5. El ángel del pajar

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—Horas antes de encontrarse con Ethan—

Las clases de cálculo terminaron antes de lo esperado, ya había anochecido y lo único que sabía era que aquella había sido la última clase del día. Sebastian se sentía mentalmente exhausto, las exigencias en sus clases eran tan duras que sabía que distraerse no era una opción. Necesitaba relajarse, lejos de todo y todos, por lo que agradecía que el edificio al que acudía estuviese lejos de la mayor parte del campus.

Además del edificio de residencias, aquel era el más apartado debido a que albergaba un gran salón de música que requería menos ruido exterior, literalmente era una sala de conciertos en versión miniatura, y justamente en el segundo piso se encontraba el salón de artes, ese era el que veía el rostro de Sebastian todos los días.

Eran muchos los motivos que lo habían llevado a tomar una gran decisión entre la música y las artes, pero detestaba la idea de que alguien más pudiese escuchar, o tan siquiera saber, que tocaba el violín. Él solo tocaba para sí mismo. Las únicas personas que lo habían escuchado eran sus padres, Ethan, y ahora sus hermanos menores.

Pero el caso de Ethan fue un completo accidente.

Cuando eran niños asistían a la misma escuela, vivían justo al lado del otro y jugaban juntos todas las tardes. Cuando uno de ellos era castigado —normalmente Sebastian—, hacían enormes planes para escaparse a algún lugar muy lejano, pero tardaban tanto formulando sus ideas que, para cuando habían terminado, ya les habían levantado el castigo.

Una vez castigaron a Sebastian por haberle dado todos los dulces al perro. Estaba tan enojado por haber sido descubierto, que fue al cobertizo del patio con su violín en la mano, se sentó ahí, y juró tocar hasta que se le cayeran los brazos para que su madre se arrepintiera de haberlo castigado. Pero él amaba tocar, por más que quisiera desquitar toda su rabia con el instrumento, simplemente al escuchar las notas que salían le provocaba hacerlas más y más bellas, al grado de enojarse consigo mismo porque el violín lo hacía recuperar su buen humor al instante.

Ideó con Ethan una forma de verse a escondidas cuando descubrieron unas tablas flojas en la cerca que compartían sus casas, lo único que tenían que hacer era entrar por debajo justo como lo hacía el perro, pero ese día, por alguna razón no consideró que su amigo se acordaría de ello. Él estaba tan absorto con sus propias notas que mantenía los ojos completamente cerrados y seguía la vibración de cada una de ellas, no fue hasta que se detuvo por el cansancio que reparó en que Ethan estaba sentado justo frente a él, provocándole un susto de muerte.

Pero a Sebastian jamás se le olvidaría lo que le dijo su amigo aquella vez:

"—¡Eso es genial, sabes hacer música, y solito! —había aclamado el pequeño Ethan, con sus enormes ojos verdes brillando por la emoción—. Si los ángeles hicieran música, se escucharían como Sebastian."

Nada en la vida lo hizo tan feliz como escuchar esas palabras de su mejor amigo, aunque su madre le había dicho que él sería un gran violinista y su padre le dijo que era su orgullo que tocase el violín como él, a ninguno de ellos les había creído, a nadie le creía más que a Ethan.

Suspiró ante tal recuerdo, y no pudo evitar la tonta sonrisa que se formó en su rostro. Aún no podía creer que ese niño ingenuo que había extrañado por tanto tiempo, ahora estuviese en la habitación contigua a la suya en el edificio de residencia, viviendo justo a un lado como cuando eran niños. Debía admitir que hace algunos años... se había resignado a que no vería a Ethan otra vez.

El momento en el que chocaron por accidente el primer día, en realidad Sebastian lo había hecho a propósito, lo había visto caminando con el libro pegado en las narices y le pareció reconocer ese extraño color de cabello, pero no quería hacerse falsas ilusiones, así que lo hizo parecer un accidente. Y aunque ahora no se arrepiente de ello, jamás va a decírselo a Ethan, pues sabe que lo molestará toda la vida si se le ocurre revelarlo. Aunque en todo caso, solo tendría que recordarle que gracias a sus rasgos alienígenas pudo reconocerlo.

M. Byron [The Teacher] - ¡Disponible en físico!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora