Capítulo 1

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La oscuridad de la noche amparaba a todos aquellos que recorrían las sinuosas calles de aquel lúgubre pueblo. Hombres cubiertos con capas se internaban en casas, tabernas, callejones o estrechos senderos de final desconocido. La luna brillaba allá en el firmamento, acompañada por las infinitas estrellas; sin embargo, en aquel pueblo parecían reinar las sombras.

A lo lejos, a poco de llegar a la aldea, tres figuras encapuchadas montaban sobre tres caballos. Apenas hacían ruido, solo se escuchaba el chocar de los cascos contra la seca tierra del camino. La luz intermitente del fuego de una pipa era lo único que distinguía a los tres jinetes en la penumbra. Uno de ellos fumaba.

—¿Crees que esta sea una buena idea, Gandalf?— interrumpió el silencio que los acompañaba uno de los encapuchados. De nuevo, las brasas de la pipa se enrojecieron, mostrando unos ojos grises.

—Con esa mujer nada es una buena idea, pero creo que será lo correcto— fue su única respuesta. Sin embargo, el otro no parecía satisfecho.

—¿Confías en ella? —preguntó, de nuevo buscando la aclaración de alguna de las múltiples dudas que le asolaban.

Se habían embarcado en ese plan sin apenas premeditarlo, recurriendo a la ayuda de alguien que su compañero y él desconocían, pero que el tercero decía conocer. Apenas sabían cómo continuar y la presencia de una mujer, la cual no se había ganado su confianza, solo conseguía causarle malestar. Había tantas cosas que podían salir mal.

—Le confiaría mi propia vida si fuera necesario— y eso sí logró calmar al jinete. Si Gandalf decía eso de alguien era porque tenía el conocimiento pleno sobre esa persona. No es fácil ganarse la confianza de un mago.

Atravesaron la entrada y se internaron en las calles. A pesar de que hacía varias horas que el sol había desaparecido, todavía quedaba gente en el exterior. En fila de uno siguieron su camino hasta que el mago, que iniciaba la marcha, se detuvo.

—Aquí es— señaló la posada que había a su izquierda. Un tablón de madera rezaba su nombre escrito: La Bruja Coja. El estruendo del interior era perceptible incluso desde allí, y con la pesada puerta de roble cerrada. Los tres jinetes desmontaron. —Lo mejor será que me dejéis hablar a mí primero— recomendó el mago.

Con un asentimiento de cabeza, los acompañantes del mago aceptaron su propuesta y empujaron la puerta de la taberna, encontrándose con una escena realmente inesperada.

Con un asentimiento de cabeza, los acompañantes del mago aceptaron su propuesta y empujaron la puerta de la taberna, encontrándose con una escena realmente inesperada

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Sus ojos seguían la cautivante danza que mantenían sus dedos sobre la madera. Los levantaba uno a uno para luego dejarlos caer escalonadamente, y repetía de nuevo el proceso, y de nuevo, y de nuevo. Así estuvo durante horas.

A su alrededor eran todo gritos, berridos, carcajadas histriónicas y el chocar de las sillas y mesas contra el estropeado suelo de piedra. La cerveza caliente corría por el suelo, sonando como un chapoteo cuando alguien pasaba sobre ella, o por las barbas de los hombres que bebían extasiados. Apenas se podía ver algo allí, las pocas velas que tenían para alumbrar estaban a punto de extinguirse y el olor de la taberna era inexplicablemente nauseabundo, pero a nadie allí parecía importarle. Ni siquiera a ella.

Blyana {El Señor De Los Anillos ~ Legolas} // #PGP2023Where stories live. Discover now