Capítulo 16 {Indecente}

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Toc, toc.

     Un fastidioso sonido, que parecía no tener fin, terminó por despertarla. Carolina, exasperada tuvo que despegar sus párpados y levantar un poco su cabeza para comprobar que no estaba imaginándoselo.

Toc, toc.

Sí, era real el sonido. Trató de usar su almohada sobre sus orejas como repelente, pero fue inútil. Alguien insistentemente estaba tocando a su puerta. Carolina esperaba que ese alguien se marchara pronto.

Dejó que pasaran unos minutos, y el silencio total que obtuvo fue como una sinfonía reconfortante para sus oídos. Debajo de las cobijas Carolina se estiró deliciosamente como una gatita perezosa hasta que le tronaron varias articulaciones. Ni hablar, ya estaba despierta y sabía que no podría volver a dormirse. Con un esfuerzo sobrehumano se levantó de la cama, tallándose los ojos. ¿Qué hora será? Las cortinas estaban cerradas, pero unos cuantos rayos de luz se escapaban por el marco de la ventana.

Por un breve instante una oleada de pánico la invadió al creer que había olvidado ir a trabajar, pero Carolina recordó que todo estaba terminado y entregado. No tenía una razón para aparecerse por la oficina. Menos en Domingo. Al recobrarse, una sensación de vacío se quedó atrapada en su cuerpo, como si algo le faltara. El mismo presentimiento que se alojaba en su pecho cuando iba con prisa, el de haber olvidado algo y no saber exactamente qué era. Era desesperante.

Su despertador anunciaba las 11:10 de mañana. Vaya manera de desperdiciar una hermosa mañana. Tenía la impresión que había sido una larga noche, pero una persistente bruma se aferró con uñas y dientes a todas las esquinas de su memoria. Tal vez mantener el episodio como una incógnita no debía ser tan malo. Carolina prefería vivir en la ignorancia que recordar algo que la mortificaría y la avergonzaría, y muy probablemente le provocaría pesadillas. Conociéndose era mejor no saber, sobre todo si Álvaro y Claudia estuvieron involucrados. Ese par era terrible para su salud.

Toc, toc, toc, toc. «Creo que el mensaje no le quedó claro a quien estuviera tratando de tumbar su puerta».

—¡Ya voy! Quien sea que esté tocando. Atente a las consecuencias por haberme sacado de la cama —Esto último lo masculló para sí misma. Con el desgano que la invadía, no podría enfrentársele ni a una diminuta chinche.

Se vistió con pantalón de yoga para convertir su vestimenta en algo decente, no quería incomodar a quien estuviera del otro lado de la puerta con su audacia de niña moderna sin pudor.

Mientras caminaba descalza se dio cuenta que no le dolía la cabeza, y que no necesitaría un trasplante de cerebro. En cambio, su garganta estaba reseca como la corteza de una tronco y estómago aullaba molesto por la agresión a la que fue sometido la noche anterior. Como desearía Carolina que alguien le trajera el desayuno. Una vez le funcionó. Un suspiro nostálgico se le escapó.

El golpeteo era cada vez más insistente y potente. Aparentemente quien estaba fastidiando a esta hora dejó de usar sus nudillos para intercambiarlos por sus puños.

Al abrir la puerta se encontró con una inesperada sorpresa. Era Celina, su hermana mayor, sosteniendo en una mano una charola de cartón con dos vasos y en la otra varias bolsas de asas de distintos tamaños.

—¿Qué haces aquí? —le gruñó Carolina, sin querer.

—¿Qué manera es esa de recibir a tu hermana que no has visto en meses? Un buenos días y un poco de ayuda sería una manera excelente. —Carolina tomó la charola haciéndose a un lado desganadamente para dejarla pasar. Celina dejó la bolsa más grande en el piso y el resto de lo que cargaba sobre el sillón de la sala.

Ahora, entonces y siempreWhere stories live. Discover now