una de aquellas sonrisas que habían logrado enamorarme.

-Pues no he podido hacer lo último que tenía pensado- lo miré extrañada una vez más. Me besó. Sus manos me atrajeron hacia él tirando de mi cintura para luego rodearla. Yo por otra parte clavé mis dedos en su espalda.

-Preciosa- dijo antes de comenzar una cadena de besitos intermitentes que terminaron por provocar mi risa.
Entramos a la casa.

-Buenos días mi niña, aquí tienes- Lupe colocó una bandeja con lo que era mi desayuno, sobre la amplia isla de granito. Me senté en uno de los taburetes.

-Ahora mismo te preparo el zumo.

-Deja, ya se lo preparo yo- dijo Philip.

-¿Ya has desayunado?- pregunté. Pasó por detrás mía.

-Nada más bajar- dijo deteniéndose por breves segundos para besar mi cabeza, antes de dirigirse hacia la encimera.

Vi mi móvil sobre la mesa, el cual Philip había dejado ahí nada más entrar a la cocina.

-Aún no me has respondido- dije arrastrando el móvil sobre la superficie de la isla para acercarlo.

-¿Perdón?- dijo Lupe, que había dejado de doblar los trapos de cocina para mirarme.

-Ooh no... Hablo con ese moreno tan guapo que exprime una naranja en este mismo momento- aclaré burlona. Oí la risa baja del aludido. Lupe nos miró a ambos antes de negar con una sonrisa tierna en los labios y antes de seguir con su tarea.

-No te rías y responde listillo- se acercó con la jarra de zumo en una mano y un vaso vacío en la sobrante.

-Voy a ver cómo va Lilian con el resto de tareas- dijo Lupe antes de salir de la cocina.

-¿A qué te respondo?- preguntó él mientras vertía el refrescante jugo en el interior del vaso. Bajé del taburete de un salto, antes de atrapar su cintura rodeándola con mis brazos y antes de ponerme de puntillas para acortar distancia entre nuestros rostros.

-¿Qué tramas?- sonrió.

-¿Yo?- preguntó haciéndose el tonto. Balanceé el móvil frente a su rostro dejando claro mis pensamientos de que algo había tenido que estar haciendo con él.

-Eeh... He cogido el número de Sophie- fruncí el ceño al tiempo que volvía a apoyar los talones en el suelo.

-¿Para qué?- recordé la vez que se conocieron en el hospital. Tuvieron tiempo de hablar cuando los dejé solos, luego los pensamientos de ella en los que se preocupaba por lo que pudiera pensar él... Me cabreé.

-¡Meg!- yo había echado a andar hacia las escaleras -Megan, para un momento, ¿qué te pasa?- llegué arriba.

-Me parece increíble las rabietas que pillas porque yo o bien haga amigos o bien consiga confianza con ellos, pero ¡¿y tú?!- lo último prácticamente lo escupí con veneno en cada palabra. Entré a la habitación empujando la puerta con enfado -Espero que Sophie sea una magnífica amante- una vez estuve frente a la cama, sentí un suave empujón por la espalda con la fuerza suficiente para obligarme a tumbarme. Philip me dio la vuelta colocándose él sobre mí y colocando mis manos por encima de mi cabeza, atrapándolas e impidiendo cualquier movimiento por mi parte.

-¿Pero qué estás diciendo tonta?- dijo riéndose y acercando su rostro al mío. Lo esquivé.

-Quítate de encima- comencé a moverme como loca. En una de las veces que se acomodó sobre mí dejando espacio entre su cuerpo y el mío, uno de los rodillazos que di en el aire para que me liberara de una vez, impactó contra su entre pierna. Una vez liberó mis manos, tuve que llevármelas a la boca al ver el reprimido gesto de dolor de su rostro. Se tumbó a mi lado retorciéndose por el dolor. Al principio me dieron unas macabras ganas de reír, era lo mínimo por sentirme engañada, pero luego me compadecí, se veía que realmente le dolía. Su rostro estaba rojo, lo cual era lógico, aquel rodillazo que en realidad no tenía destino, había ido con bastante fuerza.
Bajé de la cama para verlo de frente.

-No quería- dije triste y avergonzada mientras extendía mi mano hacia su rostro.

-Tarde para eso- dijo entre dientes y frenando el avance de mi brazo.

-Oye menos aires de enfadado que aquí la cornuda soy yo- su mirada me intimidó. Fue algo así como de enfado, reproche...

-No logro averiguar qué me duele más, si tu fantástico rodillazo o que pienses que te he engañado...

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora