Capítulo 30

6K 689 14
                                    

Después de cuatro extenuantes días en los que apenas descansó, el señor Harris llegó por fin ante la puerta del Banco Baker. Eran las once de la mañana, por lo que con seguridad encontraría a Adrian allí.

El mayordomo de los Moore, se paró tieso frente a un hombre que estaba detrás de un mostrador.

-¿En qué puedo ayudarle? -le preguntó el hombre con cordialidad.

-Necesito ver al señor Baker.

-¿Tiene cita?

-Es personal.

-Los señores Baker no reciben a nadie sin cita previa.

-Solo necesito a un Baker. Viajé desde Cornualles solo para verlo. Traigo un encargo muy importante para él, quiero decir, de su interés.

-Solo está el señor Fred Baker.

-¡Cielos! ¿Podría pasarme con él, por favor? Dígale que vengo de Falmouth. Mi nombre es Harris.

Después de un momento de vacilación, el hombre se levantó de su asiento y fue hasta una puerta por la que entró después de golpear brevemente. A los pocos minutos el hombre reapareció por la puerta y le hizo una seña al señor Harris para que entrara.

***

Fred estaba sentado detrás de un gran escritorio, pero en cuanto vio al mayordomo se puso inmediatamente de pie y fue a su encuentro.

-¡Señor Harris, qué sorpresa verlo por acá! Siéntese, por favor. ¿Quiere un té? -dicho esto se asomó por la puerta y pidió que le llevaran dos tés.

Harris sonrió, el Baker más joven era muy diferente a Adrian.

-Gracias por recibirme, señor Baker. La verdad es que vine buscando a su hermano. Mi misión es entregarle unas cartas, y de ser posible llevar una respuesta de él.

-Señor Harris, mi hermano no está. Él no regresó a casa después de esa noche.

-¿Y dónde está, en la isla?

-Sí.

-Tendré que ir allá.

-No se lo aconsejo. No quiere saber nada de los Moore.

-¿Ni siquiera de la señorita?

-Tampoco de ella... Tendría que dejarme las cartas para poder llevárselas yo.

-Eh... Bueno... Solo puedo decirle que pienso que se trata de algo muy importante. Algo está pasando en esa casa, y no sé qué es, sino no me explico que la señora y la señorita hayan enviado cartas al mismo tiempo sin tener un acuerdo previo para ello... Creo que hablé demasiado.

-Confíe en mí, señor Harris, haré todo lo que esté en mis manos para que toda la situación se aclare, y la pareja se una de una vez por todas. Mi hermano la quiere, aunque no lo admite.

-¡Pero su hermano es un...! Disculpe.

El mayordomo se sonrojó, se le había pasado la mano.

-Mi hermano es un loco, señor Harris, pero es un hombre bueno.

-Eso espero.

***

Dos días después de la visita del señor Harris, Fred salió hacia la Isla de Wight. Sentía mucha curiosidad por saber qué decían aquellas cartas que llevaba muy bien guardadas en el bolsillo de su chaqueta.

Por supuesto que él tenía un interés personal: no lograba olvidar a la pequeña Ada, y si Adrian y Blossom no se reconciliaban, jamás lo admitirían en aquella familia. Pero lo peor, sin duda, no era la reconciliación misma, sino convencerlos a todos de que Adrian no había actuado de mala fe. Tenía que conseguir a toda costa que su hermano dijera que lo había hecho por amor.

La última vez que había visto a Adrian, dos meses atrás, lo encontró demacrado y muy delgado, y sin saber por dónde empezar. No había querido regresar con él a Manchester y quizás había sido lo mejor, pues todos los que lo conocían hacían preguntas burlescas acerca de su reciente nombramiento como conde, y los clientes del banco disminuyeron considerablemente. Tanto así, que Fred estaba muy pesimista respecto al futuro del negocio familiar.

Ahora todo estaba en manos de Blossom y Adrian. Solo ellos podrían restablecer la armonía en la familia Moore, ya que esto ayudaría a que su hermano recuperara el prestigio perdido tan estrepitosamente.

***

Cuando Fred se bajó del transbordador, corría un viento cálido de otoño, a pesar de que el invierno estaba próximo. El Castillo de Carisbrooke no estaba muy cerca del muelle, pero él decidió ir caminando, ya que no tenía muchas oportunidades de aspirar aire tan puro como este en un Manchester cubierto de chimeneas.

Al irse acercando al castillo, pudo divisar gente trabajando en los exteriores del mismo. Al parecer Adrian se había decidido por fin a restaurar el montón de piedras como él le llamaba.

Fred pasó entre los hombres para dirigirse directamente a la puerta, pero una voz a sus espaldas lo detuvo.

-¿Entras sin saludar?

Fred se detuvo de golpe. Reconoció la voz, pero no vio a su hermano al llegar. El dueño de la voz dio un rodeo y se paró frente a él.

-¡Adrian! ¿Realmente eres tú?

Ante sí tenía un hombre con el pelo y la barba crecidos, su piel lucía bronceada por el sol, y sus ropas parecían las de cualquier hijo de vecino, y en su mano sostenía una herramienta de albañil.

Adrian abrazó contento de ver a su hermano menor.

-¡Cuidado, me ensuciarás!

-¡Qué importa eso! Vamos adentro, la cocinera preparó limonada fresca.

-Gracias, hace bastante calor para esta época del año.

-Ha sido un otoño agradable, pero imagino que no viniste de tan lejos solo para hablar del clima.

-No. Vine solo para traerte esto. -Fred sacó de su chaqueta los dos sobres, uno blanco y el otro de color rosa.

-¿Es importante?

-No sé. Tendrás que descubrirlo tú mismo, aunque, yo apostaría a que sí lo es, ya que el señor Harris fue a dejarlos en persona.

Adrian miró los sobres. Ninguno tenía remitente, pero el de color rosa olía a Blossom, por lo que lo abrió primero.

Mi muy apreciado lord Wight,

Espero que al momento de recibir la presente se encuentre bien.

No quisiera molestarlo en su retiro, pero algo está por suceder y es urgente que venga por mí.

Se despide afectuosamente,

Lady Wight.

Con rabia más que otra cosa, Adrian arrugó el papel y lo tiró lejos, sin importar que cayera en el suelo. Enseguida abrió el otro sobre.

Estimado señor Baker, urge su presencia en esta casa, hay asuntos muy importantes que debemos tratar con usted.

Saludos cordiales,

Abigail Moore.

Adrian hizo lo mismo que con el primer sobre.

-¿Responderás? -preguntó Fred, ansioso.

-No.

-¿Qué quieren?

-Que vaya a Falmouth.

-¿Irás?

-No. Si es tan urgente que vengan ellos.

La hija del mineroWhere stories live. Discover now