14. La felicidad es egoísta

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Ethan tuvo la oportunidad de aprender muchas cosas en sus cortos años de vida gracias a que había escuchado cada palabra que cualquier persona tuviese para decirle, siendo paciente y obediente la mayor parte del tiempo, porque "eso los hacía felices".

De los recuerdos que conservaba de su infancia, él siempre estaba en brazos de su madre, prometiendo que sería un buen niño y que sería tan fuerte como ella. Solo pensaba en crecer para cuidarla, para dejar de verla perdiendo la vista cada día por remendar ropa a altas horas de la noche. Él y Nicholas habían crecido viendo a su madre poner una sonrisa, mientras escondía las manos en los bolsillos de su falda al estar heridas por la máquina de coser.

Y lo único que podían hacer, era sonreír.

Nicholas siempre se mostró como el más fuerte y sensato de los dos, aunque Ethan lo atribuía a su papel de hermano mayor, pero sabía que ambos sentían la impotencia de no poder ayudar a su madre, solamente eran unos niños.

Como hermanos compartían el mismo interés, querían ver feliz a su madre y hacerle la vida lo más sencilla posible. Nicholas se había encargado de desaparecer todo el egoísmo que pudiese existir en Ethan, educándolo más de lo que a un hermano le correspondía. Era duro, tenía una personalidad explosiva y a veces agresiva, pero siempre había sido gentil, su fachada de niño rudo lo era todo para él con el fin de proteger a Ethan, y considerando que no tenían una figura paterna en casa, a Nicholas no le importó tomar ese rol desde el principio.

Sin embargo, adquirir esa responsabilidad le afectó mucho más de lo que su madre creía, pues cuando Ethan cumplió ocho años, su hermano declaró la primera señal de una rebeldía inesperada. Esa fue la primera vez que lo había visto pelear con su madre.

Los hermanos se encontraban cenando solos en la pequeña mesa del comedor, ya se habían acostumbrado a la ausencia de su madre la mayor parte del tiempo, pero esa vez ella los sorprendió con su llegada justo a mitad de la cena, con un pequeño obsequio entre las manos.

—¡Miren lo que he conseguido! Susane los ha comprado por mí antes de que se agotaran, son los pastelillos que te habían gustado en la repostería, Ethan —le dijo con una sonrisa tan grande que no le cabía en el rostro—. Y Sebastian te manda saludos —dijo en un susurro mientras lo miraba—, pero ya sabes que Susane lo castigó, así que no puede venir hoy.

—¡Gracias mamá! Mañana le diré a Sebastian lo que me compraste. ¿Podemos comerlos juntos en mi habitación? —preguntó Ethan con emoción.

Pero el rostro de su madre se crispó de tristeza y solo le acarició la mejilla con cariño.

—Me encantaría, mi pequeño marcianito, pero conseguí algo de ropa para remendar y necesito entregarla mañana.

—Pero... creí que con tu nuevo trabajo dejarías de trabajar en la noche —dijo Ethan con más preocupación que tristeza—. Lo prometiste.

—Cariño, la estética no deja tanto dinero... y lo necesitamos para comprarte tus cosas en la escuela, la comida, la luz... —trató de explicar su madre, pero Nicholas la interrumpió.

—¿Y por qué no simplemente dejamos de gastar en ello? Si tanto dinero gastas en la escuela, apuesto a que tu trabajo podría mantenernos bien si uno de nosotros deja de ir —dijo con cierto enfado.

Su madre se había quedado sin habla por un momento, pero pronto su expresión cambió.

—¿¡Pero de qué estás hablando, Nicholas!? —exigió saber con enfado— ¡Yo no he pedido algo así! No me estoy quejando de mi trabajo, solamente quiero que me entiendan un poco, no se puede tener todo.

M. Byron [The Teacher] - ¡Disponible en físico!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora