Capítulo 16

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-¿Qué? ¿Quiénes? -John la miró desconcertado.

-Los banqueros. Los amigos de su padre.

-Creo que no los conozco.

-¡Oh!

-¿Qué interés tiene en ellos?

-Ninguno, solo curiosidad.

-¿Por eso me habló, para saber de esos hombres?

Blossom no imaginó que la mente de John fuera tan aguda.

-¡No tengo interés en ningún hombre! -se defendió ella.

-Será que tal vez no le atraen los hombres.

-¡Es un cerdo, John Spencer!

Blossom se alejó corriendo en busca de sus padres, ya no iba a poder soportar estar ni un minuto más allí.

***

Cuando llegaron a casa, Blossom se fue molesta a su habitación. Sus padres se preguntaron qué habría ocurrido para que les exigiera interrumpir tan temprano la velada. Incluso Ada estaba sorprendida de que su prima no se hubiera confiado a ella como siempre. La pobre chica hasta había pensado que quizás su prima estaría molesta con ella por algún motivo que no sospechaba. Decidió esperar hasta el día siguiente para averiguar qué le había sucedido. La quería mucho y le dolía verla así.

***

Blossom casi echaba humo en su habitación. No podía creer que ese John Spencer tuviera la desfachatez de sugerir que no le gustaban los hombres porque no le hacía caso a él. Si así fuera no era de su incumbencia, y no tenía derecho a hacer esas insinuaciones. Su vida íntima era solo suya. Si en algún momento había tenido la idea de que podría ser amiga de él, ahora estaba descartada absolutamente. Hombres como ese no eran merecedores de ninguna mujer, y qué lástima porque era muy joven. Sin duda tendría que pasar por un duro aprendizaje.

Mas, a pesar de todo, lo que más rabia le daba era no haber tenido información de los famosos hermanos Baker. ¿Sería tanta la coincidencia? ¿O se habría equivocado ella? ¿Cómo averiguarlo? De pronto tuvo una idea.

Blossom corrió al otro extremo de la habitación, y tiró del cordón con fuerza, si adivinaba bien sería Harris y no Dotty quien acudiría al llamado. Y por supuesto tuvo razón.

-Perdón, señor Harris por hacerlo venir tan tarde.

-Son recién las diez, señorita.

-Pase por favor, y tome asiento.

El mayordomo obedeció, pero no sin cierto temor a lo que se trajera la señorita entre manos.

-Señor Harris, ¿recuerda usted el día que llegó Adrian a casa?

-Sí, señorita.

-¿Él dijo alguna vez que era lacayo?

-Creo que no, señorita.

-Entonces, fui yo quien lo dio por hecho.

-Imagino que fue por el aspecto que ofrecía esa tarde.

-Lo vi correr a ofrecerle el paraguas a esa dama. ¿No sería de él el paraguas?

-Es difícil saber eso ahora.

-Y cuando lo envié con usted a cambiarse, ¿él dijo algo?

-No, señorita.

-Y a usted, ¿qué opinión le causó?

-Bueno, señorita, no diría que es un lord...

-Pero tampoco un lacayo.

La hija del mineroWhere stories live. Discover now