Por las noches, tras observar a Minhyuk, Minho necesitaba acercarse también a la habitación de Tae para colocarle las mantas, para arroparlo, para retirarle el cabello de su rostro y susurrarle las gracias por todo lo que hacía. 
Sin embargo no hubiera sido necesario que se inclinará además para besarlo en la mejilla. Y ésa era otra de las razones por las que no podía quedarse en casa. En la oficina era capaz de convencerse a sí mismo de que Lee Taemin era un hombre como cualquiera, pero en cuanto escuchaba las tonterías que le decía a Minhyuk o veía sus ojos brillar o sus labios curvarse en una sonrisa… deseaba besarlo, abrazarlo, llevarlo arriba y… 

—¡No! —repitió de pronto. 

Por fin creía entender a qué se refería Taemin al hablarle del perdón en relación a Chung-ha. Lo entendía mejor al comprender que también cometía errores al igual que el resto de la gente, Choi Minho no era perfecto. 
Sin embargo Taemin merecía algo más de lo que podía darle, así que cuanto menos se vieran, mejor. Además el bebé y él se irían pronto, y… Ahí experimentaría entonces la verdadera soledad, suspiró. 

—¡Está bien! —contestó Yoona soltando el lápiz—. Está bien, siéntate ahí y llora todo lo que quieras. Pero como no te aclares de una vez por todas sobre lo que está sucediendo te aseguro que renunció. 

—Oh, vamos, Yoona, no estás… 

De pronto Yoona rompió el lápiz en dos. Minho se quedó mirándola y gruñó. 

—No me sueltes otra vez la eterna y aburrida canción, cariño. Desde que te conozco no has hecho más que trabajar, Choi. Incluso durante lo que tú llamas tus vacaciones no haces otra cosa que ir a ver a tu hermano a Seúl y ayudarlo en su trabajo. No tienes aficiones, amigos, ni vida amorosa. Nada —resumió Yoona contando con los dedos—. Y de repente un día, así, como quien no quiere la cosa, llamas a Soo-young por teléfono y le encargas que te compre un dormitorio infantil completo, que vuelves con un niño. ¿Pero para qué? 

Yoona tiró el lápiz roto a la papelera y respondió ella misma a la pregunta sin esperar respuesta por parte de Minho.
 
—Para nada. Así de sencillo. Sin explicaciones. No me cuentas nada, y ni siquiera te traes una foto del supuestamente magnífico bebé. Entras en la oficina como si no ocurriera nada —terminó, casi gritando. De pronto bajó la voz y continuó—. Pero algo sí que te ha ocurrido, y quiero saber qué es. 

Minho trató de negarlo, pero ella rechazó su respuesta antes incluso de que comenzara a dársela. 

—Escucha, Choi Minho. Nunca te he dicho nada a pesar del tiempo que llevamos juntos trabajando, y eso que es evidente que algo te está carcomiendo por dentro. Cualquier tonto se daría cuenta. Hasta mi marido con todas sus cosas en su cabeza se daría cuenta que algo te está pasando. Pero ahora hay un bebé en medio de todo este asunto, y tú estás de tan mal humor que ni siquiera puedes hacer nada. No puedes ni trabajar, así que suéltalo, Minho, o me voy ahora mismo. 

Minho se colocó de pie dispuesto a salir de su despacho y cerrar la puerta de un portazo. Si Yoona quería renunciar que renunciará, no iba a vender su alma. Sin embargo, tras el primer paso, Minho se detuvo.
Las palabras comenzaron a salir de su boca imparables, como las fichas de una máquina tragamonedas. Minho se escuchó a sí mismo contarle el accidente junto a la corriente de agua y el parto de Lee. Después volvió atrás y le contó la historia de Chung-ha y, finalmente, le describió su desastrosa experiencia con Minhyuk, sin ahorrar un sólo detalle de su patético fracaso. 

—¿Comprendes? —terminó Choi, preguntándose por qué para seguir el consejo de su cuñada de dejar de compadecerse de sí mismo tenía que hablar precisamente sobre aquello que durante tantos años había evitado. Hablar de ello aquella vez, sin embargo, le había resultado menos doloroso—. Me he pasado todo este tiempo soñando con algo que no podía tener, que era imposible que tuviera porque…no valgo. 

Un Chico EnigmáticoWhere stories live. Discover now