Capítulo 12

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Decir que sentían como la oscuridad los devoraba a cada paso que deban, sería un eufemismo.

Las minas de Moria no estaban resultando aquellas candorosas y agradables estancias que Gimli les había descrito desde su descenso de la montaña; al contrario. También era cierto que ninguno de ellos podía culpar al enano de su error, puesto que él no tenía culpa de que los trasgos atacaran y mataran a sus hermanos. De hecho, desde su entrada a las minas, Gimli se había sumido en el más absoluto mutismo. Apenas emitía sonido alguno y cuando sus compañeros lo miraban sólo veían en su rostro pesar y dolor. Todos acompañaron su sufrimiento y respetaron sus deseos de calma y privacidad, hasta que tras más de ocho horas de camino pareció comprender que no había opción mas que aceptar la pérdida y centrarse en el peligroso viaje que emprendían. Cuando habló de nuevo fue para decir que el aire allí abajo parecía cargado; sin embargo, cuando el resto le escuchó, no pudieron más que sentirse en cierta parte aliviados.

Gandalf había estipulado que a paso seguro y precavido alcanzarían el otro lado en cuatro días. Tal vez si no temieran ser descubiertos y despertar a un desconocido, pero seguramente superior, número de enemigos, podrían caminar con más apremio y menos cuidado.

En un principio recorrieron sobre todo lúgubres pasillos de angustiantes paredes. En fila de uno seguían el rastro de la estela del mago y fueron internándose en desconocidos caminos que apenas se podían considerar como amplios. Ninguno osaba tampoco decir palabra, puesto que el temor al eco era mayor que sus deseos de animar el ambiente. El único sonido que se percibía era el del roce de las ropas mojadas de los tres guerreros que se habían internado en el lago para salvar a Frodo momentos antes.

No habían tenido tiempo ni siquiera para esperar a que sus ropas secasen, puesto que nada más derruirse la entrada Gandalf les instó a continuar la marcha. Por ello, Aragorn se mantuvo en silencio y acalló el escozor que sentía en su hombro izquierdo, donde una herida superficial, un corte accidental en su lucha contra el kraken, lo martirizaba a cada movimiento. Sentía como la ropa le rozaba y se impregnaba lentamente de su sangre, pero no lo consideró una herida lo suficientemente profunda como para obligar a detener la marcha de sus compañeros.

Por ello, se tragó su dolor y continuó el camino. Sin embargo el montaraz no pareció notar cierta mirada curiosa sobre él.

Legolas había percibido sin pretenderlo una mueca de dolor en el rictus de su amigo, y vio de reojo como este parecía mantener en una quietud forzada el movimiento de su brazo izquierdo. Al principio simplemente continuó observándolo sin que este se diera cuenta, puesto que no estaba seguro de si la oscuridad habían hecho mella en su percepción; pero cuando las muecas fueron apareciendo en reiterados momentos y el brazo del montaraz parecía colgar estático en su lugar, el elfo comprendió finalmente que no erraba en sus suposiciones. Por ello, y aprovechando que ambos cerraban la marcha, se acercó a él.

—Estás herido.

Haciendo gala de su capacidad para manifestar obviedades, Legolas increpó a su amigo en un implícito reproche. Por su parte Aragorn pareció sorprenderse de que Legolas se hubiera percatado, sin embargo solo negó con la cabeza sin detener el paso.

—No es más que un rasguño. Cuando paremos a dormir me haré una cura— restó importancia.

El elfo no parecía realmente satisfecho con esa respuesta.

—Lo mejor será que por lo menos presiones la herida. Si continúa expuesta puede verse infectada— comprendiendo que para el montaraz no era sencillo vendarse la herida con un solo brazo, Legolas sacó de su fardo una tela lo suficientemente limpia como para no perjudicar el corte y se lo pasó bajo el brazo. Aragorn pareció sorprenderse por el repentino arrebato del rubio, pero terminó por dejarle hacer, agradecido.

Blyana {El Señor De Los Anillos ~ Legolas} // #PGP2023Where stories live. Discover now