Demonio- esclavo de la muerte

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Tembló de pavor cuando su nombre salió de la urna, escrito sobre papel amarillento. Pensó que era una broma cuando la voz del predicador lo pronunció. Se quedó en trance cuando todos lo miraron con lástima y se apartaron de él como si estuviera infectado. Lloró al llegar a casa y llenar un saco de cuero con sus efectos personales.

Estaba aterrado y furibundo. Su futuro era incierto y declaradamente cruel, pero no había nadie a quien culpar. Él había sido escogido por azar; tuvo mala suerte, no había más explicación y eso no lo consolaba. Lo que había sucedido era tan simple como irreversible y la facilidad con la que se aniquila el futuro de una persona le creó un nudo en la garganta.

Eran un pueblo pequeño, pacífico y amigable. Él era uno de los muchos huérfanos que correteaban por las calles alegrando los días con sus humildes sonrisas. Volvía a una casa de piedra y madera que él construyó otrora para ser acogedora pero diminuta y se sentaba al fuego comiendo lo que lograba cazar o cultivar en el día. Era feliz y sencillo; ayudaba a los ancianos y los jóvenes le pagaban por pequeños trabajos como limpiar sus casa, vigilar a sus hijos o ir a pueblos cercanos a por medicinas. Todos le amaban, nadie habría imaginado que sería él el elegido de Dios para ser la ramera del diablo.

El vampiro había llegado hacía poco con su gran familia. La ostentosidad y el lujo eran visibles desde el hogar de Koi, situado al pie de la montaña. En la cima de esta, desafiando a las alturas y al sol, un palacio de dimensiones titánicas se había erigido casi de la noche a la mañana y la amenazante sombra de la muerta se proyectaba sobre los hogares en el ocaso. La familia vampira había sido clara y justa: Necesitaban un juguete para el príncipe de la familia, un humano con el qual pudiera divertirse el hijo de los muertos, donde afilaría sus nuevos colmillos. A cambio de eso los no muertos del clan solo tomarían sangre de sus víctimas hasta la inconsciencia. Una vida para salvar a cientos, sonaba útil, pero ¿Ético? Sí, también, o al menos lo hizo hasta que esa vida fue la suya.

Debería marchar al amanecer, unos caballeros grandes y gentiles vendrían a buscarlo por órden del gran rey vampiro y lo llevarían sano y salvo hasta las ominosas torres de roca oscura. El musgo no crecía en los ladrillos y se decía que cerca de la entrada las flores silvestres de esa montaña ya no crecían. Con sus presencias y piedras pesadas habían sembrado la podredumbre.

Si Koi no se despertaba al amanecer los siervos tenían órdenes de recogerlo en su misma casa, pero no haría falta, Koi no estaría dormido para su llegada pues no pudo pegar ojo y cuando vio el sol salir sus orbes castañas se anegaron en lágrimas. No podía ser real. No. Seguro que era una pesadilla y que si no se levantaba de la cama volvería a dormir y despertaría frente a un día nuevo sin maldiciones algunas.

Cerró los ojos lentamente queriendo creerse aquel cuento de hadas pero alguien golpeó la puerta y aunque fue inintencionado escuchó como uno de los tablones que la componían se partió.

- ¡V-Voy!- gritó alertado. Los colores subieron a su rostro al percatarse de cuán débil y amedrentada sonaba su voz; en el fondo poco importaba, sabía que los vampiros podían oler el miedo.

Salió de su cómoda habitación y se asomó a la entrada. Divisando a dos grandes hombres cuyas alturas y envergaduras le impedían entrar por su puerta. Casi parecía cómico. Dio un brinco al escuchar el relincho de los caballos afuera y ambos tipos rieron por lo bajo con voces graves y roncas.

- Co-cogeré mis cosas- dijo volviendo al interior de la habitación. Tomó la bolsa con algo de ropa, utensilios para la higiene, adornos que los niños del poblado habían hecho para él, agua y un poco de comida para el viaje y poco más; se enjugó las lágrimas con la tela roída de sus mangas y cuando se aseguró de que sus piernas temblaban lo suficientemente poco como para no caerse al suelo tratando de andar, se dirigió hacia la puerta.

Recopilatorio de one shots yaoiWhere stories live. Discover now