Perro malo- noche de luna llena

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Ya le habían dicho que no debía acercarse a ese chico nuevo en el pueblo. Si llevaba esas amenazantes chupas de cuero y las toscas cadenas de metal colgando de su cinturón de tachuelas era por algo. Un aspecto así de amenazante no se tenía porque sí, era un símbolo de peligro, pero como siempre, él había pasado de lo evidente y se había sumergido en su estúpido mundo de fantasía donde si se acercaba al chico malo y peligroso descubriría que en verdad era una persona tierna y herida.

Pero el chico malo y peligroso en verdad era, un chico malo y peligroso, tal y como se mostraba. Aunque claro, él jamás creía que lo obvio fuese lo real, siempre había algo detrás de las apariencias, o eso se decía.

Aunque en este caso la portada del libro era perfecta para juzgarlo alguien quiso abrirlo. Él, el chico soñador y solitario que siempre iba a los demás creyendo que algún día conocería a alguien como él, a un excéntrico muchacho que sería su príncipe y lo llevaría consigo a una vida feliz.

Quizás había leído demasiados cuentos, aunque ahora uno de ellos se hacía real. Era parecido a la caperucita roja, sobretodo porque la última vez que había ido a ver al chico malo él iba en un suéter granate.

Aunque no era el momento de pensar en el chico malo, pues el soñador estaba en graves apuros. Debía encontrar un lugar donde huír, o donde protegerse de los demás ¿No sería al revés?

La cabeza le daba vueltas y los músculos tirones, se hacían grandes y se daban de sí dentro de su piel.

No podía pensar, aunque lo mejor sería que no lo hiciese. Siempre en sus putos mundos de fantasía sin tocar con los pies en el suelo, y ahora, el muchacho deseaba volver a la realidad, aquello era inverosímil, pero no era la peor pesadilla que jamás había tenido.

Hacía un mes, un mes exacto desde que había salido de su casa por la ventana mientras escuchaba el sonido del cinturón contra la piel y unos gritos acallados. Su padre volvía a hablar sin palabras con mamá, una discusión muda. Aunque él prefería cerrar los ojos e imaginar que ese ruido era el de los latigazos de un ogro contra los perros infernales que, audaces y veloces, dirigian su carruaje lejos de un reino bonito, quizás hecho de dulces.

Pero aquella noche su imaginación no voló, lo hizo él y cuando llegó a la vieja autocaravana del chico malo sintió que el corazón le daría un vuelco.

Pensó que quizás imaginaría al gran y temible hombre dormido con un osito de peluche, o quizás llorando porque todos le evitaban. Cualquier cosa que fuese casi imposible.

Pero allí no había nadie, aunque el ruido de unos pasos lo alteró y en vez de voltearse miró al suelo húmedo de la lluvia, o el lloro de los ángeles, que es como lo llamaba él.

La tierra se hundía por culpa de unas pisadas frescas y le pareció que no había oído a ningún perro por la zona, aunque si estaban ahí es que las pisadas eran de uno. Por el tamaño debía ser un chucho grande, un husky o un pastor alemán, pero uno bien grande y fuerte, porque eran enormes esas huellas.

Detrás de él escuchó el rugido del can y pensó que si se giraba se encontraría con un animal increíble, quizás un perro de tres cabezas con afiladas hileras de dientes que querría comérselo pero que no lo conseguiría porque el chico malo lo salvaría haciéndole suspirar de amor.

La luna llena parecía una moneda de plata en el cielo y a al chico soñador le dio la impresión de que fingía su excéntrica calma, como si estuviese seria por aguantarse una risa incontrolable ¿De que se reiría la luna?

Hacía un mes entero de todo aquello pero recordaba con claridad todo aquello. Como la lluvia se apagaba como una llama chispeando antes de extinguirse, como olía a perro mojado y como su sonrisa se destrozó cuando se dio la vuelta.

Recopilatorio de one shots yaoiWhere stories live. Discover now