- Jaemin… - rara vez me llamaba Jaemin y no utilizaba un apodo cariñoso y eso significaba que estaba enfadada. Oh, dios… no… - ¿Qué has hecho? - el corazón volvía a latirme desbocado a causa del nerviosismo. ¿Nos había descubierto? Joder, me tomaría por loco, por depravado, por cerdo. No me volvería a dirigir la palabra en la vida. Me echaría de casa o peor, ¡Me metería en un psiquiátrico! - Tesoro… bueno, supongo que es normal. Estás en la edad después de todo.

- ¿Qué? - fue lo primero que dije en cuanto tuve suficiente conciencia como para reaccionar. Mi madre se mordió la lengua, azorada de repente, cortada.

- Bueno, supongo que ya eres mayorcito como para saber donde te metes, pero ten cuidado. Mantener relaciones sexuales a tu edad… es un tema delicado.

- ¿¡Qué!? - mi madre sonrió, como si lo que acabara de decir fuera lo más normal del mundo. Llevó una mano de repente hasta mi hombro y noté la frialdad de su piel sobre la mía. La sudadera era tan grande que se me caía y me dejaba al descubierto el hombro izquierdo, escurriéndose por él. Se me veían los chupetones y en cuanto me di cuenta, me aparté de un salto de mi madre y me coloqué bien la sudadera. Sentí las mejillas arder y mucha vergüenza ante la risita divertida de mamá.

- Cielo, lo comprendo. A tu edad yo también actuaba así. De esa forma acabé teniendo dos preciosos gemelos. Sólo te digo que tengas cuidado. ¿Estarás usando preservativos, no?

- ¡Mamá! - como para decirle que no los necesitaba… de momento. De todas formas, si llegara a usarlos a día de hoy, seguramente no sería en mi pene donde acabaría puesto.

- ¿Dónde está tu hermano? - preguntó, recogiendo las bolsas de nuevo.

- Pues creo que está… ¿¡A dónde vas!? - me puse frente a ella, frenándole el paso al ver que iba directa a la cocina.

- Voy a dejar las cosas, cielo. ¿Qué pasa? ¿Y ese nerviosismo?

- ¿Nerviosismo? ¿Yo? Pff - estaba tan nervioso, que me entró la risa floja y empecé a sudar. Notaba las espesas gotas de sudor empapándome la cara y el cuerpo y las piernas me flojeaban y me temblaban, como un flan.

- ¿Estás bien, tesoro?

- ¡Si, claro que si, genial! - un golpecito tras la puerta de la cocina me sobresaltó. Mi madre pareció no darse cuenta, pero yo empezaba a sentir una taquicardia compulsiva o lo que fuera que se sintiera cuando el corazón te hacía, ¡Bum, bum, bum! Y notaba como chocaba con las tripas.

- No creo que estés bien, quizás estés enfermando nuevamente. Iré a buscar alguna medicina para…

- ¡No! - le grité. Ella saltó y me miró con expresión asustada. - No puedes entrar… - conseguí murmurar, con la boca seca.

- ¿Por qué?

- Porque… porque… me estoy desmayando. - y me tiré al suelo dramáticamente.

- ¡Jaemin! - mi madre prácticamente derrapó hasta mi lado y empezó a sacudirme entre sus brazos, gritando, histérica. Entreabrí los ojos, sin moverme, y pude ver como Jeno asomaba la cabeza por la puerta de la cocina. - ¡Oh, Dios, tesoro! ¡Voy a llamar a una ambulancia!

- ¡No, no, mamá, quédate conmigo, que tengo mucho miedo mamá! - mi madre se debatió, exasperada, sin saber que hacer mientras Jeno salía de puntillas de la cocina, abrochándose los pantalones apresuradamente, dirigiéndose hacía la entradita. - ¡No! ¡No! ¡Me duele, me duele! - Jeno me miró con una ceja alzada, sin saber que hacer. No era cuestión de que apareciera entrando en casa desnudo de cintura para arriba y descalzo. Ni siquiera mi madre se creería que había salido con esas pintas. - ¡El baño, el baño!

𝕄𝕌ℕ̃𝔼ℂ𝕆 || 𝐍𝐨𝐌𝐢𝐧Where stories live. Discover now