Capítulo 21 {Cosas Imposibles}

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     Además de la mano invasora de Daniel, Carolina sintió la mirada apabullante de Leo recorrer su espalda. Moría por voltear, pero su orgullo pudo más que ella. No iba a darle la satisfacción de verla incómoda. Tampoco quiso hacerlo por miedo a revelarle lo que sus ojos guardaban.

Hasta antes de enfrentar de nuevo su mirada hipnótica, de sentir una placentera ola de calor cuando deslizó su mano debajo de su brazo para levantarla, estaba segura de lo que quería. De su decisión. De aceptar lo que destino había escrito.

Tal parecía que cuando se trataba de Leonardo Villanueva su sensatez se desbarataba. Odiaba y adoraba cómo la atormentaba con su voz grave y sus manos expertas que lograban hacer vibrar su sangre y acelerar su pulso hasta romperle el aliento. ¿Qué iba a hacer?, se preguntó Carolina al darse cuenta en el enredo que se había metido. ¿Cómo fue que llegó a esta encrucijada sin darse cuenta? Llevaba un mes en esta ciudad y su vida se había convertido en un caos. La tranquilidad de su adorado San Luis Potosí se le antojaba una época lejana. Como si de pronto el tiempo se hubiese congelado y su incertidumbre ardiera en llamas. Lo que le sugería que no debía salir con Leo por todo lo que conllevaba hacerlo. Claudia se lo había prohibido. Manuel lo golpearía. Y, finalmente, Antonio Villanueva la demandaría y la despediría del trabajo al que había aprendido a apreciar. Si tuviera que escoger sería a Daniel. Él sí se merecía su lealtad. Él no la había amenazado, ni le había mentido, ni tenía una novia esperándolo en casa. Le gustaba cómo sus pupilas danzaban cuando ella se acercaba, y sobre todo no la trataba como si fuese una niña indefensa. Lo único que la detenía, ademas de mortificarla, era poder comprobar la veracidad de la historia que Leo le había contado sobre él y su hermana. Carolina era de mente abierta y estaba dispuesta a experimentar cosas nuevas. Sin embargo, en el plano sexual esa audacia se convertía en timidez. No estaba segura que esas atrevidas preferencias se alinearan con sus insulsos gustos. Sus latidos se desbocaron al tratar de imaginarse a ella misma haciendo un papel del cual desconocía el guión por completo. Muy escondido en su ser deseaba descubrir que todo aquello fuese una mentira o al menos una exageración.

—Préstame la blusa que traías puesta ayer. ¿Traes tu bolsa de cosméticos?—Celina la miró extrañada ante su pregunta—. Tengo una cita en cuarenta minutos y no quiero aparecerme como un retrato.

Para su sorpresa, Celina había aceptado su ofrecimiento de pasar la noche en la mejor habitación del hotel. Aunque Carolina sabía que a su hermana le disgustaba la idea de mezclar su vida personal con el trabajo, decidió que, al igual que ella, era una oportunidad que no podía desaprovechar.

—¿Con cuál de los dos irás? —preguntó Celina con una sonrisa perversa. Se levantó de la cama mientras estiraba sus brazos.

—¿A qué te refieres «con cuál de los dos» iré? —¿Cómo lo supo? Por su puesto, si Celina había estado en la recepción era obvio que había visto a Leo entrar al hotel. ¿Por qué no hizo algo para detenerlo si tenía la sospecha de cuáles eran sus intenciones? Carolina entrecerró sus ojos y ladeó su cabeza lentamente para mostrarle su indignación.

—Al menos me pudiste decir: «¡agua va!». ¿Dónde quedó tu deber como hermana de impedir que hiciera el ridículo? —Celina estalló en sonoras carcajadas y a Carolina no le pareció divertido.

—Solo estaba tratando de condimentar un poco tu vida, hermanita. No seas exagerada.

—¡Eso no fue condimentar, eso fue arruinar mi vida! Por poco y los dos se cruzan. No sé lo que hubiese hecho y tampoco sé por qué te hago caso.

—Eso hubiera sido lo más divertido. Y si me hicieras caso no estarías haciendo corajes. No es bueno para tu cutis. Entonces, ¿con cuál de los dos vas a salir?

Ahora, entonces y siempreWhere stories live. Discover now