Capítulo 46 {Un Año Quebrado}

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"Aún no entiendo cómo pudimos

Sobrevivir, las promesas que he roto

Me persiguen por ahí"

-Hello Seahorse!


     Los días se pasaron como agua, y en menos de tres horas todo acabaría. El aire victorioso que se respiraba dentro del auto promovía una celebración anticipada con risas y buen humor. Manuel conducía y no parecía cansarse de relatar cómo completó las pruebas que la liberarían de toda culpa. Su voz segura y grave denotaba regocijo, mientras que en la de Eduardo mostraba el orgullo hacia su hijo. Celina le apretó el hombro y le sonrió a medias al notar que no estaba presente del todo. Lo cual era cierto, a veces podía jurar que era capaz de leerle la mente y cuánto lo detestaba. Nada pasaba inadvertido por sus suspicaces y, a la vez, hermosos ojos verdes. Algo que para muchos era considerado una combinación letal. Le regresó la sonrisa con desgano y después dejó reposar su cabeza en el respaldo.

Cualquier otra persona en su lugar estaría dando brincos de alegría. Por supuesto la felicidad había regresado a su cuerpo y por fin dormiría tranquila y sin invocar desenlaces fatídicos que lograban mortificarla. Por más que deseaba apartar ese pensamiento de su cabeza le era imposible no pensar en ella. Algo estúpido, por cierto. Le daba pena su situación; su hermano, Leo, todos le decían que no merecía su compasión cuando airó su sentir. Pero Carolina no podía evitarlo, tenía el corazón blandito. Podía entender lo que la había orillado a cometer esa locura y sin haberlo imaginado, se hubiera salido de control. No la justificaba porque todo aquel que obra mal, al final le irá mal. Y en esta vida nadie se marcha sin pagar la factura. De aquello se encargaría la ley y la justicia. Por su parte, Carolina no pretendía proseguir con la demanda por robo de identidad a pesar que la intención de esta mujer fue perjudicarla. Suficiente tenía con saber que Leo y su familia jamás la perdonarían.

Unos días antes, durante la cena, Leo le había compartido las buenas noticias. Se llevó a la boca una de sus manos al enterarse de la identidad del verdadero culpable. Sonia De la Vega, la exnovia de Leo. Estaba furioso, lo notaba con claridad en su mandíbula tensa y sus manos crispadas en puños. Sin embargo, en su mirada afligida podía ver que se sentía culpable, de algún modo él creía que había desatado el tornado de problemas.

—Nunca me pasó por la cabeza que ella pudiera ser capaz de ir tan lejos para vengarse de mí por lo que le hice. Sin duda, nunca llegas a conocer verdaderamente a una persona —musitó, sin mirar a un punto específico, y Carolina se sintió avergonzada. Sabía que aquel comentario no estaba dirigido a ella, pero sintió como si lo hubiese sido.

—Muchas veces la desesperación o la tristeza o la intriga te nublan el juicio —intentó confortarlo—. No puedes culparte por las decisiones de otras personas.

—Jamás me culparía por la bajeza que esa mujer cometió —refutó indignado—. Lo que me amarga la existencia es que no pude protegerte, preciosa. No manejé adecuadamente la situación con ella, debí terminar mi relación después de la primera noche que pasamos juntos.

Carolina no pudo evitar sentir un millón de mariposas revolotear en su estómago ante aquel inolvidable recuerdo.

—Tú hiciste lo que creíste que era correcto para ti.

—Fui un egoísta. ¿No lo ves? Solo pensé en mí y en lo que me convenía. Ahora tú y mi familia están pagando por mis errores. —Leo se pasó las manos con brusquedad por su rostro.

—En cierta medida todos somos un poco egoístas y absolutamente todos cometemos errores. De eso nadie se escapa, somos humanos. —Carolina le tomó las manos y entrelazó sus dedos—. Lo que nos diferencia es la capacidad que tenemos de perdonarnos y de perdonar.

Ahora, entonces y siempreWhere stories live. Discover now