Capítulo 34

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Adrian se preguntaba qué hacía su esposa después del desayuno. Todas las mañanas desaparecía después de tomarse el té con leche y el pastelillo que acostumbraba. Fuera lo que fuera lo que estuviera haciendo se percibía que la mantenía entretenida, y en sus ojos había el brillo característico de quien esconde algo. Eso lo intrigaba, pero como tenía otras cosas más urgentes de qué ocuparse olvidaba rápido el asunto.

***

-¿Cuándo se lo dirá, milady?

-¿Qué, Lucy?

-Que espera un hijo suyo. Me sorprende que no se haya dado cuenta. Debe estar muy ciego.

Lucy rió y Blossom la imitó.

-La verdad es que no sé. No ha preguntado nada al respecto, pero creo que mi vientre no es tan evidente porque no lo tengo grande hacia adelante, sino hacia las caderas. Entonces me veo como si hubiera ganado peso.

-En algún momento tendrá que decírselo, milady.

-Lo sé, solo espero el momento oportuno... Lucy, esta es la última cortina.

-¿Las pondremos enseguida?

-No, esperaremos a que lord Wight tenga que salir. Así será una sorpresa.

-Milady, la extrañaré cuando se marchen.

-No va a tener que extrañarme tanto, no pretendo irme muy lejos. Me gusta mucho esta isla.

-Me alegra mucho saberlo, milady.

***

Como si lo hubiera planeado, al día siguiente Adrian le comunicó a Blossom que iría al pueblo por varias horas junto a los trabajadores, porque ya habían terminado los trabajos y era tiempo de celebrar. Entonces, en cuanto el caballo de su esposo y la carreta que llevaba al resto de los hombres se perdió en la loma ella se dispuso a colgar las cortinas.

-Milady, no pensará colgarlas usted misma -le dijo preocupada la cocinera.

-Lo siento, Lucy, pero no hay nadie más por aquí, y por ningún modo permitiría que se suba usted a la mesa. Yo soy joven y estoy fuerte.

-Me preocupa que se pueda caer.

-No ocurrirá nada, se lo prometo. Ahora ayúdeme. Tendremos que ir corriendo esa mesa y una silla para que me pueda subir a cada ventana.

Entre las dos comenzaron a mover por el salón una silla y la mesa que estaba ubicada en el recibidor y que era de menor tamaño. Después de la tercera ventana, Blossom se sentía cansada, pero no dijo nada, eran seis ventanas y estaba empecinada en vestirlas todas antes que Adrian estuviera de regreso.

Lucy percibía que su señora no se sentía para nada bien. Le estaba costando subirse a la mesa para colgar las cortinas, era de preveer que de un momento a otro ocurriría un accidente, por lo que en cierto modo la cocinera estaba preparada para ver caer a Blossom, y por más que se dio prisa en soltar la mesa tambaleante para alcanzar a recibirla en sus brazos no lo logró.

Blossom no perdió la conciencia, pero dolores desgarradores le hicieron tomarse el vientre con ambas manos.

-¡Lucy, me duele, me duele, mi bebé!

Lucy vio como el vestido de su señora comenzaba a teñirse de sangre.

-¡Lucy, estoy sangrando!

-La llevaré a su habitación.

-¡No. Está muy lejos, vamos al sofá!

Blossom se veía calmada pero las lágrimas no dejaban de rodar por sus mejillas.

La hija del mineroWhere stories live. Discover now