Capítulo 6

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Adrian arrastró a Fred por la pequeña ciudad en busca de algún joyero. El posadero le había dado la dirección de un judío que vivía en el centro, y que según había escuchado comentar, hacía piezas únicas y de gran valor. Sin embargo, el hombre ya no vivía en el lugar indicado, y nadie sabía dónde encontrarlo. Sin datos nuevos acerca de su existencia, se tuvieron que dar a la tarea de recorrer todas las tiendas de la zona comercial, y que no eran pocas, en busca de otro joyero.

-¡No entiendo por qué tienes que comprar un anillo costoso para una representación tan burda!

-Porque debe ser lo más real posible.

-¿Y tú crees que te dará el sí, si consigues una gran roca?

-Será difícil, pero al final aceptará, no tendrá más opción.

-¿Y cuándo piensas decirle quién eres?

-¡Por favor, Fred, basta con tus "¿Y?"! Saldrá todo bien, no te preocupes.

-Estás jugando con fuego. Uno de los dos saldrá

quemado.

-No seré yo, te lo aseguro.... ¡Mira, aquí hay un joyero!

Blossom regresó antes de la cena, pero fue derecho a su habitación, avisando que estaba muy cansada y que solo tomaría un vaso de leche. Cuando sus padres escucharon la información de boca de la doncella, se miraron complacidos, su hija se comportaba así solo cuando estaba ansiosa, y era obvio que esta vez su proceder solo podía ser a causa del conde de Wight.

No habìa lugar para dudas, Blossom estaba muy enamorada y esperaba con ansias el día en que sería Lady Wight.

-¡Somos muy afortunados, querido! -exclamó Abbie, plantando un sonoro beso en la mejilla de su esposo.

-Pronto tendremos herederos de sangre azul que llevarán nuestro apellido.

-¡Esto merece una celebración!

-¡Champagne!

-No, té. Tenemos que comenzar a organizar la cena de

compromiso.

Al terminar la cena, el matrimonio Moore se encerró en la biblioteca a planear la cena con tranquilidad, mas, de pronto Abbie lanzó una exclamación.

-¿Qué sucede, mujer?

-¡Blossom no tiene un vestido nuevo!

-No te preocupes, estoy seguro que tiene alguno sin estrenar en su armario.

-Tienes razón. Además, no debemos levantar sospechas.

-Exacto.

En su habitación, Blossom meditaba respecto a los últimos acontecimientos, o mejor dicho, al beso que Adrian le había dado como si no fuera gran cosa.

¿Qué pretendía? ¿Dejar una marca en ella como si fuera una yegua? Jamás imaginó que un lacayo pudiera tomarse tantas licencias con una mujer que no era de su mismo nivel. Estaba siendo muy clasista, pero tenía tanta rabia de que en el fondo estaba fascinada con el hombre aquel, tanto que si fueran otras las circunstancias no le importaría quién fuera ni a qué se dedicara, pero sus padres se la estaban pasando en grande, y solo eso era un obstáculo para que ella lo tomara en serio. Ceder ante sus encantos, sería una derrota para sus ideas independentistas, en las que un matrimonio impuesto por el interés no era una opción.

Esa noche soñó que aquel hombre venía a su cama a desnudarla, y le recorría el cuerpo con sus labios. Despertó con el cuerpo sudado y una humedad extraña entre las piernas. ¿Eso era la excitación? ¿Eso era el placer? Se preguntó, pensando en los sucios folletines de Albert. ¿Debía preocuparse por estas sensaciones? No, más que preocupación, sesentía insatisfecha.

No soportó más y tuvo que tocar sus partes íntimas para emular la boca del hombre sobre su cuerpo.

Las convulsiones provocadas por el placer llegaron rápidamente como una ola de fuego, dejándola finalmente con el cuerpo laxo pero satisfecho.

Así que esto era lo que se sentía en compañía de un hombre. ¡Dios bendito, qué haría ahora que había probado por primera vez una sensación tan intensa! Y ese hombre, ¿por qué tenía que ser Adrian? Recién ahora comprendía que Ada tenía razón: la necesidad de castigar a sus padres le saldría bastante cara si no renunciaba a ello pronto.

De un salto salió del lecho y después de envolverse en una bata de cama, tiró del cordón que colgaba junto a la chimenea. A los pocos segundos apareció una mucama.

-Cindy, que venga Harris. ¿Por qué no vino él de inmediato?

-Está dándole instrucciones al jardinero, señorita.

-No importa, lo necesito ahora. Anda. Ve. Corre.

Sí, señorita.

Blossom comenzó a pasearse impaciente por la habitación, esperando al mayordomo. No sabía qué haría, pero ya se le ocurriría algo, por lo pronto tenía que verlo.

Después de largos diez minutos, Harris por fin tocó a la puerta de Blossom.

-¡Qué forma de demorarse Harris!

-Lo siento, señorita, el jardinero no comprendía lo que debía hacer.

-¿Es nuevo?

-Sí, señorita.

-Harris, quiero que vaya a buscar al conde de Wight en Falmouth.

-Con gusto, señorita, si me dice dónde se hospeda.

-Ese es el problema, no tengo idea... Hay tres posadas en Falmouth, asì que no creo que sea tan difícil encontrarlo.

-Iré de inmediato, pero, ¿qué le digo?

-Solo que venga, ¡Urgente!

-Está bien, señorita.

Harris tenía un mal presentimiento con respecto al famoso conde de Wight, pero no se atrevía hacérselo saber a la niña, como él la llamaba en secreto. Tampoco osaría contarle a los señores y dejarla en evidencia, ella no lo perdonaría nunca si lo hacía, así que tendría que lo único que se le ocurría era apoyarla en la mentira, pero vigilar de cerca el proceder del conde.

En las dos primeras posadas no encontró a nadie con las señas del hombre aquel, y en su camino hasta la tercera posada que quedaba más lejos, pasó por varias tabernas pensando que era el lugar idóneo donde encontrar a un hombre sin escrúpulos, pero tampoco tuvo suerte.

Cuando por fin llegó a la última posada estaba bastante cansado, ya que había decido hacer la búsqueda a pie.

Los hermanos Baker estaban desayunando, cuando por casualidad Adrian vio entrar a Harris. De inmediato volvió el rostro y le dijo a Fred que se levantaran de la mesa.

-¿Por qué? ¿Qué sucede?

-Habla más despacio -susurró, tomando a su hermano del brazo-. Es el mayordomo de los Moore. ¿Qué estará haciendo aquí?

-Buscándote.

-Vamos. Salgamos por la puerta de atrás.

Harris se acercó al posadero y le dio las señas de Adrian.

-Señor, el único hombre que podría coincidir con las señas que usted me da, es un banquero de Manchester, y se encuentra hospedado con su hermano.

La hija del mineroWhere stories live. Discover now