《Capítulo 17》Avalancha de emociones

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Foto en multimedia: Bayron Smith


¿Qué haces al estar preso de tus propios emociones?, ¿Preso de cada sentimiento acumulado no explotado?

Puedes acostumbrarte a ocultar tus secretos ante los demás; que nadie jamás se de cuenta de cual roto estás dentro. Dónde tu corazón late y late, pero nada más que dolor te provoca la más mínima acción. Puedes vivir así, claro que si, pero nada es para siempre.

Ni el mas mínimo sentimiento de dolor es para siempre.

¿Ejemplos? El sentimiento de culpabilidad.
Ese mismo que sentía Helena al haber llegado a su hogar y no ver a nadie. ¿Dónde estarás Lisa?, ¿Dónde estarás mamá? Habían pasado meses desde el día de su partida con Nathan, meses en los que no supo nada de su hermana ni su demás familia.

Helena regresó con Olivia, fue la única que sin cuestionar la dejó entrar en su casa nuevamente, sin nada esta vez, se abstenía a ir a casa de Nathan a traerlas, y eso requería verle, y no quería para nada hacer eso.

Cinco meses y medio desde su huida de casa, y tres semanas desde lo sucedido con Nathan. En televisión podía observar que las noticias mostraban que él estaba bien, protagonizando conciertos con éxito. Con una maldita sonrisa en su rostro, demostrando lo feliz que era. Había llorado miles de veces al verle así, al ver que para el nada había sucedido y que todo le marchaba más que perfecto en su vida.

¿Y ella? Ella sufría en su interior, sufría por haberse marchado de casa por un amor falso...
Sufría por haber defraudado a su mamá, sufría al saber que ella había tenido razón y que nada más le decía la verdad sobre el fracaso de ser que Nathan era.


Y por último, sufría ahí mismo en el paradero de todas sus dudas. El lugar de su trabajo actualmente.

Un lujoso bar casi a las afueras de la ciudad.

Tomó en sus manos la última copa en la mesa y se dirigió a lavarlo.

- ¿Lista para hoy en la noche? - Preguntó Lilian, una mujer de treinta años que llevaba mucho tiempo dentro y que le había hecho la vida más fácil ahí dentro.

- Claro - Contestó decidida.

Helena había llegado ahí después de dos días de deambular por toda la ciudad, cuando las horas habían pasado ella ya estaba pérdida. Y así llegó a ese lugar. La vergüenza le podía y no se había avocado a su mejor amiga debido a ello, recordaba que era ese mismo sentimiento el que le había llevado a pasar días pensándolo, durmiendo en pequeñas banquetas de la ciudad y sin comer.

Su trabajo consistía en repartir bebidas alcohólicas a los clientes, agradecía que no debía entregar su cuerpo a ellos por antojo sexual. Nada más repartía bebidas pero lograba ver cuantas jovencitas entraban y salían desgraciándose sus vidas.

Recordaba que el primer día que obtuvo su trabajo, no dejaba de pensar en Lisa. De sólo imaginar que ella podía caer en esas redes su piel se había erizado. Rogaba al cielo que no hubiera llegado jamás a esas alturas. Rogaba por su bienestar.

- ¡Despierta! - Le gritó su jefe. El señor Stone. - Acaban de llegar clientes.

- Estoy en camino. - Dijo sin ganas, mientras se acercaba a la mesa.

El bar constaba de mucho lujo, y era de mala muerte; donde los mafiosos abundaban. Era uno de los más reconocidos, pero más allá de un lugar bonito era la tortura de muchas niñas. Al final del gigante lugar, al mero fondo habían cubículos con cientos de habitaciones dónde se dedicaban a llevar las niñas con el hombre que habían capturado en el bar.

- ¿Qué desean? - Les preguntó sin mirar sus rostros. Y dispuesta a anotar en su libreta.

Un silencio se hizo presente un minuto y al siguiente una voz habló.

- ¿Así que es cierto? - Ella al escuchar esa voz, su corazón se detuvo y levantó la vista de inmediato.

Quería llorar.
Quería gritar.
Pero sobre todo... quería huir de ahí.

- ¿Qué haces aquí Lisa? - Preguntó al borde de la locura, sentía que podía explotar ahí mismo.

La sorpresa se hizo presente y no podía reaccionar, por fin tenía a su hermana frente a ella y no sabía como reaccionar.

- Yo... yo... - Las palabras no salían de su boca, sus manos empezaron a temblar y su frente a sudar.

Helena la estudió un momento antes de arrojarse a sus brazos y estrecharla en un abrazo. Las lagrimas se hicieron presente y las dejó caer con libertad, sintiéndose feliz y completa de nuevo.

Pero solo por su parte por lo visto, ya que Lisa se encobraba estática en su lugar. Sintiendo rabia y nostalgia, pensó en todas las veces que había llorado este encuentro. Le dolía pensar que jamás había pensado en ella, y luego el miedo recorrió en su cuerpo.

¿Cómo le explicaba que su trabajo era prostituirse?

Lisa calló y Bayron habló.

- Me llamo Bayron, Lisa... - Él se giró a verla pidiendo permiso para lo que estaba por decir, pero ella negó rotundamente. - Nosotros dábamos una vuelta por acá y ella dijo conocerte así que entramos.

Bayron sintió nervios ante la dura mirada de Helena hacia ellos dos.

- ¿Tú... - Helena cerró sus ojos tragando toda su furia inexplicable. - ¿Eres su novio?

Ambos abrieron sus ojos no sabiendo que contestar, es decir ellos no eran pareja, pero vivían juntos. Dormían juntos, pero nunca jamás había pasado algo más que un insignificante roce accidentado al dormir.

- No. - Respondió Lisa

- Sí. - Respondió Bayron

Ella se giró a él pidiendo una explicación al igual que Helena.

- ¿Podrían explicarme eso? - Guardó su libreta en su falda y cruzó sus brazos. Atenta ante ellos, preguntándose que estaba sucediendo.

Lisa bufó exasperada de la situación, y de verse obligada a darle explicaciones cuando lo único que quería hacer era largarse de una vez, pero aún así habló.

- No somos pareja, pero... - Lisa suspiró y terminó de hablar. - Vivimos juntos.

Amor de estrella fugaz (Fanfic de Nathan Sykes) ©Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ