Capítulo 26

6.1K 670 23
                                    

La satisfacción y el cansancio los sumió en un profundo sueño, y por eso mismo no escucharon los golpes en la puerta, ni menos los pasos sobre el piso alfombrado, mas, la corriente de aire que recorrió sus cuerpos cuando les quitaron la manta de encima los hizo reaccionar casi de inmediato.

***

Al verlos, Fred no pudo disimular su disgusto.

-¡Cúbranse, por el amor de Dios!

-¿Desde cuando entras a mi cuarto sin llamar?

-Desde siempre, hermano, ¿recuerdas?

Demasiado avergonzada para pronunciar palabra, Blossom salió en silencio de la cama. Adrian con rapidez la cubrió con su batín. Ella agradeció con la mirada y salió corriendo de la habitación.

***

-¿Dónde estabas?

Ada estaba muy alterada. Abrir los ojos y no encontrar a su prima era preocupante, ya que Blossom no acostumbraba a levantarse demasiado temprano. Pero, creyó que la pregunta estaba de más al verla envuelta en esa gran bata azul, el cabello despeinado, el rubor en las mejillas, y un pequeño hatillo entre sus manos.

-¡Blossom! ¡Oh, Blossom, qué has hecho!

-Nada que no quisiera.

Blossom prácticamente saltó al lecho, junto a su prima. Se estiró como un gato y suspiró.

-¿Estás feliz? ¿Satisfecha?

-No sabes cómo.

-¿Cómo ha sido?

-Mucho mejor que esos asquerosos folletines.

-¿Descubriste si lo amas?

-¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!

-¿Se lo dijiste?

-¡No, tonta! No puedo ponerme en evidencia tan pronto... Ahora déjame que necesito dormir un poco. Si mamá pregunta por mí, dile que es un sueño de belleza. Ella lo aprobará... Y no me envidies -agregó casi dormida.

Más tarde, en la mesa del desayuno, Ada respondió esto mismo a su tía sin levantar la cabeza de la taza de té con leche.

***

-¿Qué le parece que hablemos ahora de los arreglos que necesita el castillo, Adrian? Y solo hablaremos de los más inmediatos, que desde ya son muchos.

Abbie había llevado a Adrian a la biblioteca, para tener esta charla en privado.

-La escucho, Abbie.

-¡No quiero casarme aquí!

Blossom exclamó desde la puerta, justo a tiempo para impedir que las ideas de su madre pusieran más en aprieto a Adrian.

-¿Por qué?

-No me gusta este lugar, es húmedo, oscuro, feo. Creo que ni todos los arreglos del mundo lo podrían mejorar.

-Entonces, ¿prefieres Londres?

-No, Falmouth. Es el lugar donde crecí, el lugar que amo, el lugar que abandonaré cuando me convierta en Lady Wight. ¿Son pocas razones?

-No, cariño, por supuesto que no. -Abbie se limpió una lágrima-. ¿Qué opina usted, Adrian?

-Yo estoy dispuesto a lo que mi prometida disponga -respondió, poniéndose de pie para ir al encuentro de Blossom.

-Tampoco me gustó este lugar, así que me quitas un peso de encima, hija. Dos meses es muy poco tiempo para tanto arreglo que requiere este lugar.

-Igual me interesan sus ideas, Abbie, pues tarde o temprano habrá que reacondicionarlo.

-¿Es que no se vendrán a vivir aquí después de la boda?

-No lo hemos decidido aún, mamá.

-Imagino que tendrá algún administrador.

-Lamentablemente, mi querida Abbie, mi pariente perdió todo en las apuestas, ni siquiera conservó los inquilinos. Cuando el dinero se terminó, vendió todo para obtener más efectivo y poder continuar jugando.

-Menuda herencia, hijo -repuso Abbie, pensando en que tal vez no harían buen negocio casando a su hija con un conde pobretón.

-Si está pensando en lo que yo creo, Abbie, no tiene por qué preocuparse. Antes de ser conde ya era banquero, por lo que mi hermano y yo tenemos fortuna propia. Mi padre nos herdó un negocio que ha resultado muy rentable. Claro está, que he de ver qué haré con este armatoste.

-Me alegra que sea así, hijo, no soportaría ver a mi hija pasar penurias.

-Eso no sucederá.

-No entiendo por qué no nos contó antes de esta situación.

-Porque ni el mismo Adrian lo sabía, mamá... Y porque a tí y a papá solo les interesaba que tuviera un título.

Abbie bajó la cabeza, avergonzada.

-Bueno, mi amor, creo que es mejor que dejemos esta charla por ahora, ¿no le parece?

-Sí, querido, estoy de acuerdo con usted.

-Lo último -dijo Abbie-, ni una palabra de esto a Henry, creo innecesario preocuparlo sin motivo.

-Tienes razón, mamá. Mantengamos esta información entre nosotros. Estoy segura que Adrian hará lo que esté en su mano para revertir esta situación.

Adrian miró a su prometida, no supo si hablaba en serio o se estaba burlando de él.

-Les agradezco. Podemos partir cuando quieran.

-Me gustaría conocer la isla. ¿Podemos quedarnos un par de días, mamá? Así podrías revisar bien el castillo y sus alrededores para que le hagas una lista detallada a Adrian de lo que hay que renovar... Adrian, mi madre tiene muy buen gusto para estas cosas -añadió ella con una sonrisa.

-¡Las caballerizas están en mul mal estado! -exclamó de pronto Henry, irrumpiendo en la biblioteca-. Son muchas y podrían albergar unos cuantos caballos, y hay cocheras para varios carruajes.

-¿Te puedes encargar de hacer una lista de todo lo necesario? -le preguntó Abbie a su esposo-. Luego se la entregas a nuestro yerno para que se haga cargo.

-¿Tú crees que alcanzará a estar todo listo antes de la boda?

-Papá, nos casaremos en Falmouth. Lo he decidido esta misma mañana. No me agradó este lugar. Sin embargo, igual creo que es buena idea repararlo.

-No te entiendo, hija. Nos hiciste venir hasta aquí para nada.

-Lo siento, papá, pero no podía tomar una decisión así sin ver primero el lugar.

-Perdón, señor Moore, fue idea mía invitarlos. Lamento que las cosas no hayan salido bien.

-Querido, un conde no tiene por qué dar explicaciones.

-Disculpe, milord. - A Henry se le veía avergonzado.

-No se preocupe, señor Moore.

***

Los días siguientes, tal y como fueron los deseos de Blossom, se dedicaron a conocer la isla. Y se amaron. Y cómo se amaron. En la playa, entre las rocas, en el campo... Cualquier lugar alejado de los curiosos les sirvió para expresar lo que sentían, pero sin palabras. Adrian solo deseaba satisfacer el deseo insaciable que sentía por ella, y Blossom solo quería estar lo más cerca posible de ese cuerpo amado, pero ninguno se atrevió a confesarse con el otro.

***

-Querida, ¿te parece buena idea que esos dos paseen tanto solos?

-No importa, querido, nuestra hija ya lo tiene en la bolsa.

-¿Qué quieres decir?

-Nada. No me hagas caso.

La hija del mineroWhere stories live. Discover now