Capítulo 27

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Los días venideros no variaron en gran medida.

A la pronta salida del sol los cuatro cazadores retomaban la carrera y seguían aquel vago rastro que los conduciría hasta sus amigos y los uruk-hais. No había apenas descansos, ni marchas al paso. Fueron tres arduos días donde sus cuerpos se vieron forzados al límite y la esperanza era lo único que los mantenía en marcha.

Tras aquella primera noche, Legolas sentía que algo en él y en su forma de ver a Blyana había cambiado. Tampoco había sido algo repentino, sino que se había ido gestando con el paso del tiempo, pero que tras aquel último y esclarecedor encuentro había llegado a un punto de no retorno.

No sabía qué era, ni como describir aquella sensación, pero él era plenamente consciente de aquel cambio y no podía en parte dejar de pensar en ello.

Por su parte, Blyana se mantuvo extrañamente silenciosa. En su mente no podía dejar de visualizar la imagen de Legolas a unos pasos de ella, apartando la mirada y permitiéndola vestirse, aún sintiendo el fantasma de sus yemas a lo largo de su cintura. Era... desconcertante.

Otro de los pensamientos que perseguían y atormentaban a los cuatro cazadores era el saber que Frodo y Sam habían continuado por su cuenta. Pensar en los peligros que les quedaba por enfrentar, en lo indefensos que se encontraban sin la presencia de la Compañía, en cómo ninguno de ellos había podido cumplir su promesa. Cabía decir que cualquier pensamiento referente a los hobbits conseguía ensombrecer el ambiente.

La segunda noche pasó sin altercados, apostillados en un simple peñasco.

Blyana fue esta vez la primera en caer, tras ser ayudada por el hombre a hacer la cura de su espalda. Por su parte, los tres restantes cazadores tardaron un poco más en dormir.

—Sus cicatrices, sabías de ellas— la suave voz de Legolas se escuchó en la oscuridad. Gimli, desconcertado, levantó la cabeza mientras Aragorn simplemente asentía, pipa en mano.

—Desconocía que tú lo hicieras— fue su única contestación. Prendió la hierba que descansaba en el extremo más alejado de la pipa y aspiró lentamente la primera calada.

—Larga historia— la esquiva respuesta del elfo le sacó una sonrisa ladina.

—Estoy seguro de que sí.

Legolas observó a su amigo, su postura relajada y el humo que apenas se distinguía en la oscuridad. Siempre había admirado con curiosidad aquella relación que el montaraz mantenía con la única mujer del grupo. Desde su presentación Blyana y Aragorn habían mostrado una complicidad extraña para dos desconocidos. Ambos parecían entenderse con solo una mirada y muchas veces las palabras sobraban entre ellos. Legolas no sabía si aquello se debía a la similitud de sus vidas, ambos vagando por el mundo, o a la buena predisposición de sus personalidades para encajar. Por ello no se le hacía extraño ver que la mujer confiara plenamente en el montaraz, tanto como para mostrarle una parte tan íntima y personal.

Por su parte, a través del rabillo del ojo, Aragorn contemplaba a su amigo.

—Es una mercenaria, Legolas. Las heridas son gajes del oficio.

Los labios del elfo se tensaron en una fina línea. En su cabeza podía detallar el cruento relato que la noche anterior la misma mujer le había confesado.

Sí, tal vez Blyana cargara con cicatrices propias de su profesión, pero aquellas no fueron más que heridas infligidas a una simple niña desconocedora de lo que era el sufrimiento.

—Es una imagen... impactante— murmuró. —No creo ser capaz de llegar acostumbrarme alguna vez.

—¿Acaso pretendes verla desnuda más veces, orejas picudas?

Blyana {El Señor De Los Anillos ~ Legolas} // #PGP2023Where stories live. Discover now