Bajo el fuego de la vida- un ángel en el cielo

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Se había hecho realidad, después de tanto tiempo intentándolo.

Habían sido ya cinco intentos fallidos que lo habían hecho acabar en la camilla del médico llorando y sintiendo que el olor a limpio de los hospitales ya le daba asco, pero James siempre había estado ahí poniendo su hombro para que llorase a conciencia siempre que quisiese y levantándolo en sus fuertes brazos de bombero para llevarlo a casa cuando sus pequeñas piernas no respondían por la tristeza y el dolor que se mezclaba en sus venas.

Siempre besaba su frente cuando lo dejaba en la cama y le decía que debía dormir para recobrarse, aunque él hubiese querido dormir para siempre en tantas ocasiones, pero el pensar que jamás abriría los ojos para ver las esmeraldas de los ojos de James y las perlas de su sonrisa le daba ganas de seguir adelante aunque el mundo le colgase arrastrándose por el suelo bajo sus pies.

Arrastraría todo el dolor del mundo si lo hacía, aunque fuese, siguiendo las huellas de James.

Cuando no comía James siempre tomaba la cuchara de plata y, sentándolo en sus rodillas, le besaba el cuello con amor haciéndolo suspirar para poder conseguir que ingiriese los alimentos, aunque no tuviese apetito.

James había degollado a la depresión con sus manos cinco veces para que su hermoso pequeño no cayese en el agujero que se abría tras cada intento fallido, tras cada sueño erróneo. Aunque siempre era el mismo sueño.

Cuando las modificaciones genéticas llegaron consiguiendo que aquello fuese posible, James le había cogido de la mano y le había mirado a los ojos casi llorando, por fin podrían conseguir lo que siempre quisieron.

Aunque eso había sido hacía seis años y cinco meses, pero él siempre lograba levantar cabeza, recordando que la mano de James estaría ahí para ayudarlo a levantarse.

Era como un gatito que se subía una y otra vez al mismo árbol y después el terror de bajar lo paralizaba hasta que el apuesto bombero lo tomaba en sus cálidos brazos para darle refugio y salvarse de la altura desde la que podía caer y morir.

Tanto tiempo esperando e intentando para volver a fracasar ya hacía mella en él, pero parecía que eso solo le daba a James más maneras de animarlo a seguir. Siempre se tragaba su dolor para beberse después el de su pequeño y hacerlo feliz de nuevo.

Y, ahora, mientras él acariciaba la curva saliente de su barriguita, sonrió. Menos de nueve meses, pronto vendrá, pensó mientras notaba contra su mano un pequeño pie patear desde su vientre.

Recordó todas las noches en que James le recostaba lentamente en la cama y le cubría de dulces besos y caricias llenas de amor, diciéndole que no le haría daño. recordó como lo había hecho suyo una y otra vez dejando que la semilla se esparciera en su interior consiguiendo que diese solo frutos marchitos durante cinco temporadas.

Pero esa última vez había sido definitiva, maravillosa. Vienen dos, les había dicho el doctor.

Y James recogió sus lágrimas de alegría cuando escuchó esa noticia.

Por eso estaba esa noche arrodillado frente al mármol acariciando el fruto de su amor con una mano y la lápida con otra.

Habrías sido tan buen padre James, pensó sin querer imaginar cómo las llamas de aquel incendio lo habían devorado mientras salvaba a una familia entera. Solo él había muerto en la casa de esos desconocidos.

Pero James le había enseñado a jamás rendirse. Traería al mundo a los pequeños productos de su pasión y les haría saber que su padre había sido el más grande luchador por la vida.

Recopilatorio de one shots yaoiWo Geschichten leben. Entdecke jetzt