Capítulo 28

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La revelación de que Pippin y Merry estaban vivos alimentó de nuevo la esperanza en sus corazones. Pero, a pesar de desear internarse en el bosque para encontrarlos, sus cuerpos no se lo permitieron.

Cansados ​​de correr, y al llevar toda la noche sin dormir, ninguno de ellos se vio con la fuerza suficiente para continuar un paso más. Bueno, tal vez Legolas, pero incluso el elfo se sintió más desgastado de lo normal.

Por ello, y tras decidirlo en consenso, decidieron acampar en la linde del bosque y retomar la marcha con las primeras luces. Encendieron una hoguera, dejaron caer los fardos, y ninguno volvió a levantarse de su lugar. Se alimentaron de lembas y estas les ayudaron a recobrar un poco de esa energía perdida.

La noche se cernió sobre ellos.

Un pequeño fuego crepitaba en el centro, apenas iluminando sus rostros. No habían osado coger ramas vivas de los propios árboles de la linde, consciente de que su camino estaba entrelazado con el bosque, pero sí las usadas por los rohirrim. Aragorn fumaba en pipa con calma y deleite mientras Legolas pulía sus armas, bruñendo las dagas y revisando las flechas. A su vez, Blyana paladeaba una hoja de menta recostada contra uno de los troncos y Gimli roncaba por lo bajo, dormido. Los caballos pastaban atados con las riendas a una de las raíces sobresalientes de uno de los árboles.

Las ramas de los árboles sobre ellos parecían balancearse y arrimarse al fuego, disfrutando del calor que la roja llama proporcionaba. Sin embargo, ninguno de ellos parecía extremadamente cómodo en cuanto a aquel bosque.

Sentían algo. Una inquietud .

—Celeborn me advirtió que no nos internáramos demasiado en Fangorn— la voz del montaraz, suave y profunda, acompañó al crepitar del fuego. Dos pares de ojos se clavaron en él.

—¿Te dijo por qué razón? —Legolas dejó de abrillantar una de sus dagas élficas y frunció el ceño. El hombre negó.

—He oído muchas historias en Gondor y en otros lugares— confesó—, pero si no fuese por las palabras de Celeborn yo diría que son meras fábulas que los hombres inventan cuando los recuerdos comienzan a borrarse. Había pensado que tal vez tú si sabrías algo, pero si un Elfo de los Bosques no lo sabe, ¿qué podría responder un hombre?

El elfo dejó de lado la daga y el trapo.

—Tú has viajado más lejos que yo. Aun así no he oído nada parecido en mi propia tierra, excepto algunas canciones que dicen cómo los Onodrim moraban aquí hace tiempo.

—¿Onodrim?

—Ents —aclaró la mujer, hablando por primera vez. —Se cuenta que en Fangorn los pastores de árboles vigilan el bosque y persiguen a aquellos que osan perturbarlo.

—¿Sabes algo? —Los orbes grises del montaraz se encontraban fijos en la mujer recostada a unos pasos. Ella negó.

—No más que viejas historias que pueden ser o no ciertas.

—Supongo entonces que mañana lo descubriremos— el susurro de Legolas voló con la brisa, llegando a sus oídos e internándose en el bosque. Ninguno habló de nuevo.

El tiempo fluyó y el atardecer se tornó oscura noche. El sueño fue deslizándose por sus cuerpos y pronto todos se vieron deseando descansar. Los párpados les pesaban y pronto Blyana y Aragorn se dejaron acunar por el suave aullido de la brisa. Sin embargo, el inesperado crujir de una rama hizo que sus cuerpos se alzaran en alarma. Todos se despertaron. El fuego continuaba crepitando, y gracias a ello distinguieron una blanca figura emerger del bosque. Portaba un largo bastón y una amplia capa.

Se miraron entre ellos, la advertencia de Éomer sonando clara.

El Mago Blanco es ladino, vaga aquí y allá según cuentan. Como un anciano encapuchado.

Blyana {El Señor De Los Anillos ~ Legolas} // #PGP2023Where stories live. Discover now