Capítulo 5 {Sonrisa de Ganador}

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"En luna llena la jugada será frente al mar

Total convencimiento de que ganarás"

-Nacha Pop

    

 La magnificencia de una de las habitaciones del decimoséptimo piso era alcanzada durante las primeras horas del día, cuando el amanecer, que se insinuaba por el enorme ventanal con colores morado y naranja mezclándose pacientemente en el horizonte, creaba el ambiente ideal para un juego de seducción. Si además Leo le sumaba la visión de un cuerpo desnudo y curvilíneo, apenas cubierto por una sábana, no tendría otra palabra además de sublime para describir lo que contemplaba ante él.

Leo estiró su brazo para tomar su celular y sin meditarlo encendió la cámara para capturar a Carolina. Clic. Sabía que una foto nunca podrá compararse con tenerla junto a él, tal vez era su subconsciente intencionalmente tratando guardar este instante. Saborear los pequeños detalles que pasó por alto, el caos y las imperfecciones que lo hicieron perfecto. Inolvidable. Al mismo tiempo, esa foto era la prueba fehaciente de lo que era capaz de hacer, de su descontrol y de su pobre moralidad.

Si alguien le hubiera dicho a Leo que este día terminaría en la cama con otra mujer que no fuera Soni, seguramente le hubiera dicho que necesitaba un ajuste urgente de tuercas. Era impensable. Era absurdo y muy a su pesar habría tenido que admitir que el equivocado era él. Sin embargo su mortificación se debía a lo este acto significaba para él. Era la primera vez que probaba la infidelidad. Y no le gustó en lo absoluto. Porque no sintió remordimiento alguno.

***

Saciada, exhausta y envuelta entre sábanas tibias Carolina se sentía observada. Abrió sus ojos despacio, una mirada centelleante y expectante se posaba fija sobre ella como una mariposa. Sintió vergüenza, y quiso cubrir su cuerpo desnudo jalando la sábana, pero Leo se lo impidió. El color verde de sus ojos eran de una tonalidad más clara de la que antes había apreciado, y a Carolina se le antojaba creer que cambiaban dependiendo de su estado de ánimo y no de cantidad de luz que se reflejara en ellos. Al haberse percatado de ese efecto fue como si Leo, inconscientemente, le revelara una parte de él. Eso le agradó. Mucho.

—¿Por qué me miras así? —preguntó Carolina con un tono más grave, casi de ultratumba, que a Leo le sonsacó una sonrisa.

—¿Cómo te miro?

—Pues como... —«Como si fuera lo único en el mundo digno de captar toda tu atención», pensó avergonzada de sí por la convicción con la que creía en esa estupidez. Ella no era nadie especial, mientras que Leo, al lugar que fuera estaba segura que desataría miradas lascivas, generaría envidia de quien se encontrara a su lado y encarnaría los deseos más hondos de cualquier mujer. Ya se había formado una idea de lo que encontraría debajo de su ropa, y al comprobar que había acertado, descubrió un mundo con el que jamás había soñado recorrer. Para empezar no solo su rostro estaba cubierto de pecas, sus hombros y espalda revelaban una inmensa cantidad de lunares y pecas de diversos tamaños y formas. Carolina, de proponérselo, encontraría todas las constelaciones que su padre le había mostrado con el sofisticado telescopio instalado en la terraza durante las noches despejadas de nubes —y, casualmente también, de montañas de demandas y cerros de papeles—, mientras le contaba las historias de seres mitológicos de las que derivaron sus nombres. Los músculos de sus brazos y torso descubiertos eran como caminos que se delineaban con una absoluta perfección que sentía lástima por el resto de la población masculina. La barba de un día le sentaba bien, demasiado bien que por eso dudaba que esa mirada significara lo que estaba pasándole por la cabeza—. No sé... como... Mejor olvídalo. — Leo la miró decepcionado e incapaz de insistir—. ¿Desde qué hora estás despierto, Pequitas?

Ahora, entonces y siempreWhere stories live. Discover now