Capítulo 29 {Bonita}

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"Átame el corazón y lléname las manos de ti

No me quisiera separar ni un poco ni un momento"

-Mon Laferte

En el momento que ella advirtió sus intenciones, Leo ya había logrado tumbarla sobre el colchón. Valiéndose de su agilidad se acomodó encima de ella, y Carolina, sin poner resistencia, dejó que la rodara hasta la mitad de la cama. A estas alturas no sabía lo que estaba haciendo, pero ella parecía encontrar entretenida su osadía cuando escuchó la frescura de su risa esparcirse por el lugar. Nunca se cansaría de hacerla reír, se dijo así mismo, convencido de que lo tenía completamente cautivado.

-¿Qué te parece la firmeza? O, ¿prefieres algo más duro? -preguntó divertido al mismo tiempo que acercó su boca para besarla.

-¡Dios! ¿Qué haces? ¡Aquí no! -exclamó Carolina alejándose de inmediato de él.

-Solo quería mostrarte lo mucho que este me gusta y lo bien que te ves encima -se excusó Leo mientras deslizaba aventuradamente su mano por la cintura de ella-. Ojalá pudiéramos probarlo de verdad -dijo en un sensual susurro.

Como una gatita asustadiza intentó bajarse de la cama, pero Leo se lo impidió tomándole la muñeca.

-Seguro nos echarían de por vida de este lugar -lo regañó e hizo una mueca de puchero que a Leo le pareció adorable.

-Estoy empezando a sospechar que me has estado mintiendo.

-¿Por qué dices eso? -respondió nerviosa, y Leo notó que sus hombros se tensaron. Estaba jugando y por eso decidió abstenerse de sacar conjeturas cuando no la escuchó negar su acusación.

-Desde que te conozco no te he visto romper una sola regla. Pienso que solo lo dijiste para aparentar algo que no eres o para impresionarme -ironizó levantado uno de las comisuras de su boca.

-Estoy saliendo con el hijo de mi jefe -le rebatió a Leo -. ¿No crees que es suficiente?

-¿De qué sirve si nadie puede saberlo? Solo comprueba que no eres una rebelde como afirmas ser -concluyó tratando de aparentar que se trataba de una discusión seria.

Le encantaba hacerla rabiar, lo hacía con tanta facilidad que no constituía un reto para él. El verdadero desafío consistía en ganarse un lugar dentro de sus enormes ojos y conseguir una sonrisa genuina. De esas que la hacían resplandecer y que eran dedicadas exclusivamente para él. Solo así sabía que lo había perdonado.

-¿Les puedo ayudar en algo? -los interrumpió una vendedora inoportuna, que, sin darse cuenta, rompió la burbuja de privacidad en la que estaban sumidos y alejados del mundo entero.

La esperada reacción de Leo hubiese sido gruñirle un feroz «no». Bastó asomarse en la profundidad de la mirada de Carolina para derretir los puños de sus manos y regresar a su cuerpo la espontaneidad que surgía estando cerca de ella. La mujer solo estaba haciendo su trabajo, dedujo él al reconocer su disposición acompañada de una sonrisa amable.

-¿Están aquí para registrar su mesa de regalos?

Leo y Carolina voltearon hacia la vendedora al mismo tiempo. Ninguno de los dos pudo ocultar la confusión que les causó la pregunta.

-Para su boda -agregó entusiasmada.

-No, no estamos comprometidos, ni nada de eso -contestó Carolina apresurada utilizando un tono agudo, que a Leo le pareció que exhibía cierta vergüenza.

Ahora, entonces y siempreNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ