Capítulo 45 {Te Miro Para Ver Si Me Ves Mirarte}

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"En el calor del tren, un día cualquiera

Cuando te vi entrar, subió la marea

Como un símbolo de paz, en la guerra"

-Surfistas del Sistema


—Después de dejarte en el trabajo, me veré con tu hermano —anunció Leo con una mueca.

Carolina estaba de pie del otro lado de la barra de la cocina. Se veía relajada a pesar de las circunstancias. Subía y bajaba la bolsita de té para enfriar el liquido ambarino y humeante. Unas cuantas gotas salpicaron alrededor de la taza y con uno de sus dedos las limpió. Era fascinante observar sus movimientos ligeros y las manías que formaban parte de su esencia.

Dios, esta mujer cada día lo volvía más loco. Las costumbres caprichosas que colmaban sus días resultaban incitantes. Lencería seductora, tatuajes con plumones indelebles y amarse a mitad de la noche coloreaban de espontaneidad la rutina. Si aún existía alguna.

Admitía que la había dejado entrar más de la cuenta, más de lo que se permitía mostrar, y que no sabía cómo detener el tren que había puesto en marcha. Se había saltado tantas estaciones, que ignoraba cuál era la siguiente parada. Tratándose de Carolina, el no tener un plan había dejado de agobiarlo. Tenerla a su lado era el plan que necesitaba.

Carolina levantó la mirada y le sonrió. Una punzada de emoción lo asaltó olvidándose de todo, excepto ellos dos.

—Leo. —Se acercó a él y le rodeó el cuello—. No tienes por que hacer esto, lo último que quisiera es que te buscaras un disgusto con tu familia por ayudarme.

—¿Bromeas? ¿Por llevarte al trabajo? Además dudo que a Alix le importe que me uses como tu chofer particular —dijo fingiendo solemnidad.

—Hablo en serio.

—Yo también. —Carolina subió los ojos al techo. Se suponía que era él quién ponía las inyecciones de seriedad. Últimamente, su propósito era hacerla sonreír y disminuir su desazón dándole rienda suelta a su recién descubierto humor simplón—. Yo sé que no me lo pediste, es algo que quiero hacer. En cuanto a mi padre, lo tengo bajo control. Tú no tienes por que preocuparte. Todo va a estar bien.

Era la verdad. Tal vez no era el modo que su papá aprobaría. Pero defender a Carolina y encontrar al culpable, beneficiaría a ambos por partes iguales. Antonio Villanueva se regía con resultados y los fracasos no tenían cabida, salvo como una simple palabra, entre miles, en el diccionario. Una lección de vida inculcada a lo largo de toda su existencia. Escuela, exámenes, deportes, trabajo. «Leonardo, tienes que esforzarte más si quieres ser el mejor. Tú no viniste a este mundo para ser un perdedor», le decía su padre por encima de su hombro cuando el resultado era inaceptable.

De ahí el origen de su obsesión por hacer planes. No podía dejar en absoluto algo en manos de la suerte. De otro modo, ¿cómo podía asegurar el éxito? Estar a la altura de lo que se esperaba de él. Siempre creyó que la urgencia por independizarse se debía a un acto de rebeldía que, hasta la fecha, continuaba siendo el principal motivo de reproche por parte de su padre. Pero estos últimos meses, se había dado cuenta que negarse a trabajar para él, fue para demostrarse a sí mismo de lo que era capaz. Jamás haría lo suficiente para complacerlo, y ese era problema de su papá, no suyo.

—Me preocupa que también estás descuidando tu negocio. Es tu orgullo y sé cuánto empeño que le has puesto para levantarlo. Y ¿para qué? Quizá mi problema no tenga remedio. Chino me ha dicho que han tenido pocos avances. El tiempo se acaba y ya me estoy haciendo la idea que mi caso se irá a juicio.

Ahora, entonces y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora