《Capítulo 25》No llores esta noche

16 2 0
                                    

Quizás deba decir que hay personas que te salvan la vida; en mi caso literalmente hablando Max me había salvado. Recuerdos borrosos son los que adornan mi mente ahora; cuatro años más tarde después de ese incidente en mi habitación.

Lo que jamás olvidaría será esa sensación de miedo que tuve minutos después de haber reaccionado.


Cuatro años atrás ...

Terminé de doblar la carta que dejaría para mis seres queridos, mi carta de despedida. Mi carta de un último adiós plasmadas en palabras sobre esa hoja de papel. Caminé hasta la baranda de mi habitación, abrí la puerta y contemplé la noche estrellada. Que por primera vez en mucho tiempo no llovía, lo tomé como una indirecta del destino; quizás les hacía un favor a todos al morir y por eso la ciudad se miraba tan llena de vida, alegre y gozosa.

- Lo que me hiciste hacer Helena. – Dije en un pequeño susurro al mismo tiempo que cargaba la pistola y la subía con lentitud hasta mi cabeza, mis dedos se sentían fríos; anunciando el estado en el que me encontraría en segundos. Frío y sin vida.

Solo sé que ese disparo jamás llegó, jamás atravesó mi cabeza como tanto deseaba. O quizás no del todo, debido a que al sentir los brazos de alguien tomarme por detrás y empujarme haciendo caer mi pistola al suelo; reaccioné.

- ¡Que estabas por hacer! – Gritaron, sin embargo, no era consciente de nada más que no fuera mis pensamientos, la culpa y el miedo llegaron a mí, sabía que este no era el mejor camino y jamás tuve que pensarlo.

Fue Max, él había entrado a la habitación y se encontraba gritándome.

- ¿Señor Sykes? – Y no fue hasta que mi secretaria tocaba con pertinencia la puerta de mi consultorio cuando me di cuenta que me había enfrascado en mis recuerdos nuevamente.

- ¿Qué sucede, Camila? – Pregunté frotando mis ojos.

- Le han dejado esto, una señorita junto a un joven. – Contestó mientras se adentraba y depositaba un sobre sobre mi escritorio.

Fruncí mi ceño al ver que era invitación a una boda.

- Muchas gracias, puedes retirarte. – Contesté mientras me levantaba y tomaba el sobre en mis manos, caminé hasta la ventana que daba la vista a la ciudad.

Mi mundo se detuvo un segundo, al ver otra vez ese apellido. Al tener contacto otra vez con esa familia; la verdad era que después que Helena murió, decidí alejarme de esa familia a la cual yo creía no era bien recibido.

Pero la bella y delicada caligrafía me indicaban otra cosa.

Era de Lisa, la invitación era para su boda con Bayron, me dejaba los detalles, la hora, el lugar, todo. Y yo seguía sin creer que me haya invitado. Quizás al final si lograron darse cuenta del verdadero amor que le tenía a Helena.

La boda era este domingo, y hoy era viernes. Sé que serían demasiadas emociones juntas, volver a la familia de la única chica que alguna vez ame con locura; no me sería fácil. Los recuerdos caerían con un balde de agua fría encima, pero me podía. Me podía el cariño que le tenía a esa –no tan niña- Lisa. Iría y sería solo por ella.

Los sonidos en la puerta volvieron, esta vez anunciando que tenía un nuevo paciente esperando por ser atendido.

- Está bien, déjale pasar Camila. – contesté mientras tomaba asiento nuevamente y me enfrascaba por ayudar al chico que venía entrando.

Luego que helena muriera, decidí poner un alto a mi carrera como artista. Decidí culminar mi carrera universitaria y dejar la banda por un tiempo. Así que ahora era todo un licenciado en psicología.

- Toma asiento, empezaremos con unas preguntas personales para editar tu perfil; ¿Esta bien? – Dije adoptando una postura profesional y seria ante el chico.

- Como sea. – Contestó indiferente, mientras agachaba su cabeza y frotaba sus manos. Sentía nervios y se sentía intimidado, era obvio.

- Tranquilo, relájate. – contesté tomando mi bolígrafo. – Piensa que estás hablando con un amigo.

- No tengo amigos. – Dijo a la defensiva, levantando su rostro y dejándome ver sus rojizos ojos y numerosas ojeras.

Levanté mi rostro ante él, le analicé un poco. Se mostraba inquieto y quiero saber por qué. Sus manos, tenían marcas, cortes profundos y se veían recientes.

- Yo soy tu amigo, confía en mí y te ayudaré. – Le dije con la mayor seguridad y confianza que pude alguna vez di, tenía una necesidad de ayudarle. Se notaba a gritos que pedía ayuda.

Quizás fue mi mirada y que transmitía honestidad, que le hizo fijarse un poco en mí, cerrar sus ojos con fuerza y suspirar antes de contarme lo que sucedía.

- Me llamo Malcolm, tengo diecinueve años... - Empezó contestando a mis preguntas y yo sonreí al ver que se estaba abriendo a mí, pero sus siguientes palabras me descoloraron por completo. – Estoy aquí porque mi novia ha muerto.

Y fue ahí donde deje de escribir, mi bolígrafo se quedó estático e inmóvil en mi mano mientras digería sus palabras. De pronto me di cuenta el porqué de la necesidad de ayudarle, sentí empatía; claro que si porque se por el infierno por el que ha pasado.

- ¿Por qué sientes que necesitas mi ayuda? – Pregunté esperando que él me contara.

- Todavía la amo, la extraño con todas mis fuerzas. – Dijo y le creí. – Teníamos pensado casarnos... - Sus ojos se llenaron de lágrimas. – Y murió el día que pasaría eso.

Tragué en eso, no podía creer como un chico de tan corta edad pensaría en matrimonio, tenía que amarla con profundidad para hacer eso. Y pude darme cuenta que no todos la tienen fácil, que siempre unos sufren más que otros.

- ¿Qué ocurrió? – Me atreví a preguntar con mi voz temblando en un hilo, temía por su respuesta.

- Yo la maté. – Dijo con una frialdad en sus palabras que temí que fuera cierto, pero siguió hablando - Ese día estaba muy nerviosa, sus padres y los míos no aceptaban semejante decisión, pero aun así nos apoyaban. – Rio sarcástico. – Al menos eso creía...

- Su madre le dijo que yo la estaba esperando afuera de la iglesia, era mentira, yo me encontraba adentro ya, esperándola a que apareciera con su hermoso vestido blanco puesto. – Sonrió y pude ver ese brillo que yo antes tenía, y me sentí feliz por un instante; había esperanza en ese chico todavía. – Habían unos tipos esperando afuera para secuestrarla, yo tenía un mal presentimiento y salí de la iglesia. Y solo recuerdo molerme a golpes con todos ellos, y el disparo que nunca llego a mí, sino a una chica castaña que en unas horas seria mi esposa.

Las lágrimas bañaban su rostro y yo quedé petrificado, no terminaba de entender como una madre sería capaz de hacerle daño a su propia sangre, pero a la vez me hizo darme cuenta, que nuestra historia era diferente, con la única similitud de que perdimos a quien más amábamos.

- ¿Te has atrevido a visitar su tumba? - Pregunte tragando mis sentimientos de tristeza, tenía a Helena plasmada en mi cabeza, otra vez.

- Jamás, y eso ocurrió hace un año, siento que visitarla es decirle adiós completamente. No soy capaz de eso...

Y le comprendí tanto, después del funeral, no fui capaz de visitarla otra vez. Y le dije tanto a él, como a mí mismo que...

- Se olvida a quien se deja de querer. Visítala, ella te está esperando. Dile adiós una última vez y sigue tu vida, que sé que ella desearía lo mismo. Se feliz. 

Amor de estrella fugaz (Fanfic de Nathan Sykes) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora