Capítulo 31

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El sol nació del horizonte y pronto las primeras luces opacaron a la oscuridad de la noche.

La ciudad de Edoras cobró vida y, tras el anuncio de Hama sobre su traslado al Abismo de Helm, el barullo y las prisas fueron el espectáculo que el ardiente sol admiró durante horas. En las casas se recogía y acopiaba todo aquello imprescindible y necesario, dejando así de lado todo aquello que solo entorpeciera la marcha. Algunos niños, incapaces de comprender la razón de su marcha, corrían y jugueteaban entre la gente que se movía con celeridad, haciendo uso de los carros y fardos desperdigados por las calles para sus juegos.

Blyana contemplaba a través del cristal de su ventana como la ciudad se preparaba para su inminente huida. Una huida que, tal vez, no consiguiera salvar sus vidas.

Sus dedos se movían ágiles y mecánicos, absorta que estaba en su tarea de contemplación, mientras trenzaban el lado derecho de su cabello, entrelazando entre las hebras la cinta blanca de la que pendían tres cuentas. Aquella mañana se había despertado pronto, antes incluso del amanecer, y había aprovechado para bañarse. Luego se vistió con unas calzas ajustadas, cómodas para montar, y una sencilla camisa blanca de mangas anchas.

Justo cuando se estaba calzando dos golpes en su puerta la hicieron reaccionar.

—Adelante— alzó la voz, permitiendo el paso de aquel que llamaba. Cuando la puerta se abrió, una joven sirvienta se asomó.

Se trataba de una jovencita de cabellos rubios, algo común en Rohan, y largos. Sus ojos azules parecían observarlo todo con atención, y en ellos Blyana distinguió un brillo sagaz. Era alta, aunque menuda, y por su ya curtido rostro Blyana sopesó que debía de estar a punto de llegar a la mayoría de edad. En sus manos sostenía una bandeja de madera en la cual reposaban varias piezas de fruta, una taza con leche, pan y miel.

—Buenos días, mi señora— con maestría y envidiable equilibrio la sirvienta hizo una inclinación. —La Dama ha pedido que les sirvamos el desayuno en sus aposentos.

—Oh— en parte sorprendida, Blyana terminó de calzarse y se puso en pie. Sintió los curiosos y suspicaces ojos de la joven sobre ella. —Gracias. Pero no hace falta que me trates de usted. Puedes llamarme Blyana si lo deseas.

La otra dejó la bandeja en la cómoda que había junto a la ventana.

—Si no le importa, debo llevar su correspondiente desayuno al señor elfo...

—Si yo fuera tú no me molestaría— Blyana se acercó a donde la bandeja con comida reposaba y, extasiada al ver la miel, la untó en la tostada. —Conociéndolo ni siquiera estará ya en su habitación. Legolas es tremendamente madrugador. Seguramente ya ande por el castillo merodeando.

Se llevó la tostada a los labios y saboreó el dulce sabor de la miel junto a la crujiente textura del pan. Suspiró de la felicidad.

Por su parte, la joven sirvienta pareció fruncir ligeramente el ceño.

—Perdone mi curiosidad pero ¿hace mucho que se conocen?

Blyana desvió la atención de su desayuno a la mujer que la observaba. Tenía sus manos apoyadas en la parte delantera del mandil que vestía, sosteniendo la una a la otra, y su postura reflejaba tensión. La castaña dejó que sus ojos vagasen por la joven, analizando la rigidez de su postura.

—Dos años— respondió tras unos segundos, con simpleza. Aquella jovencita la observaba con una intensidad extraña. —Llevamos varios meses de viaje junto al resto de nuestra Compañía.

—¿Os referís al mago, al enano y al montaraz?

—Sí— a conciencia, eludió la existencia de los hobbits y Boromir.

Blyana {El Señor De Los Anillos ~ Legolas} // #PGP2023Where stories live. Discover now