Capítulo 30

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Rodeando una pequeña ladera vestida de flores blancas, una comitiva admiraba como el féretro donde descansaba Théodred, hijo del rey, se introducía junto a sus ancestros en el interior de la ladera. Con una pulida piedra sellaron la lápida.

Eowyn de Rohan, princesa, cantaba a duras penas un memento en honor a su amado primo.

Théoden de Rohan, rey, lloraba la pérdida de su único hijo.

El resto observaba desde una prudencial distancia, presentando sus respetos y tristeza. Entre los invitados, un hombre, una mujer, un elfo y un enano se dejaron empapar por la funesta circunstancia que los había recibido a su llegada. Por su parte, Gandalf acompañaba en un silencioso apoyo al rey.

Apenas unas horas atrás, cuando al fin Théoden había sido liberado del embrujo bajo el que Saruman lo había sometido, su ira cayó sobre el que él considera en parte culpable de ese hecho: Grima. El desfavorecido hombre fue desterrado de Rohan, a pesar de que en un primer momento el rey pretendió asesinarlo; sin embargo, Aragorn lo detuvo.

Tras aquello, y la rápida huida de la serpiente, Théoden pidió ver a su hijo. Y fue ahí cuando una desgarradora verdad le fue revelada. Su hijo había fallecido finalmente tras una semana de agonía.

Los gritos del rey fueron escuchados por toda la ciudad.

Apenas unas horas más tarde se llevó a cabo la celebración del funeral. A pesar del estado incapacitado de su tío, al morir su primo, la joven Eowyn había dispuesto todo para la celebración antes de la inesperada llegada de los cinco forasteros que lograron despertar al rey de su letargo. Algo por lo que ella les estaría eternamente agradecida.

Por ello, y sin más dilación, al caer la tarde toda la ciudad se congregó en las calles para admirar el descenso de su difunto príncipe hasta el camposanto. Desde el castillo hasta más allá de la muralla, el grupo principal que consistía en la familia real, un grupo de soldados, altos cargos del ejército, la nobleza y los forasteros, lideró la comitiva.

El tiempo pareció querer acompañarlos, puesto que pronto todo el cielo se vio cubierto por varios nubarrones grises que tiñeron el día de la más profunda tristeza.

Un futuro rey había muerto. Rohan había perdido a su sucesor.

Una vez ya en la ladera donde la familia real enterraba a sus difuntos, y como marcaba la tradición, una de las mujeres de la familia entonó en rohírrico un memento en honor del fallecido.

Nada más que el viento y su voz se oyeron por más de cinco minutos.

El cuerpo se sepultó y el funeral llego a su fin.

La gente comenzó a dispersarse.

Pronto solo quedaron Aragorn, Legolas, Blyana, Gimli, Eowyn, Gandalf y Théoden.

El mago apoyaba la mano en el hombro del rey que, arrodillado, sostenía y admiraba una flor arrancada de Simbelmynë. A unos pasos, el resto observaba. Eowyn temblaba.

Blyana sentía en su interior la congoja propia del que presencia la tristeza ajena. A pesar de haber viajado innumerables veces a Edoras, ella nunca había establecido lazos estrechos con ninguno de sus habitantes, razón por la que no conocía al difunto ni a su familia. Pero sí que sintió como propio el dolor que las pálidas facciones de la princesa reflejaban. Ella sabía lo que era perder a un familiar querido, aquel sentimiento desgarrador y ardiente que parecía masacrar el corazón y vaciar el pecho. Por ello, apiadándose de la joven, Blyana desató el broche que sujetaba su capa y se la quitó. Recorrió los pocos pasos que la separaban de la mujer de Rohan y, llamando su atención, le dedicó una sonrisa de consuelo y la capa élfica. Los pálidos ojos grises la observaron con sorpresa.

Blyana {El Señor De Los Anillos ~ Legolas} // #PGP2023Where stories live. Discover now