Capítulo 24

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-¿Cómo? ¡No! ¿Arruinarles la fiesta a tus padres?

-¿Y vas a permitir que ese hombre nos arruine a nosotros?

-No creo que se atreva a tanto. Son solo bravuconadas de él, a ver qué consigue.

-Espero que tengas razón, de lo contrario no sé qué haremos.

-Ponerlo en un barco hacia América -rió él.

-No es mala idea.

Ambos rieron y decidieron olvidar el problema por el momento. Adrian no pudo dejar de pensar que parecían una verdadera pareja, y eso le provocó un sentimiento extraño que no supo cómo definir.

-Creo que es hora de marcharme. Mañana temprano habrá un carruaje en la puerta de la casa. Di a tu madre que empaque ropa para varios días. Descubriremos juntos las ruinas de ese castillo.

-¿Es que acaso no lo conoces?

-No estuve el tiempo suficiente como para verlo completo... Buenas noches.

Adrian tomó una de sus manos y se la besó, como un auténtico enamorado.

-Gracias -musitó Blossom-. Has hecho lo que no debías, y todo por mis caprichos.

-Nadie me obligó.

-Saldremos juntos de esto.

Adrian caminó hacia la puerta. Ya la estaba abriendo cuando ella lo detuvo.

-¡Espera! ¿Irá Fred?

-Creo que sí. ¿Por qué?

-Creo que a Ada le gusta.

-A él también.

***

Como estaba previsto, poco después del alba, llegó un gran coche para recoger a los Moore.

Adrian y Fred se bajaron a desayunar con la familia, y luego partieron todos al largo viaje hasta la Isla de Wight.

Por decisión propia, Fred decidió irse sentado en el pescante junto al señor Harris y el cochero. Ada estaba desilucionada, pues tenía la esperanza de poder conversar con él en el trayecto, ya que Adrian había rentado el transporte para no tener que cambiar durante el camino, y hacer todas las paradas que fueran necesarias.

Después de cuatro días llegaron por fin al Castillo de Carisbrooke.

El lugar estaba oscuro y frío, a pesar de no ser muy tarde, sin embargo, Abbie se hizo cargo inmediato de la situación y ordenó a Dotty que fuera a revisar la cocina e inventara alguna cena para que no se fueran a la cama con el estómago vacío, porque según ella, era perjudicial para la salud. Luego, continuó con los hombres.

-Mi querido, Adrian, usted y su hermano deberían ir al pueblo y traer algo de beber, y pídale al tabernero que mande unas mujeres mañana temprano. El señor Harris, que vaya a revisar los cuartos, y tú querido, puedes encender las chimeneas, ¿o te olvidaste de cómo hacerlo?

-Por supuesto que no, querida -respondió Henry, entusiasmado-. Algo de trabajo no le viene mal a nadie.

-¿Y nosotras, qué hacemos, mamá?

-Una puede ir con Dotty, y la otra con el señor Harris.

Así, asignadas las obligaciones, Abbie se hizo de una lámpara y se dedicó a examinar los salones, corredores, biblioteca, para ver el potencial del castillo, y pensar desde ya en dónde se celebraría la boda.

***

Dos horas después estaban todos sentados a la mesa, y lo primero que hizo Abbie fue sacar el tema del estado de la propiedad.

-Este lugar huele a humedad por todos lados, mi querido lord. Creo que en ese aspecto no salió muy beneficiado.

-¿Tan mal, lo ve?

-Nada que no se pueda arreglar con unos muebles nuevos, cortinas que no estén descoloridas, chimeneas que funcionen, flores en los floreros, y por supuesto, niños que le den calor de hogar. Se nota que aquí a nadie le importaba la propiedad.

-¿Lo podemos dejar para mañana? Estoy muy cansado.

-Claro, no se preocupe.

***

Esa noche, Adrian tuvo ganas de abandonar la sección del castillo en que Abbie había decidido que durmieran para estar alejados de las jóvenes, y acudir donde estaba Blossom, pero el saber que lo más probable era que estuviera compartiendo el lecho con su prima lo detuvo. Ya estaba harto de estar aguantándose el deseo que sentía por ella. El matrimonio ya era un hecho, ¿por qué no comenzar a disfrutar desde ya? Era un cínico, ya lo sabía, pero no había hecho todo ese esfuerzo por nada. Sentía que ella se lo debía, ya que ahora podría ser que hasta su reputación estuviera en peligro. Faltaba poco para que amaneciera cuando por fin logró conciliar el sueño, puesto que no solo Blossom, quien no salía de su cabeza, había sido su causante, sino el planear cómo saldría del agujero en el que se había metido.

***

-Te lo vuelvo a preguntar, Blo, ¿estás segura de lo que estás haciendo?

-Yo te vuelvo a responder que sí, y ahora más que nunca. Se lo debo.

-No entiendo, ¿qué le debes?

-Todo lo que ha hecho por culpa de mis mentiras... Ese hombre, Gerald Collins, es el original Conde de Wight... Al parecer fue a casa tras de mí, pero cuando vio a Adrian, lo amenazó con revelar que compró el título.

-¿Lo compró?

-Claro, tonta.

-¿Quizás lo forzó?

-Dijo que no, y yo le creo. Inclusive pienso que hasta su banco está peligrando a causa de esta transacción.

-Pero, deben haber más bienes asociados al título.

-No. Parece que el padre del conde, era un apostador y perdió todo de esa forma. Hasta vendió las tierras a sus inquilinos con tal de tener más dinero para jugar. Lo único que se salvó fue este castillo maloliente.

-Nadie lo obligó, Blo.

-Yo lo chantajee. También lo amenacé. Tal vez no imaginó que sucedería esto. No me perdonaría que perdiera todo por mi culpa.

-Blo.

-¿Qué?

-Estás enamorada.

-¿Yo? ¡No! ¡Estás loca!

-A ver, mírame.

Ada acercó la lámpara al rostro de Blossom.

-Estás ruborizada.

-¡No, no y no!

La hija del mineroWhere stories live. Discover now