Epílogo

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El futuro, aterradoramente perfecto e impredecible, no es más que el resultado de las decisiones más importantes. Errar en muchas de ellas, es la razón por la que vivir es tan interesante, con miedos y aspiraciones distintas, relaciones complejas con seres que son su propio mundo, y que muchas veces, deben aprender a compartirse con otros a cambio de ser amados.

Nada fue perfecto en una historia que comenzó llena de tropiezos, a pesar de la inmunidad profesada, Magnus pagó por muchas cosas a lo largo de los años que continuó como director en Haverville Rogers, y asumir que con un juicio acabaron sus problemas sería aceptar que la vida cuenta con un equilibrio perfecto, pero se trata únicamente de un juego de azar en constante movimiento. Sin embargo, ninguno de esos obstáculos fue insuperable, y el mundo no se acabó cuando creyó que nada podría tener arreglo jamás. Esos misterios hacían sus días un poco más interesantes, y si bien antes temía descubrirse en la soledad de una universidad en la que desaparecieron las personas más importantes de su vida, también se encontró con que era mucho más feliz cuando no estaban en ella.

Jeremy mantuvo su promesa por años, asistió a terapia con momentos buenos y malos, fue un proceso difícil en el que nunca tuvo que mantenerse de pie solo, pero entre sus esfuerzos y los de Sebastian, cuando éste se graduó ya había recuperado mucho más de lo que Jeremy había perdido en esos días que ahora no eran más que un recuerdo trágico y oscuro. Fue duro verlo marcharse, cuando Wayne le ofreció salir de ese lugar para dejar los recuerdos de Haverville atrás, lo dudó dolorosamente. Por Magnus y por la historia que se había escrito en esos muros, en el salón de música, en las aulas. Sin embargo, la fortuna le sonreía al ser un hombre terriblemente amado, y los hombres más importantes de su vida lo ayudaron a salir de ahí para escribir algo completamente nuevo.

Entre ellos, había vuelto Estefan. Tras rencores, discusiones que duraron lo que pareció una eternidad, disculpas fallidas y reclamos, Wild logró perdonar todo aquello que fragmentó una amistad que valoró toda su vida.

En el proceso, también se despidió William de la jaula que lo mantuvo cautivo por tantos años, un momento emotivo en el que todos volvieron a ser los niños que alguna vez entraron a su oficina por los problemas en los que se metieron, o las hazañas que lograron, era el único que merecía el honor del agradecimiento. Fue en su oficina donde ocurrieron los desastres, y nacieron esas impresionantes amistades, despedirse de él fue tan difícil que nadie logró comprender su ausencia hasta mucho, mucho después.

Y finalmente, el primero en abandonar ese encierro... el hombre al que Magnus nunca pudo olvidar.

Ethan fue lo mejor que le ocurrió en la vida, y la única confesión que hacía sin temor a las represalias del tiempo, es que él había sido su primer y único amor. Descubrieron las inclemencias de la distancia a lo largo de los años, con altibajos en una relación que se mantenía, a veces solo por la convicción de existir. Solo la vida sabe cuántas veces discutieron, se amaron, se odiaron, y se reunieron en arranques de locura en los que atravesaban el mundo solo para volver a enamorarse.

Se graduó con honores en la universidad de Essex, ejerció un par de años más en otros lugares de Inglaterra y, solo entonces, tras haber hecho todo aquello que prometió hacer para enamorarse del resto del mundo, decidió que esa relación con Magnus debía llegar a su fin. Sus vidas dejaron de ser compatibles de esa manera, y los años en los que aquello era suficiente, quedaron tan atrás como esas reuniones en el salón privado de la biblioteca.

Su sonrisa al recordarlo estaba plagada de cariño. Él jamás dejaría de amarlo.

Magnus miró el papel entre sus manos, y revisó nuevamente la hora en el reloj de su muñeca. Era momento de dar el discurso de bienvenida que marcaría el inicio de otro año, el principio de muchas otras vidas e historias como la suya. Gracias a las reformas que había hecho, había más becados, y menos sobornos, aunque el mundo no podía limpiarse en un día y aún había reglas que no podían romperse en la élite de Averville, hacía lo que podía, tal y como lo había hecho William a su manera en todos esos años.

Tocaron a la puerta, y el azul de su mirada se detuvo ahí, en el picaporte que no dudaron en abrir.

Se veía tan bien en ese traje... no se arrepentía de esa elección, le parecía pronto, pero no volvería a protestarle después de esto. Después de todo, para eso se había convertido en profesor.

Esos ojos verdes, de nuevo le sonrieron.

Pero Ethan pareció darse cuenta de algo que estuvo mal, así que retrocedió unos pasos y cerró la puerta, solo para dar un par de toques y volver a abrirla.

—Profesor Byron, ¿puedo pasar?

Amaba demasiado a ese mocoso.

—Siempre llegas tarde, Collins.

F i n.


Gracias.

Por leerme, esperarme y en algunos casos, pasar estos 5 años esperando por la resolución de esto. The Teacher me presentó a personas que ahora estimo demasiado, y un fandom al que aprecio con toda mi alma.

Y en especial a mi mejor amiga, que leyó la mitad sin saber que la escribía la persona que tenía a un lado. 

Si te gustó mi trabajo, por favor házmelo saber. Continuaré subiendo historias como esta (aunque, te advierto, tardo mucho). 

Es un placer haber leído sus teorías todos estos años.

Pero si me conocen, saben que no aquí termina. ¿Verdad?

Madivil.

M. Byron [The Teacher] - ¡Disponible en físico!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora