Capítulo 25

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Por la mañana, Blossom salió sigilosamente de la cama que compartía con su prima. La charla de la noche anterior había dejado su cabeza revuelta, y se despertó pensando en que no podía dejar pasar otro día sin averiguar qué sentía realmente por Adrian.

***

Adrian dormía profundamente y no percibió el cuerpo que se deslizó junto a él, hasta que una mano fría tocó levemente su pecho.

-¡Qué, demonios...!

-Shit, soy yo -susurró ella.

Adrian abrió los ojos.

-¿Qué haces aquí?

-¿No te lo imaginas?

-¡Por supuesto que no!

-Quiero estar contigo. Necesito aclarar lo que siento por ti.

-¿Y esta es la única forma?

-Sí -respondió ella, al tiempo que se ubicaba encima de él.

-Estás jugando con fuego.

-No temo quemarme -repuso ella, sintiendo que a él tampoco le importaba mucho, a juzgar por la creciente dureza que estaba oprimiendo su vientre.

Él la observó un momento, y luego, soltando una maldición la besó, y se volteó con rapidez para quedar encima de ella.

Ni bien Adrian puso sus labios sobre los de ella, Blossom se sintió transportada a las estrellas. Sin embargo, más pronto de lo que quizás le hubiera gustado, las manos de él recorrieron hambrientas su cuerpo.

Los sentidos de Blossom se vieron inmersos en un remolino, pues manos y boca no dejaban de torturar su cuerpo, haciendo que se convulsionara de placer. Cuando imaginaba que no podría soportar más, los labios traviesos de Adrian descendieron por su estómago sin querer detenerse a pesar de las protestas de ella. Y aunque había leído innumerables veces estas escenas en los folletines sucios que acostumbraba a leer, no estaba preparada para el golpe se sensualidad que la lengua de él estaba provocando en las partes más íntimas de su cuerpo. Cuando el clímax se hizo presente, con los ojos apretados se retorció sobre el lecho y tuvo que taparse la boca para no gritar. Su respiración era agitada, y el corazón casi se le salía por la boca. Creyó que moriría.

Finalmente se recuperó y abrió los ojos. Adrian la observaba con atención.

-Ahora es mi turno. También quiero darte placer. Quiero que seas tú el que te quemes.

Adrian no respondió.

Sin una pizca de pudor ella lo besó y torturó tal como él había hecho con ella.

Las pequeñas manos de Blossom danzaban sobre su cuerpo como bailarinas sin rumbo. El cuerpo de él no cesaba de contorsionarse. Las manos de él intentaban interrumpir su loco baile, pero ella no se lo permitía entrelazando sus dedos con los de él. Adrian sentía que su cuerpo explotaría en cualquier momento, pero pensó que el dulce martirio terminaría pronto, pues ella no sería capaz de ser tan atrevida como él, pero al darse cuenta de su equivocación, su sorpresa fue mayúscula.

Blossom decidió poner en práctica lo que hacían algunas mujeres de aquellos escritos, y con manos tímidas al principio, tomó entre sus dedos la aterciopelada calidez que conformaba el sexo de Adrian que altivo se ofrecía para que hiciera con él lo que deseara, y ella lo hizo: con delicadeza puso sus labios sobre esta nueva forma, acomodándolos al contorno. El sabor salado la desanimó un poco, pero al percibir que con esta acción lograba tener el control sobre ese hombre, dejó a un lado el pequeño malestar y comenzó a provocarlo con su lengua.

-¡No, por favor! ¡No más! -suplicó él al borde de la locura. No quería llegar al final de esta forma.

-¿Quieres que me detenga?

-No te gustará lo que sucederá después.

-Entonces, llévame a ti.

Sin esperar a que ella lo pidiera de nuevo, la atrajo hacia él y la puso de espaldas sobre la cama. Todo el tiempo había estado pensando en que no llegaría hasta el final para propiciar un accidente, pero ya no lograba resistir. Le había dicho a Blossom que se quemaría por jugar con fuego, pero el que se estaba quemando en la hoguera que ella había encendido era él.

Adrian se había prometido ser paciente cuando le tocara iniciar a la que fuera su compañera de vida, pero contra su voluntad no pudo cumplir: penetró a Blossom de golpe, sacándole a ella un grito de dolor. Con furia hacia él mismo, vio las lágrimas en los ojos de ella, y no pudo contener las maldiciones.

-¡Soy un bruto! Perdóname, te dejaré ahora mismo.

-¡No! No te apartes. Eso sí no te lo perdonaría.

-Te estoy causando dolor.

-Ya pasará. Solo abrázame, y bésame si puedes.

El corazón de Adrian pareció romperse, y se le humedecieron los ojos: ella le rogaba que no la dejara a pesar de todo. Era como si le suplicara un instante de amor.

A pesar del temor a volver a infringirle dolor, Adrian comenzó a moverse dentro de ella, besándola con dulzura al tiempo que acariciaba los dedos que se mantenían crispados sobre las almohadas.

***

Blossom pensó que se desgarraría. En ninguna parte de los malditos folletines graficaba lo doloroso de la penetración. Sentía sus piernas entumecidas. Estaba segura que cuando todo terminara ni siquiera se podría poner de pie. Aun así, no le permitiría retirarse y dejarla allí dolorida y humillada por no haber sido capaz de soportar los embates de la viril naturaleza de Adrian. Pero como los cuerpos sabían acomodarse los unos a los otros cuando era necesario, cuando él comenzó a moverse dentro de ella al tiempo que la besaba y acariciaba sus manos, el dolor fue cediendo poco a poco, y lo que le hubiera parecido impensado, que surgiera el placer después del suplicio, simplemente sucedió.

***

Los cuerpos de ambos se amoldaron como si hubiesen sido hechos el uno para el otro: las manos de ella se soltaron para recorrer la espalda de Adrian, y sus caderas se abrieron para rodearlo con sus piernas.

Las manos de él descendieron hasta la cintura de ella, y la sujetaron con firmeza para llegar hasta las profundidades más recónditas de esa ninfa de mar, porque al escuchar a lo lejos el rumor que hacían las olas, imaginó a este bello ser que se había escapado del río solo para que él la cabalgara sobre la blanca espuma del océano.

***

Cuando él la acunó en sus brazos después que sus cuerpos se relajaron, Blossom los supo: estaba enamorada de Adrian Baker, pero no del conde ni del banquero, simplemente de él.

La hija del mineroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora