Capítulo 7 {Nunca Nada}

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"Las estaciones del tiempo

Ya no son iguales

No hay un cause natural"

-Technicolor Fabrics


     Cuando por fin su sangre decidió bombear hasta su cerebro, Antonio Villanueva logró colgar el auricular. No podía dar crédito a lo que acababa de suceder. Hasta el día de hoy había tenido la certeza que el pasado continuaba sepultado diez metros bajo tierra. Se había asegurado de ello. Aparentemente no lo suficiente.

Lo que no entendía era que a pesar de la inminencia de lo que se avenía sintió una punzada saturada de emoción al escuchar la voz nerviosa y desafiante de la joven que aseguraba ser la hija de Julieta Navarro. Recordar ese nombre lo hería como si una daga filosa lo atravesara por la mitad, aún después de tantos años sin haberlo escuchado. Tampoco podía hacerse la idea de que esa hermosa mujer, la que una vez fue su todo, ya no existiera. Enterarse por los periódicos de la noticia que ella había fallecido en un accidente automovilístico lo dejó en un estado de estupor por varios meses. Quizás años, si admitía que todavía no había superado su muerte. Lo consolaba saber que Julieta había sido feliz hasta el último momento de su vida a pesar de él y lo sucedido entre ellos. Que había estado rodeada por el amor de la familia que había formado y él no tuvo el valor de otorgarle. Para Antonio era lo que importaba, aunque le doliera el alma entera admitir que había tirado la oportunidad de tenerlo todo en un insensato arranque de ira, confusión y sobre todo desconfianza. Hasta entonces no ha podido perdonarse, y si era sincero, a ella tampoco la había perdonado.

Su naturaleza ávida por conocimiento no iba a negar el interés que le causaba el contenido de la carta que la muchacha insistía entregarle personalmente. Tenía la fuerte sospecha que se trataba de la misma que Julieta intentó entregarle y él se rehusó leer el último día que ellos conversaron. Si es que hacerse trizas podría llamársele una conversación. Escribirle cartas fue una sorpresa para Antonio. Tenía la facilidad para dibujar, sí, pero no para expresar sus sentimientos en voz alta. En las cartas ellos se habían prometido sólo escribir palabras honestas y verdades supremas. Y así lo hizo él hasta la última que le escribió. Durante meses descargó con papel y pluma lo que había en su corazón. Al enterarse de la verdad, se sintió como una bestia. El amor te ablandaba el corazón y te hacía estúpido. Jamás había estado tan arrepentido de algo en su vida como aquella vez. La pesadumbre fue tan intensa que le causó un dolor físico en su cuerpo, desagradándole por completo al hallarse impotente. Ese mismo día decidió que nunca nada lograría turbarlo de esa forma nuevamente. Sin embargo, hoy recibió el recordatorio de ese dolor.

Al día siguiente, los estragos de pasar una noche intranquila estaban comenzando a afectarle. La vista que le brindaba el enorme ventanal de su oficina le hacía creer que todo en su mundo estaba en orden. No obstante, hoy parecía estar desquiciado. Quizás era la reacción de las tres tazas de café que llevaba bebidas durante la mañana. «Nunca es demasiado café», era su respuesta predilecta cuando Silvia, su esposa, le recriminaba su falta de sueño, reusándose a unirse con ella en su habitación al terminar el noticiero de las diez. Su insomnio inducido lo domaba trabajando en la oficina de su casa hasta el agotamiento. La madrugada lo alcanzaba por lo general. Siempre ha sido así y seguirá siéndolo hasta que pueda hacerlo.

El timbre del teléfono lo sacó de su ensimismamiento, alertándolo que Carolina Arias se encontraba aquí. Esta mañana dio instrucciones explícitas a la recepcionista de la entrada para enviar de inmediato a la joven a su oficina y a su asistente personal para que le despejara su calendario.

Ahora, entonces y siempreWhere stories live. Discover now